Sucumbiendo ante la pasión 2

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Se sentía como haber ido al cielo y con la misma seguía permaneciendo ahí en el planeta Tierra. A pesar del cansancio de lo que habían vivido en carne propia, no podía pegar el ojo, a diferencia de ella, que yacía a su lado y dormía plácidamente mientras lo abrazaba, como si no quisiera dejarlo ir aún en ese estado de reposo profundo.

Yun, distraído jugaba con sus cabellos revueltos entre sus dedos mientras miraba el techo, pero lo que en realidad hacía, era revivir una y otra vez ese momento tan esperado y único; se habían entregado uno al otro y lo habían hecho con tanta pasión, que todo le decía, que fue la mejor decisión amar a esa mujer.

Ahí, envueltos en una sábana, no podía creer lo increíble que ella había estado, tan decidida, tan inexperta también, pero con cada caricia, con cada centímetro de piel, que había saboreado el uno del otro, hacía que fuera el momento más especial que hubiera tenido nunca.

En su mente llevaba grabada la imagen de su figura al desnudo, más hermosa de lo que hubiera imaginado. Pudo recordar como sus manos escrutaron cada tramo de sus curvas y se impregnó de lleno en su olor y ella de su esencia cuando al fin se conectaron de la manera más íntima y cálida.

Yun suspiró con ilusión, porque a partir de ese momento, solo pensaria en amarla para siempre. Nada ni nadie haría que se separaran, ya le había demostrado a ella lo mucho que podía hacer para estar a su lado y ahora esa idea se había maximizado a la décima potencia.

Haría todo lo que fuera por ella, incluso volver a ese tétrico lugar en la cima del monte Yumai, donde desearía jamás regresar, pero su amada Siu estaba primero y ya no cometeria el error de dejarla a un lado por orgullo. Yun apretó los ojos al recordar lo obstinado que fue y lo caro que fue el precio tras haberse comportado así.

De pronto, sintió como una traviesa mano comenzó a acariciar sus pectorales descubiertos, caricia que envió una punzada de deseo desde su vientre hasta el punto donde desembocaba el placer de su cuerpo.

—¿Yun? —susurró la joven, con somnolencia.

—Siu... Buenos días por segunda vez. Despertaste por fin —bromeó con una tonta sonrisa que no pretendía ocultar.

—Tú eres el causante de que me de sueño más de una vez en el día —prosiguió ella entre risas. Yun suspiró y comenzó a acariciar la suave piel de la espalda de la joven.

—Y tú eres la causante de mis desvelos, así que estamos a mano —respondió Yun y ambos rieron con suavidad para darse un casto beso en los labios y mirarse a los ojos.

—Eres hermosa, de pies a cabeza —soltó Yun y dejó un beso en la punta de la nariz de Siu, a quien invadió el color carmesí en su rostro.

—Que cosas dices... Tú no te quedas atrás, eres un hombre muy guapo. Ahora me atrevo a decírtelo —elogió Siu y Yun la tomó por el mentón para plantarle un profundo beso que ambos disfrutaron sin premura, mientras sus lenguas danzaban y se acariciaban entre sí; los jadeos y gruñidos de placer se hacían presentes.

De pronto, la mente de Siu llegó el razonamiento de sus actos ¿Cómo podía actuar como si estuviera con un hombre ordinario? ¿Acaso se le había olvidado que era un príncipe? Porque después de todo lo era y no había posibilidad de que él pudiera negarlo.

Todo estaba mal en ese sentido y algo le decía que no podría perdonarse el cómo actuó sin importarle nada más. Aunque, debía reconocer que tenía razones de peso, sabía que su vida se acortaba con cada segundo.

«Solo debe importar la salvación de China. El pueblo corre peligro y nosotros aquí... pasando el tiempo, sabiendo que igual esto es algo imposible. Necesitamos actuar ahora mismo o todos perecerán».

En cuanto Yun comenzaba a encenderse nuevamente y la acariciaba con locura bajo las sábanas, Siu se tensó un poco y paró aquel beso apasionado, ante un descolocado joven, quien notó de inmediato que algo pasaba. La vio a los ojos con un atisbo de duda y frunció el ceño con preocupación.

—¿Siu? —inquirió para escuchar lo que ella debía decir.

Ella se sentó y lo volteó a ver con anhelo, porque estaba claro que deseaba proseguir aquello tanto como él.

—Yun, debemos irnos. El llamado del Fenghuang es muy fuerte para mí y no podemos esperar más —dijo con urgencia mientras se levantaba y comenzaba a vestirse.

—Tienes razón... —respondió Yun, con pesadez mientras imitaba las acciones de Siu—. Por un momento olvidé todo.

Siu volteó a ver a Yun con complicidad, porque a ella le había pasado lo mismo. Ella se acercó a él y le dio un beso en la mejilla.

—Jamás olvidaré este momento. Fue muy lindo —afirmó Siu y Yun sonrió con calidez; se derritió ante aquellas palabras, ella era su debilidad.

—Pues no solo tú... —Se acercó más y la abrazó—. Yo tampoco lo haré, porque eres la mujer que amo.

Aquellas palabras le hacían bien y mal al mismo tiempo. Su corazón se llenaba de dolor al saber que pronto tendría que decirle adiós. Solo se limitó a corresponder ese abrazo tan acogedor y por una vez más inhaló ese aroma varonil que tanto amaba.

En silencio se terminaron de vestir y ordenaron la cama nuevamente, preparándose para partir hacia el monumento; esta vez las cosas serían diferentes, porque de la casa de Siu tomaron abrigo y recipientes para almacenar agua; lo más importante era que iban armados y listos para luchar si así lo requería. Irían más que preparados, sobre todo porque ella llevaba el mapa del monte Yumai tan arraigado en su memoria, porque ese lugar era parte de ella.

Luego de que las maletas estaban listas y sus corazónes también, ambos se vieron con determinación, asintieron y se reverenciaron para salir de la casa de la joven. En cuanto Siu puso un pie fuera de allí, la opresión de ansiedad en su pecho se hizo presente; la aldea Yumai estaba completamente vacía.

—Pero... ¿Qué pasa? —Se preguntó con angustia.

—Yo no lo sé, pero no me gusta para nada lo que está pasando —respondió Yun, mientras observaba aquellas casas vacías, las cuales había notado desde la madrugada, pero en ese momento solo pensaba en ayudar a Siu, quien había levitado de regreso al que fue su hogar.

—Vamos hacia el monumento —afirmó Siu y sintió la mano de Yun aferrarse a la suya.

—Andando —dijo mientras comenzaba a caminar con ella, hacia aquel lugar boscoso y lleno de secretos.

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Continuará...

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La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora