Yun y Mei, quienes se encontraban exhaustos al haber perdido todo un día, sin encontrar un camino que los llevara hacia el monumento del Fenghuang y menos al rastro de los hijos de ella, detuvieron el paso al oír voces entablando una conversación.
Habían escuchado lo que aquel hombre dijo, aunque sonaba poco entendible, ya que se estaban alejando para continuar su camino; en realidad, solo habían parado a tomar agua, cuando se toparon a ese hombre corpulento.
Mei por poco gritaba del susto, ya que, lo que ella había vivido con aquel otro hombre secuestrador, al parecer la había dejado asustada de cualquier persona que se toparan por el camino. Ella solo se limitó a posar su mano en el hombro de Yun para sentirse protegida. Yun se quedó estático ante aquello y no hizo ningún comentario; el tema de ese hombre lo tenía más concentrado.
Desde que se lo encontraron cazando una especie de ciervo, se veía a leguas que él tenía una fuerza muy grande y a lo mejor podía ser aliado del hombre que los había atacado la tarde anterior. Esa era la razón por la que Yun se había acercado a hablarle con amabilidad. Prefería mil veces ser amable y ganarse cierta confianza de las personas que se topara en el camino; aquello le garantizaría llegar a la cima más rápido y sin mayor conflicto.
En cuanto el desconocido les mostró la dirección que debían seguir hacia el monumento, los dos habían volteado rápido, pero sin acercarse a ver lo que pasaba. A pesar de estar tan apurado, el joven príncipe se quedó a la expectativa, ya que, aunque estuviera demasiado apurado, no le gustaría que nadie inocente padeciera, al menos no en su presencia.
De pronto las manos de Mei tiraron con sutileza de la tela de la manga de Yun, lo cual a él le pareció demasiado extraño. Tanta cercanía de parte de la viuda no le agradaba del todo. Aun así, por respeto no quiso decir palabra alguna, simplemente se hizo el quite de una manera suave, para que ella no sintiera pesado su comportamiento.
—¿Qué le ocurre? —inquirió Yun.
—Es que, en realidad no me gustaría que ese hombre viera a donde nos dirigimos. A pesar de que nos dio coordenadas, a mí no me pareció muy fiable que digamos —comentó Mei en un hilito de voz.
Yun analizó las palabras de la señora Mei y pensó que ya había tenido muchos distractores en su jornada. No necesitaba de más en lo que restara del camino. Sabía que, sin Siu las cosas iban mucho más complicadas. Ya habían dado vueltas por el mismo camino tres veces seguidas. Con las nuevas coordenadas que les había dado aquel pescador, Yun estaba seguro de que lograrían llegar hacia el monumento del Fenghuang.
—Tiene razón, sigamos nuestro camino —dijo Yun con determinación mientras doblaban un trecho bastante oscuro que no habían recordado haber visto.
El hombre pescador, quien había tomado del carcaj a la castaña arquera, había ablandado su mirada en un santiamén. La chica que sostenía con su gran mano era alguien que conocía bien, además esta se veía herida y afectada sobremanera. La bajó de inmediato con delicadeza.
—¿S-eñorita Siu? —dijo sorprendido el hombre, muy apenado por cómo había actuado. Aparte de haber notado que estaba herida, también se dio cuenta al instante que ella tenía salpicaduras de sangre en su rostro y su vestido qipao.
Siu vio con impotencia cómo sus camaradas se alejaban, pero luego, al haber escuchado su nombre, abrió los ojos como platos y relajó sus brazos al escuchar aquella voz familiar. Había pensado en lanzarle una patada, pero la verdad era que estaba demasiado exhausta, tanto física como emocionalmente. Pero, lo que sí resultó ser cierto, fue que ella había reconocido al hombre cuando escuchó el sonido de quien le habló.
—¿Gao? —inquirió, mientras seguía sorprendida, debido a la evidente altura del muchacho. Ella sin duda lo recordaba menos alto, pero es que habían pasado años desde que no lo veía por la aldea.
—Perdona, señorita Siu, no te reconocí —Se disculpó el joven con una reverencia—, yo en realidad he estado alerta, porque estos lugares se han llenado de seres malignos.
—Y yo no te he visto desde hace mucho tiempo. Todos pensábamos que te habías mudado de aquí —respondió Siu, muy sorprendida.
«De hecho, pensábamos que habías muerto ahogado».
—Es que... —Gao tardó en hablar—. La verdad no me gusta hablar de esto, pero he estado demasiado alejado de la gente. De hecho yo he...
Gao ya no pudo seguir hablando. Siu se había descompensado, ya que había perdido mucha sangre contra aquellos monstruos que habían devorado o suplido a sus padres. El joven la cargó entre sus brazos y la recostó en un tronco caído.
Siu perdió el conocimiento y el sentido del tiempo y el espacio. Pronto comenzó a soñar una vez más. En su sueño pudo divisar a Yun, que caminaba incansablemente en direcciones erróneas. Comenzó a correr detrás de él para alcanzarlo, pero por más que corría no pudo siquiera acercarse a él. Algo en él se iluminó justo en el área de su brazo; se trataba de una imagen bastante peculiar, pero estaba demasiado lejos como para poder ver bien de qué se trataba.
Mei había aparecido justo al lado de Yun y no se despegaba de su lado. Siu pudo observar cómo la joven viuda volteaba a verla a ella y le sonreía de una manera... ¿malévola? No logró descifrar la vibra de aquella sonrisa, pero algo no le cuadró del todo. Ella se veía una buena persona, bastante sufrida por el secuestro de sus hijos, pero, existía la posibilidad de que le hubiera ocurrido algo parecido a lo que les pasó a sus padres.
Pronto pudo ver otro panorama del bosque, el sendero hacia el monumento del Fenghuang se iluminaba con un aura dorado, luminoso tranquilo y apacible, para luego apagarse de repente y desplegar cómo aquellos lugares recónditos estaban llenos de aquellos seres con los que había combatido, que se estaban haciendo pasar por sus padres.
El corazón de Siu se llenó de miedo y su sueño se trasladó hacia donde ella yacía acostada. Le era imposible moverse y se le dificultaba respirar, pero al menos sus pupilas podían ver un poco el panorama que la rodeaba. A su lado estaba Gao y tenía una sonrisa bizarra. Aquello hizo temblar de miedo a Siu. Después de lo que había vivido no quería fiarse de nadie, a pesar de que Gao había demostrado en el pasado ser una persona amable y respetuosa.
«¿Qué tan acertados serán mis sueños? ¿A los que sueño con esas vibras malévolas, serán amigos o enemigos? Necesito una señal, algo que me acerque al bien y me aleje del mal. Yun... necesito decirle de los sueños, necesito contarle lo que he vivido. Si no es a él, ¿a quién podré decirle todo esto?»
En un abrir y cerrar de ojos, Gao comenzó a acercarse a Siu, la miraba con detenimiento y ella no podía hacer nada en absoluto. Él había sobrepasado la línea del respeto si es que acaso era real lo que estaba presenciando. Siu podía sentir su aliento chocar con su rostro y se percibía bastante realista.
Aquel hombre acercaba su gran mano a su cuerpo y ella no podía hacer nada. Su cuerpo estaba paralizado, entumecido por la inconsciencia del posible desmayo. Se sentía sola y sin nadie que fuera testigo de eso, y mucho menos de que la auxiliara.
«Por todos los dioses, quiero despertar de esta pesadilla. Por favor, necesito ayuda».
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Continuará
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Aquí con otro capítulo de esta novela oriental n.n
No puede ser, Siu se encuentra en problemas y quien sabe cuales son las verdaderas intenciones de Gao ¿Qué le acontecerá a nuestros protagonistas? Descúbrelo en el próximo capítulo ¡Gracias por leer!
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La guerrera del Príncipe Dragón
RomanceLa desgracia ha llegado a Ciudad Prohibida. Una maldición se apodera de la vida de An, la esposa del Emperador y amada Emperatriz del reino. El tiempo es muy limitado, pero aún hay esperanza. Un sabio de dudosa procedencia, dijo que la única salvaci...