La situación se había complicado sobremanera. Aquellas mujeres habían revelado sus verdaderas naturalezas y una de ellas se había ido, mas la incertidumbre de lo que realmente planeaba era una incógnita escalofriante; poddría volver en cualquier momento.
—Shun, ¿te encuentras bien? —Jin había llegado a auxiliar a su hermano junto con algunos curanderos, pero el príncipe heredero ya se había levantado y se terminaba de colocar su armadura.
—Todo bien, será mejor que tú reposes, no puedes pelear en este estado, es un suicidio —El semblante de Shun se veía preocupado, pero Jin negó con la cabeza.
—No... no puedo quedarme de brazos cruzados, voy a luchar, mi armadura llegó a mi por una razón al igual que la tuya... Parece ser nuestro destino —afirmó Jin y ofreció la mano a su hermano, quien la recibió en un acto de reconciliación y se logró levantar.
—Pero qué tiernos están los principitos... Muy conmovedor —Anong fngió que se secaba una lágrima y comenzó a acercarse, pero Wen jaló con sutileza, de la manga del vestido de ella, quien la volteó a ver con el ceño fruncido.
—Oye... no me detengas, ya estuvo, no voy a esconderme más —La joven se hizo el quite del agarre de Wen, pero con la misma se acercó dubitativa— ¿Y a ti que demonios te está pasando? Hay que acabar con ellos ¿O acaso quieres dejarles el camino libre? ¡Vamos, atácalos!
—Ve tú... Yo te alcanzo después —Wen empujó a Anong y esta negó con la cabeza para interponerse en el camino de los príncipes, que solo las observaban con desprecio.
—Primero, Nian, se va a quién sabe dónde y ahora tú te quedas como roca inútil... A este paso nos van a terminar aniquilando.
—Tú no debiste irte por este camino tan bélico... ¡Teníamos un plan y lo echaste a perder! —alegó la joven de ojos azules.
—Ese plan no iba para ningún lado. Ahora tendremos que llamar a...
Anong ya no pudo emular frase alguna, porque mientras las dos jóvenes discutían, Shun y Jin aprovecharon la distracción y las tomaron por sorpresa, ambas forcejeaban y pataleaban, aún así, era evidente que ellos tenían bastante fuerza.
Mientras tanto, Heng estaba decidido a ayudar a su ciudad. No deseaba preocupar de más a sus hijos, pero desde hacía horas él no se sentía del todo bien, aún así aquel detalle lo ignoró y dio la orden de que lo escoltaran hacia el puente del palacio, rumbo a las calles donde se estaba llevando otra batalla campal.
—Ya no me voy a esconder más —espetó Heng y se acomodó su armadura para pedir su corcel y salir rumbo a las calles de Ciudad Prohibida, pero aquellas dos damas se transformaron en dragonas colosales, al igua que Nian.
Los príncipes cayeron de bruces, ya que la fuerza que emanaron para convertirse era muy fuerte. Las dragonas parecían seguir sonriendo con maldad y se dedicaron una mirada cómplice en una especie de debate conflictivo. Luego parecieron llegar a un acuerdo para correr hacia el Emperador, él era el blanco que buscaban e iban con todas sus fuerzas hacia él.
—¡No! —Shun comenzó a correr para ayudar a Heng y descubrió que podía alcanzar velocidades inigualables, porque en un dos por tres ya estaba junto a él e interceptó su espada contra las garras draconianas. Su tatuaje brilló como el oro y traspasaba la armadura.
— Hijo... —musitó Heng, conmovido por las habilidades colosales de él.
—Anda, no hay mucho tiempo —Shun le señaló con la mirada que siguiera adelante, que él no permitiría que ese ser le impidiera tomar las decisiones que él, como emperador ya había hecho.
Shun apartó a la bestia con su espada y le propinó un corte en el abdomen que la hizo gritar ¿Se trataba de Anong, o de... Wen? ¿Por qué seguía pensando en ella, si era una vil mentira todo lo que vivieron? No había tiempo de analizar nada, porque la bestia lo contraatacó y mandó su espada a volar para colocar su pata encima y quitarle movilidad.
Con Shun acorralado, Jin contraatacó con su espada a la dragona que le estaba bloqueando el paso, pero era demasiado fuerte. El mediano pensó en Yun mientras esquivaba los ataques de aquella bestia.
«¿Presentirás algo, Yun? Necesitamos unir fuerzas o pereceremos. Si tan solo estuvieras aquí».
A lo lejos, Jin escuchó el grito de batalla de su padre, sabía que estaba dando todo de sí, de inmediato se preocupó, él ya no estaba para esas situaciones de vida o muerte, pero despabiló para seguir esgrimiendo su espada. No podía ir en ayuda de Shun y tampoco de emperador.
Su tatuaje se encendió y con furia saltó para asestar el filo de su espada justo en la cola de la criatura para partirla en el acto. Un chillido estridente se escuchó, que alertó a la dragona que entretenía a Shun, pero que en realidad no lo estaba atacando ¿Por qué a él le había tocado la más agresiva por segunda vez?
Debido a los movimientos que ejecutó, las heridas de Jin comenzaron a sangrar más, su vista se estaba nublando, antes de caer desmayado colocó su espada enfrente para protegerse, no tuvo tiempo de nada, porque otro zarpazo venía hacia él ¿Acaso ese era su fin? Solo se limitó a apretar los ojos para aceptar su destino.
El sonido de un objeto rápido rompiendo el aire invadió los oídos de Jin, luego de eso unos segundos de silencio, seguido por un grito estridente y gutural que casi le rompe los tímpanos y que lo obligó a abrir los ojos nuevamente para encontrarse con que una flecha había traspasado la garganta de la dragona, que se retorcía como si estuviera luchando entre la vida y la muerte.
Jin volteó a ver a todos lados y se puso de pie, giró y cuando se le ocurrió ver hacia el muro que dividía el palacio de la ciudad, ahí estaban y no podía creerlo; su corazón se llenó de dicha y euforia porque habían llegado... Yun y Siu estaban ahí y juntos habían soltado aquella flecha para saltar hacia donde Ciudad Prohibida y su padre Heng, los necesitaba con urgencia.
Aquella criatura se seguía retorciendo de dolor, esta vez el príncipe mediano corrió con su espada lista para acabar con su vida de una buena vez, pero al parecer aún tenía energías suficientes para lanzar un último grito tan agudo que toda la ciudad se detuvo al sentir ese dolor de oído provocado por la dragona.
El cielo se oscureció más y aquellas dos criaturas —que antes se trataban de dos jovencitas casaderas—, corrieron hacia algún lugar desconocido. Shun y Jin se voltearon a ver con desconcierto y no dudaron en correr en dirección a la salida del palacio; algo más estaba por acontecer y debían unir fuerzas si querían salir victoriosos.
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Continuará...
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La guerrera del Príncipe Dragón
RomanceLa desgracia ha llegado a Ciudad Prohibida. Una maldición se apodera de la vida de An, la esposa del Emperador y amada Emperatriz del reino. El tiempo es muy limitado, pero aún hay esperanza. Un sabio de dudosa procedencia, dijo que la única salvaci...