La verdadera identidad del enemigo

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Los ojos de Yun no podían estar más encendidos, las lágrimas le nublaban la vista, pero la rabia le nublaba la razón. Tomó su espada y con un grito se abalanzó ante aquella bestia, sin piedad y con todo lo que sentía por dentro.

Dio uno, dos, tres y muchos más golpes que parecieron hacerle daño a la bestia,mas bien, de un golpe, su armadura voló en pedazos en la parte del pecho y el casco que lo protegían.

Mientras aquella escena se llevaba a cabo, Siu arrastró al emperador malherido con ayuda de Qiao y lo acostaron en un lugar seguro.

—¿An? —musitó Heng, viendo hacia la nada mientras elevaba su mano hacia arriba.

—Emperador, resista —Siu intentó usar su pendiente de jade, pero no hubo respuesta ¿Cómo podía ser posible?

Siu, con las manos temblorosas tomó su pendiente y lo colocó ahí donde la sangre no paraba de salir a borbollones, pero este no surtió efecto, no se iluminaba y no entendía el por qué. La desesperación brotaba desde su pecho hasta su garganta, pero al no poder, rasgó la manga derecha de su qipao y con este hizo compresiones de primeros auxilios, pero la herida era muy profunda.

—Wu Siu, intenta detener el sangrado, vuelvo en seguida —dijo Qiao con angustia y salió corriendo para ir por ayuda.

Por un momento, Siu pudo ver un aura luminosa como en llamas, sabía de qué se trataba. En cuanto quiso divisar de quién se trataba, un dragón oscuro intentó llevarse a Heng. Siu intentó golpearlo con todas sus fuerzas, usó sus puños y patadas pero este no lo soltaba.

—Hacia atrás —escuchó la voz de Yun, ella hizo caso y observó como esa criatura estaba siendo partida en dos. El poder que emanaba Yun era colosal, sus ojos al rojo vivo, su camisa rota no solo mostraba su musculosa figura, sino que también el tatuaje que brillaba con intensidad.

Siu despabiló y se llenó de determinación. Tomó una de sus flechas y apuntó hacia la gran bestia, que hasta ese punto, parecía no haberla notado para nada, pero eso era algo que usaría a su favor.

—Yun, atácalo ahora —gritó Siu y sin pensarlo dos veces, Yun lanzó un grito junto con su espada y ella al mismo tiempo tiró una flecha.

El espadas de Yun lo hizo quejarse y la flecha de Siu se quedó clavada en su lomo. Aquello hizo enfurecer a la gran bestia azabache, la flecha se había clavado entre su piel escamosa. El enorme dragón respiró fuerte, se sacudió la flecha y volteó a ver a la dueña de esta, que lo miraba con furia y sin miedo.

Los ojos de la bestia se agrandaron cuando vio el pendiente de jade que relucía en su pecho con los pocos rayos de sol que llegaban hasta allí y por un momento dejó de atacar. Se acercó lentamente y evadió los ataques de Yun, quien, con la respiración agitada se detuvo para ver qué demonios le pasaba a la criatura.

La gente del pueblo aun no se daba por enterada de lo que estaba ocurriendo. Mientras tanto, los ojos de Heng, dieron un último halo de brillo y se opacaron. Su mano cayó de un solo contra el duro suelo. Nadie sabía si estaba inconsciente o si ya había fallecido.

Jin y Shun gritaban de dolor por su padre, pero las dragonas les impedían el paso, de repente el dolor pudo más y ambos se abalanzaron hacia ellas, sin piedad y con determinación. Jin hirió la cola de una de ellas y Shun había derribado a la otra y estaba ahorcándola con su espada. De repente, una sombra se pasó llevando a las dragonas para acorralarlas.

《¡Corran, ayuden al príncipe Yun y a la guerrera que lo acompaña, no hay mucho tiempo!》, dijo la voz que Jin pudo reconocer de inmediato.

Sus ojos se aguaron y su boca se entreabrió. Un escalofrío estremeció todo su cuerpo ¿Por qué sintió eso? ¿Sería porque ni siquiera el dragón oscuro líder había hablado? Esa dragona tenía algo que lo aterraba y lo fascinaba al mismo tiempo.

La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora