Todo era como haber despertado de un sueño profundo, en el que las cosas son en blanco y negro, pero al abrir los ojos, el entorno era de colores intensos, brillantes y las posibilidades humanas se multiplicaban; así se sentía el poder compartido.
Una espada desenvainada y esgrimida con mucha fuerza, partía en dos a una fiera azabache desde el abdomen hasta la tráquea. Las horas de entrenamiento no habían sido en vano; bien decían que: "la práctica hace al maestro", era algo que Yun no podía creerse del todo, pero que estaba pasando en ese mismo instante, desde que el primer dragón se había asomado fúrico y los había atacado sin más.
Una flecha se disparaba desde la lejanía de un punto lejano estratégico, para cortar el aire, hojas y todo lo que a su paso se encontraba, hasta dar con el blanco exacto que la joven deseaba. Una sonrisa victoriosa se dibujaba en su rostro cuando veía como la siguiente criatura que deseaba atacar a traición, se retorcía para quedar tendida en el suelo. Aquello que antes les pareció dificultoso, era ahora como devorar un bizcocho de un mordisco; sencillo y en parte... satisfactorio de alguna manera.
Diez dragones que habían llegado a emboscarlos, diez monstruos despiadados que no habrían tenido el menor remordimiento para destazarlos de un zarpazo. La luz que irradiaba la espada y el arco cada vez que utilizaban su poder, era hasta mística. Era la prueba de lo que Siu había vivido minutos antes.
Yun volteó a ver a la joven y levantó el pulgar en señal de que todo marchaba bien con él y de que la lucha había sido ganada por ellos. Siu sonrió ampliamente y él le sostuvo la mirada. Siempre pasaba aunque no lo planearan, no podían dejar de verse y menos con la adrenalina recorriendo sus cuerpos cansados.
Siu, de un salto llegó hasta donde se encontraba Yun, recuperando el aliento y se quitó el flequillo que se le pegaba a la frente por el sudor y suspiró profundo para oxigenar un poco más su cuerpo. Con la respiración entrecortada se lanzó a su cuello y él la recibió para no dejarla caer. Se vieron a los ojos con intensidad, rozaron sus narices y se besaron con respiraciones agitadas y mordiéndose los labios con pasión, pero no quedaba tiempo para analizar nada más, ella había visto que los dragones se multiplicaban, estaban ganando terreno.
—Yun, no hay tiempo. Hay dragones por todo el camino hacia Ciudad Prohibida. No sé cuanta más energía tengamos para luchar nosotros dos solos —dijo sin soltarse del agarre de él.
—Tranquila, todo va a salir bien, tengamos fe. Estas cosas no pasaron por mera casualidad. En cuanto logre hablar con Shun y Jin estoy seguro de que entenderán la causa, después de todo, ellos también portan las armaduras carmesíes —Yun besó la frente de la joven, quien sonrió ante ese gesto tan íntimo ¡Oh, cuánto lo amaba! Aprovecharía cada minuto que le quedara a su lado para demostrarle que sentía lo mismo.
De repente, mientras seguía abrazando a Yun, ahí recostada en el hombro de él, Siu se percató de algo que antes no había podido observar:
Aquellos cúmulos de escamas parecían pedir auxilio, no con la voz, sino con sus vibraciones, unas que ella había comenzado a sentir en esos momentos y que antes ni por asomo podía percibir. El dolor en su pecho le mostraba la empatía que comenzó a sentir; era como si le estuvieran hablando directo a su alma.
—Siu... ¿Sientes lo mismo que yo? Piden ayuda... —¿Acaso era posible que Yun también estuviera sintiendo aquel llamado?
—Creo que... sí —dijo ella mientras mordía su labio inferior.
—Vamos a ver, de prisa —Yun le dio un beso casto en los labios y ella sonrió para hacer lo mismo.
Con suavidad se deshizo del agarre de Yun y comenzó a ver directo a todos esos cúmulos, esos que habían quedado tras la muerte de los dragones oscuros. Podía sentir el sufrimiento, el dolor agudo y al percibirlo, tragó grueso.
«El pendiente», esa era la frase que tenía grabada como un tocadiscos en plena repetición ¿Acaso para todo era la respuesta? Tal parecía que sí y debía aceptarlo de una buena vez antes de considerarse una loca de remate.
—Ten cuidado, por favor —musitó él, precavido por si en cualquier momento esas cosas se dignaran a revivir como los mismos monstruos que acababan de vencer.
—Lo tendré —respondió mientras le guiñaba un ojo y con la misma se agachó para inspeccionar aquellas escamas azabaches con iluminaciones un tanto coloridas.
Yun sostuvo firme su espada y con el ceño fruncido y la concentración a mil, la dirigió hacia el norte, el sur, el este y el oeste; no quería llevarse sorpresas, así que estaría en guardia, viendo con sigilo hacia todos lados, en caso de que, o revivieran las escamas, u otro dragón feroz apareciera de repente y sin aviso.
—Oye, Yun... —susurró Siu mientras acercaba el oído al nivel de las escamas—. Creo que está latiendo, como un corazón.
Si el príncipe no quería perder la concentración, esa frase lo descolocó tanto, que bajó la guardia para inclinarse y cerciorarse de lo que la joven había dicho. Abrió los ojos como platos, porque en efecto, aquello no era nada más que la verdad.
De pronto una luz de color rosa se encendió en el pecho de Siu, era la señal de que algo pasaba. Con cuidado, una vez más, la chica se quitó el pendiente y sin más preámbulos, lo colocó sobre las escamas latientes.
—Por Buda... —fue lo que alcanzó a musitar el joven con asombro. Porque lo que prosiguió a la iluminación, en seguida lo dejó más descolocado que antes.
Siu se apartó con el pendiente en la mano, ya había cumplido un objetivo y era algo extraordinario:
Ahí, ante los ojos de ambos jóvenes, se levantó una persona y no... No era un espectro, porque cuando se desplomó en el suelo y Yun fue a levantar a aquel desfallecido hombre, se sentía tangible, ¡estaba vivo! Se encontraba en un estado deplorable, parecía desnutrido, sin contar con que de inmediato comenzó a moverse con sutileza.
—Ya revisé su pulso... Hay que sacarlo de aquí, tiene frío y está muy delgado —dijo Yun con preocupación.
Con los atajos que me sé, estoy segura de que sacaremos a todos de aquí —Siu comenzó a contar los cúmulos de escamas— ¡Son diez personas, Yun!
—Diez personas que ayudaremos hasta el final. Por suerte tengo un carruaje, el más viejo que pude encontrar para no afectar a padre, pero sé que nos servirá en esta nueva misión.
—Tú eres maravilloso ¿Lo sabes? —inquirió Siu con coquetería.
Ambos acercaron sus rostros con anhelo de sentir sus labios una vez más, pero un quejido los sacó de su atmósfera y se sobresaltaron.
—Vamos, convierte a todos cuanto antes —pidió Yun—. Yo memoricé el camino, comenzaré a llevarlos al carruaje.
—¡Bien! —afirmó Siu y se puso manos a la obra.
El camino sería muy largo hasta Ciudad Prohibida, no solo porque los dragones eran numerosos, sino porque ahora la faena consistiría en salvar a todas esas personas de un trágico final.
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Continuará...
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La guerrera del Príncipe Dragón
RomanceLa desgracia ha llegado a Ciudad Prohibida. Una maldición se apodera de la vida de An, la esposa del Emperador y amada Emperatriz del reino. El tiempo es muy limitado, pero aún hay esperanza. Un sabio de dudosa procedencia, dijo que la única salvaci...