Momento de celebrar

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Las personas del pueblo ya no pudieron conciliar el sueño, les era imposible y ahí en medio de la noche habían encendido una fogata enorme que rodeaba el cúmulo de escamas que una vez fue el dragón que los había atemorizado.

La gente ovacionada cantaba y celebraba todo frente a esa gran fogata de la cual las llamas parecían elevarse hasta el cielo. Todos estaban felices y hasta estaban preparando comida la cual ofrecían y repartían a todos.
Algunas mujeres se habían llevado a la chica para curar sus heridas que atendían con tanta amabilidad y gratitud por el hecho de haberles salvado de tal monstruo inimaginable.

Mientras una de las jóvenes vendaba su brazo, Siu sintió una mirada detrás de su nuca... Se trataba del príncipe, que la veía con intensidad desde el otro lado, a través de las llamas danzarinas.
Ella no pudo evitar que sus pupilas se dilataran y su corazón se acelerara una vez más con su presencia resultado imposible no tener aquellos sentimientos de los que irremediablemente no podía escapar.

Por inercia sonrío y él también desde ahí pero el solo hecho de recordar que él ya estaba prometido a otra persona la hizo desviar la mirada y borrar aquella mueca de felicidad para fruncir el ceño con frustración.

Por su parte el príncipe Yun, no pudo evitar bajar la mirada con resignación... Aquella resignación de la cual sabía la causa ¿Cómo podría explicarle lo que había hecho para salir del palacio?
Moría de ganas por explicarle todo porque ella le creyera y así volver a tener aquella platica que se había quedado pendiente entre ellos.

—Listo, señorita. Está servida —había dicho una de las mujeres que ayudó y alivió sus heridas de los brazos y la rodilla.

—No tengo como agradecerles su ayuda y hospitalidad —respondió Siu, con mucha alegría al sentirse mucho mejor.

Una de ellas negó con la cabeza para indicarle que estaba equivocada.

—Mucho más has hecho por nosotros esta noche y no tenemos como pagarles tanto. Hace mucho que no veíamos tanta alegría por estas calles. Por favor, disfruta de la celebración y come algo de lo que están repartiendo, verás que te va a encantar —La ánimo la más grande de edad.

—¡Ay, muchas gracias! Son ustedes muy amables. En verdad que todo este trajín me ha despertado el hambre —confesó con las mejillas coloradas y entre risas, la cual le contagio a las demás muchachas.

—Pues come con libertad y con confianza además... —Una de las jóvenes alargó esa última vocal —,creo que tu compañero te está esperando por allá. Me imagino que querrás ir con él —se atrevió a señalar con un poco de picardía en su voz, pero una de ellas la codeó para que no siguiera molestando la de esa manera.

—Pues, por el momento no pienso moverme de aquí, chicas —soltó Siu con determinación a no ir hacia dónde estaba Yun. Quería evitarlo lo más que pudiese.

Las chicas se quedaron viendo extrañadas. No entendían por que si habían hecho tan grande equipo y parecían conocerse tan bién, ella actuaba con tanta indiferencia como si no quisiera su presencia.

Se sentía tan mal de tan solo pensar en todo lo que había pasado y que había sido en vano porque simplemente no podía pasar nada entre ellos que odiaba el hecho de verlo como si no pasara nada; ella lo sabía muy bien.

Una parte de ella se sintió tan feliz de que el corriera auxiliarla, pero otra se sumió en la frustración y el enojo no debió haberla seguido hasta allá. Si es que él se acercaba, no dudaría en apartarlo, lo tenía bien decidido.

El semblante de Siu lo decía todo... Estaba hirviendo en enojo y ni siquiera se esforzaba por ocultarlo. Las mujeres que la habíam atendido no paraban de murmurar ahí entre el bullicio de la gente festiva.

Primero la observaban a ella mientras mordisqueaba un trozo de carne recién asado; con la misma, volteaban a ver al gallardo joven que ya había robado algunos suspiros sin él siquiera notarlo, porque estaba ocupado, charlando con el jefe del pueblo, sobre aquellas criaturas que atacaban sorpresivamente y podría ser que aquello tuviese que ver con algunas desapariciones de personas, en su mayoría hombres y mujeres jóvenes.

Yun tomaba nota mental de toda la información que aquel hombre de autoridad le proporcionaba, pero por ningún motivo le quitaba la vista a su amada rebelde que lo había estado ignorando y él sabía el por que.

En cuanto el jefe se distrajo hablando con otra persona, Yun se cruzó de brazos y pudo voltear a verla con más libertad. Así observó que una chica se acercó a Siu, luego otra y así ya tenía a todo un grupo alrededor de ella.

Le hicieron un hermoso peinado, parecía una diadema hecha con una trenza de su mismo cabello. Con mucho cuidado le dieron forma a su flequillo, el cual acentuaba más la belleza de su rostro. Él sonrió al verla ahí, tan radiante en medio de aquellas mujeres alegres que parecían haberse encariñado luego con ella.

Mientras platicaban de lo más ameno, llegó la hora en la que repartían vino a quienes desearan brindar de una manera más profunda. Siu no dudó en tomar una, dos, tres copas que parecían haber tenido un poco de efecto, se veía más relajada y hasta parecía que sus efectos la hacían reír con más frecuencia.

Siu comentaba cosas y señalaba a los instrumentistas, que interpretaban de manera magistral la cítara, el laúd con forma de luna, que con sus cuerdas acariciaban los oídos de quien los escuchara; también diversas flautas de madera, todo con ritmos alegres que representaban la gratitud de la gente.

La sonrisa de Yun se ladeó un poco cuando vio a uno de los jóvenes pueblerinos acercarse a ella para mostrarle uno de los instrumentos que ella se había quedado observando.

Pronto el príncipe se dio una cachetada mental, no podía estar sintiendo celos de todo hombre que se le acercara, suspiró y continuó viendo como Siu tomaba una de las flautas y comenzaba a interpretar una que otra melodía seguida de elogios por parte del joven, quien pronto se alejó para continuar con aquel repertorio jocoso.

Yun le dio un trago a su bebida, ya que la cena hacía varios minutos que había terminado y el sabor dulce del vino le brindó un poco de paz. Continuó observando con curiosidad como el conjunto de mujeres pronto animó a Siu a ponerse de pie y a ir con ellas a danzar, y aunque ella estuviese con sus heridas recién curadas, eso no impidió que se pudiera mover un poco con la música.

El joven príncipe se llevó la copa a la boca y terminó su vino de un romplón. Sintió cómo le escoció en la garganta, solo tenía ganas de acercarse a ella y no había tenido el valor para hacerlo... hasta ese momento.

Dejó la copa sobre la mesa donde había degustado los alimentos y sin detenerse a analizarlo, se encaminó hasta donde estaba el grupo de muchachas festivas.
Una que otra se dio cuenta de que el joven apuesto venía en dirección hacia ellas. El nerviosismo en conjunto se hizo presente.

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Continuará...

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La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora