Peligro en el bosque II

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Aquella situación era caótica. Entre las manos de aquel hombre de dos metros y complexión robusta, estaba la vida de Siu, quien quizá en un descuido fue descubierta por él y no parecía que tuviera intenciones de soltarla. El alma de Yun ardía solo de escuchar el jadeo insistente de ella, tratando de jalar aire para seguir con vida ¿Qué podía hacer? Si daba un paso más, de seguro no tendría piedad en quebrarle la tráquea al instante.

—Al fin te apareces, escoria —esbozó con una áspera voz, sin soltar a Siu de su agarre mortal.

—Yu-Yun —dijo Siu en un hilo de voz.

—Suéltala o no respondo —amenazó Yun con el ceño fruncido, mostrándole su filoso puñal para dejar aquello en claro.

—¿Crees que me asustas, niñita? —Se carcajeó de manera estridente—. Vamos a ver si a ti también te gustaría perder a tu compañera, como ella acabó con la vida de mi fiel amigo ¡Oh! Pero qué mala noticia para ambos. Resulta que no estaba muerto.

El gruñido comenzó a resonar por los alrededores y Yun se sobresaltó, ya que, aunque moviera sus pupilas buscando al animal, no se sabía en realidad de dónde provenía el gruñido. Tenía sentido, porque aquel tigre azabache rayas blancas tenía la habilidad de ocultarse entre los árboles y camuflarse en lo oscuro de la maleza; la penumbra del espeso bosque era su aliada.

—Veo que te gusta abusar del más débil —Se burló Yun con socarronería y el hombre al instante frunció el ceño— ¿Por qué no te dejas de juegos y pruebas tu poder de una manera más hoborable. Como un hombre? Anda, si es que eres tan fuerte, como dices ser.

Las palabras de Yun parecieron haber hecho algún efecto en el hombre alto, corpulento y de aspecto descuidado, porque acto seguido soltó a Siu, dejándola caer a un costado, completamente inconsciente. El joven príncipe no estaba seguro si ella había quedado viva o no; solo esperaba vivir para averiguarlo.

Mei había seguido a Yun y se dio cuenta de todo ese alboroto. No pudo limitarse más que a ser una testigo de aquel encuentro que, parecía iba a ser violento. Por momentos se asomaba detrás del árbol en el que se ocultaba, sin poder hacer absolutamente nada.

—El que va a quedar como una niñita es otro, y lo estoy viendo justo enfrente. —El hombre terminó aquella oración y se abalanzó hacia Yun, mientras desenvainaba una espada.

Yun esquivó con movimiento ligero y propinó una fuerte patada en la espalda baja del hombre, pero solo logró que se tambaleara un poco y regresara a atacarlo con la espada sostenida delante de él. El joven corrió hasta llegar a un árbol y se trepó con agilidad, a donde no podía llegar el hombre con su espada.

—¡Baja de allí gallina cobarde! —Se dirigió hacia donde estaba la inconsciente Siu y la agarró del pelo para levantarla—. Si no ya sabes quién pagará los platos rotos.

Lo que Yun no se imaginaba era que el tigre estaría justo a la par de él, tan cerca que no tuvo tiempo ni de sobresaltarse, porque de un doloroso zarpazo lo botó del árbol, pero aún así, logró dar una pirueta en el aire y caer acuclillado.

El príncipe se sentía exhausto; en verdad los combates reales no eran algo que él hubiera enfrentado antes, a pesar de que entrenaba moderademente todos los días. El reinado de su padre no había sido a base de sangre, al contrario; la paz había imperado en su mayoría a lo largo de la vida de él y sus hermanos... hasta ese instante.

—¿Qué... Se ha cansado la señorita? —Su estridente risa resonaba en los alrededores—. Sabes, me estoy aburriendo de esto. Hagámoslo más interesante, me siento un poco excitado, esta mujer es hermosa, es toda una hembra.

El hombre con mirada de lascivia, comenzó a pasar sus dedos en la longitud de las piernas de Siu. Pasó apretando su glúteo y terminó manoseando uno de sus prominentes pechos. Esa cadena de acciones hizo hervir la sangre de Yun.

La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora