Cada tramo le traía más recuerdos, incluso desde que llegó a la aldea Yumai, no pudo evitar ver de reojo la pequeña laguna en la que había perdido sus pertenencias a causa de una banda de rufianes, esa que había logrado ahuyentar con ayuda de la joven que en ese instante caminaba a su lado.
La joven arquera tomaba su mano hacia una causa por la que ambos habían decidido luchar y aquello era algo que había salido de sus planes de vida... Si es que durante toda su estancia en el palacio había tenido la oportunidad de tener uno propio, que naciera de él. Eso había cambiado, desde que la conoció.
Ya habían caminado un tramo bastante grande. Sus respiraciones un tanto agitadas era la prueba de que ya estaban adentrados en el monte Yumai. El joven reconoció que aún faltaba mucho camino, porque a penas habían llegado al río, pero Siu se veía relajada y con un semblante tranquilo.
De alguna manera eso le brindaba tranquilidad, ya que ella había dicho que conocía todo el perímetro; segundos más tarde se dio cuenta de que así era.
—Vamos, es por acá —Siu se soltó de la mano de él y corriendo, se desvió del sendero que era el que parecía transitable para los que desearan adentrarse a ese monte colosal.
Yun no puso peros y siguió a la joven arquera por entre la maleza, los arbustos y una que otra zanja que casi lo hacía caer, de no ser por su percepción de conocer más o menos el perímetro. Aún recordaba lo desproporcionado que el camino podía ser.
—No me pierdas de vista —anunció y sin más, Siu se abalanzó de un salto hacia un árbol frondoso y alto.
Yun se sobresaltó, pero con la misma despabiló y saltó hacia el mismo árbol. Por momentos sentía que caería, no tenía la costumbre de que algo así tendría que hacer para llegar más rápido al monumento. Aunque, de cuando en cuando la dejaba adelantarse un poco para contemplar lo habilidosa que era entre la naturaleza.
De pronto la perdió de vista, se regañó internamente, porque no debió dejarla ir tan adelante. Un dejo de angustia quería surgir de su pecho, pero no le dio rienda ni cabida a esa sensación.
Definitivamente las montañas eran un lugar demasiado recóndito en donde todo tramo parecía igual. Yun trató de mantener la calma, y observaba de un lado a otro. Tan solo lo que veía eran hojas y ramas por doquier, tanto así que le daba una sensación leve de mareo.
«Diablos... ¿En dónde se habrá metido?», fue lo primero que pasó por su cabeza.
No podía ser posible que al inicio de esa nueva travesía se perdieran el uno del otro. Era inconcebible que no llegarán al mismo tiempo y juntos como lo habían prometido.
Tantas cosas caóticas pasaban en su mente como el ataque de otro de esos dragones oscuros, porque estaba seguro de que ahí se albergaban algunos más, ocultos en las penumbras listos para atacar en cualquier momento menos esperado. El joven ya no quiso quedarse esperando en el mismo lugar, así que decidió bajar del árbol para ver si se encontraba un nuevo panorama.
Cuando sus pies tocaron el suelo, comenzó a caminar de manera errante en la dirección en que la vio irse antes de perderla de vista. Colocó su mano en la frente para desviar los rayos del sol de sus ojos mientras sus pupilas se movían eufóricas buscando respuestas. El silencio era algo que no existía por completo dentro de la naturaleza, ya que se escuchaban claramente pequeños crujidos de las hojas cayendo o quizás de algún animal merodeando por el lugar.
De repente esos crujidos se hacían un tanto más estridentes como si se tratara de pasos. Las alarmas de él se dispararon de inmediato que tuvo que ponerse en posición de defensa. No podía dormirse en los laureles con tanto peligro acechando.
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La guerrera del Príncipe Dragón
RomanceLa desgracia ha llegado a Ciudad Prohibida. Una maldición se apodera de la vida de An, la esposa del Emperador y amada Emperatriz del reino. El tiempo es muy limitado, pero aún hay esperanza. Un sabio de dudosa procedencia, dijo que la única salvaci...