Un sonido de sorpresa y estupefacción se escuchó en el corredor; se trataba del príncipe Jin, quien no esperaba abrir la puerta y ver que la señorita Wu Siu cayera de bruces en el suelo, con su hermano encima tan solo apoyando sus manos para no aplastarla y de ribete, la lluvia de flechas cayeron a sus pies. Aquello era demasiado para que el joven analizara de inmediato.
—¡¿Pero qué rayos está pasando?! —se limitó a exclamar con más exasperación que confusión en sus palabras.
Yun se levantó de inmediato y Siu no esperó un segundo más para ponerse de pie casi como un resorte, acto que sorprendió al príncipe menor, ya que el quería ofrecerle su mano para que ella se levantara, pero no hizo falta en absoluto.
—Hermano, padre viene para acá, ya no tarda en venir —Jin volteó a ver a Siu y se alarmó más aún—. Ella —señaló—. Si la ve a ella considerate hombre muerto, Yun. Hay guardias con él ¡Tiene que esconderse ya!
Aquello último vaya que sobresaltó a ambos jóvenes, quienes se apresuraron a levantar cada una de las flechas lo más rápido que pudieron. Cuando Jin intervino lo hizo más rápido y Siu pudo recuperar todas sus flechas.
A lo lejos se escuchaban unos pasos ligeros acercándose por el pasillo. El corazón de Yun se aceleró, nunca fue su intención meter en más problemas a Siu y menos buscarse problemas con su padre, solamente se guiaba por lo que su corazón le dictara, lo cual estaba siendo algo más difícil que seguir las reglas.
Jin volteó a ver a todos lados y empujó a Siu para indicarle que corriera lo más que pudiera, lo cual ella captó de inmediato, volteó a ver una última vez al angustiado Yun que la miraba con anhelo y se sentía tan acorralado como ella y con un gran sentimiento de culpa por haberla retenido.
El príncipe menor dio un paso para seguir a Siu, pero la mano de su hermano se aferró a su brazo, él lo volteó a ver con la adrenalina invadiendo sus sentidos, pero se logró calmar, porque a tiempo la sombra de su padre se hizo presente frente a ambos; alguien iba a recibir una reprimenda por tardarse.
Siu por inercia tocó sus labios, recordando el grave error que había pasado entre ella y el príncipe. Con la misma, dio unos pasos hacia atrás para darse vuelta y comenzar a correr con el máximo que sus piernas respondían.
Algo en su pecho comenzaba a doler, quizá era el miedo que la invadía y no la dejaba en paz durante el trayecto por esos pasadizos que parecían laberintos.
A lo lejos escuchó voces masculinas. «Ay no, seguro son los guardias... Por favor, Buda, ayúdame a ocultarme», imploró la joven con el peso de su remordimiento a cuestas.
La sensación de alguien detrás de ella persiguiéndola la llenó de ansiedad, que por ir angustiada viendo hacia atrás, Siu pasó por alto que alguien iba muy cerca de ella y terminó chocando fuerte con otra persona, lo cual la hizo impactar contra el suelo; esta vez ella reaccionó para que las flechas no se dispersaran por el suelo.
—¡Auch! —se quejó una voz masculina y Siu se detuvo un fragmento de segundo a ver de quién se trataba.
La persona con quien se había chocado, era un hombre altivo de cabello perfectamente recortado, su piel parecía quemada por el sol, justo como la de ella. Llevaba vestiduras ligeras, parecía que iba armado, debajo de su camisa se veía como si llevara un arma blanca; cuando despabiló aquel muchacho, se sorprendió al verla allí angustiada.
—Perdona —dijo ella con la voz agitada y se levantó con rapidez para seguir con su trayecto errante, pero una mano frenó su impulso—. Oye, suéltame ahora... Debo irme con urgencia, no puedo charlar.
—Pero... ¿Qué te ocurre? —inquirió arqueando una ceja—. Parece como si fueras una delincuente huyendo. No me digas... ¿Acaso eres la chica que el emperador desea que se vaya?
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La guerrera del Príncipe Dragón
RomanceLa desgracia ha llegado a Ciudad Prohibida. Una maldición se apodera de la vida de An, la esposa del Emperador y amada Emperatriz del reino. El tiempo es muy limitado, pero aún hay esperanza. Un sabio de dudosa procedencia, dijo que la única salvaci...