El sabor de lo prohibido

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Los primeros rayos de luz solar se colaban por la gran cortina roja y que dejaba ver a dos amantes enredados entre las sábanas. El olor a rosas del incienso que se había consumido aún seguía invadiendo la habitación, sumado a las velas rojas que rodeaban el lugar, y aunque estuvieran ya apagadas, le daban un toque mágico al lugar donde había acontecido algo hermoso para ellos dos.

¿Cómo había logrado caer tan pronto? No se suponía que eso debía pasar, era algo reglamentario, algo que desde siempre su padre le había hablado. Eso era lo que se preguntaba Shun, quien miraba hacia el techo y meditaba sobre sus actos, pero su corazón no dejaba de ir a mil y la electricidad que recorría su entrepierna le recordaba lo bien que lo había pasado y cuanto añoraba repetir aquello tan prohibido y tan placentero.

Ya había pasado una hora, o quizás mas desde que ella se había colado a la habitación del príncipe heredero, aprovechando que con coqueteos, juegos seductores y besos desenfrenados, se habían rendido por fin a sus bajas pasiones, aún sabiendo que esa relación estaba comenzando, que debían respetar el compromiso que les había sido conferido.

Wen suspiró entre sueños y se abrazó un poco más a Shun. Él sonrió, era tan tierna, tan sensual al mismo tiempo, que no deseaba apartarla de su lado, pero la angustia de lo incorrecto se clavó en su pecho, lo cual hizo que se levantara de un tirón, para verificar que la puerta estuviera bien cerrada, no quería que los sirvientes entraran, como lo hacían todas las mañanas para llevarle su vestimenta del día, pero en esos momentos ni loco dejaría que alguien se diera cuenta de lo sucedido.

Con rapidez se colocó su bata con la que dormía y revisó la hora en el reloj de pared que hacía su sutil sonido marcando los segundos. Ya casi iban a ser las 6:00 y Wen debía salir de ahí isofacto o las cosas se pondrían muy mal, aún peor de lo que ya eran a causa del rebelde de Yun, quien resultó serlo mucho más que Jin. Shun no debía agregar más sal a la herida de lo que ya había ocurrido, eso le hizo llevarse la mano a la frente con preocupación.

Wen comenzó a despertarse, se sentó mientras jalaba la sábana para cubrir sus atributos femeninos y se estiró para desperezarse, peinarse con una mano su cabello revuelto y ver a Shun con una sonrisita asueñada. Él se derritió ante aquel gesto, lo tenía loco de pies a cabeza, tanto así que solo con una sonrisa mandaba a volar cualquier sentimiento de culpa o de remordimiento ¿Cómo era aquello posible?

—Buenos días, dulce princesa —dijo Shun, sin dejar de contemplarla.

—Buenos días, príncipe hermoso —respondió sin más, como si tuvieran todo el tiempo del mundo.

Shun se rascó detrás de la cabeza sin dejar de sonreír, pero luego despabiló y vio lo grave del asunto.

—Wen... Lo olvidaba, no debes estar aquí, prometimos que te irías antes de que saliera el sol y solo mira. Sabes que no me gusta sentir que te echo, no lo hago, pero no quiero que nos separen —comentó con angustia.

La joven se llevó una mano a la boca, ella también había salido de su burbuja de manera abrupta y con la misma se levantó y comenzó a vestirse lo mejor que pudo, aunque demoró algunos minutos.

Se vio al espejo y acomodó su cabello, para salir corriendo hacia la entrada de la habitación, no sin antes dejar un beso en los labios del príncipe que lo correspondió con anhelo.

—Ten cuidado de que no te vean, por favor —suplicó sintiéndose impotente de dejarla ir así.

—No te preocupes, nadie me verá ¿Te veo abajo para desayunar? —La dama pestañeó con rapidez y le guiñó un ojo.

El príncipe quedó embelesado en ese último gesto de su prometida quién sabe por cuánto tiempo, pero luego escuchó que alguien llamaba a la puerta. Se alarmó, porque no era ni medio normal que él tuviese velas rojas, dos copas de vino e inciensos por todos lados.

—Su alteza, buenos días ¿Está ahí? Venimos a dejarle su atuendo y a limpiar su habitación.

Con rapidez escondió debajo de la cama las copas, el vino y lo demás inusual, corrió la cortina, esperando que el aire se llevara toda la evidencia de lo que había ocurrido. La puerta una vez más sonó y su corazón saltó de angustia. Se acomodó el cabello que tenía suelto y abrió solo un poco para asomar su cara.

—Buen día, hoy deseo quedarme unos minutos más en mi recámara —espetó Shun con seriedad.

—Pero... Su alteza, nosotros... —fueron interrumpidos de inmediato.

—¿No me han escuchado? Pueden venir dentro de una hora si quieren —dijo con firmeza—. Solo me quedaré con mi atuendo, ese sí lo usaré en unos momentos —extendió las manos para que le dieran sus ropas y así, sin decir más, los sirvientes se vieron con complicidad y con la misma se marcharon, extrañados, porque para el príncipe todo era rutinario y exacto.

Shun al fin pudo respirar profundo, porque tenía una hora para llevarse evidencias y para que la habitación se liberara de la esencia que había quedado de la pasión compartida, esa que ni siquiera se esperaba aflorara tan rápido entre los dos, pero que era una realidad y desde ese momento una constante en su vida.

Después de salir con cautela a colocar en algún punto estratégico, se regresó a su habitación y verificó que las cosas estuviesen como siempre, asintió cuando comprobó que así era. Mientras se dirigía hacia el comedor real, no pudo evitar recordar lo que Wen le había dicho, en uno de esos momentos en que se detenían un poco para tomar oxígeno:

«Oye, Shun... Estuve platicando con las chicas, me refiero a Anong y a Nian. Dicen que han hecho un monumento de tu hermano derrotando un dragón ¿Qué tan cierto es? Yo considero que siendo tú el futuro emperador, a quien deberían estar haciendo ese tipo de cosas, es a ti —Se abrazó más hacia él mientras seguía respirando fuerte—. No es para ponerte en contra de él... Solo, deberías estar más presente allá afuera, tú eres quien merece ese lugar, solo piénsalo».

A lo mejor ella tenía razón, ese mini discurso no lo había dejado en paz en toda la noche y madrugada. Él desafortunadamente no tenía a cargo nada que tuviese que ver con el pueblo.

Estaba dispuesto a hablar con su padre para que le comenzara a dar más interacción, o él tendría que buscar la forma. Desde hacía mucho que él se sentía menos querido por el pueblo... Eso tenía que cambiar de una vez por todas.

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Continuará...

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La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora