Nuestra odisea

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La respiración de Siu se volvió fuerte y angustiosa. Ahí detrás de ella no había nada, pero no podía ser, si ella había sentido la presencia justo respirándole en la nuca. A partir de ese momento la paz se fue de su alma, sabía que en cualquier momento esa sensación escalofriante volvería, no tenía dudas; ahora sí ya no podría conciliar el sueño de ninguna manera.

Sin dudarlo ella se apresuró a tomar su carcaj lleno de flechas y aquel arco que tanto atesoraba. Ni siquiera pensó en despedirse, no había nada que la detuviera para salir de un salto por la ventana. La sensación de sentirse perseguida no la dejaba en paz y parecía seguirla a sus espaldas.

Emprendió camino con la máxima rapidez y corrió lo más que pudo por aquellas calles desconocidas iluminadas tan solo por la luz de la luna. De vez en cuando comenzó a voltear a ver hacia atrás y aunque no alcanzaba a divisar nada, la presencia terrorífica no se iba. Por ir en esas acciones errantes, no se fijó que había una piedra grande que la hizo tropezar para ir a dar al duro suelo.

—¡Auh! —se quejó mientras se enderezaba para atender el raspón que parecía haber alcanzado el hueso de su rodilla.

Siu se levantó con dificultad y se sacudió su traje con dolor, porque su brazo aún no sanaba, era muy reciente aquella herida. Pronto se recordó que dejó su equipaje en aquella casa.

«No puede ser, era todo lo que tenía», se lamentó, pero no pensaba volver a esa casa, no podía atenerse. No podía creer que los dragones aparecieran tan rápido y la estuvieran atormentando de esa manera.

Aquella sombra se acercaba más y más, podía sentirla en todo el perímetro y el dolor de sus heridas no la dejaba en paz, pero como pudo tomó una flecha y mientras apretaba la cara al momento de estirarla en el arco. Con cautela apuntó hacia todos lados, por donde lograba sentir la presencia, pero esta parecía cambiar de lugar con un ritmo constante y errante.

Su corazón latía en angustia y se sentía sin opciones, pero aún así no bajó la guardia y pese al dolor siguió en guardia, a pesar de que sentía el calor de que su herida del brazo se había vuelto a abrir por aquel movimiento abrupto.

Sin aviso Siu sintió un golpe en la cara que la llevó directo al suelo, pero ella se levantó en seguida y ahí estaba... No podía creer lo que estaba viendo: era otra de esas criaturas, un dragón oscuro, con aquellas fauces llenas de dientes, ojos del color del fuego y garras temiblemente filosas.

Siu tembló de miedo, ya no recordaba lo espeluznante que podía sentirse la presencia de aquellos seres ¿La habría estado siguiendo desde hace cuánto tiempo?

Siu no lo dudó más y lanzó la flecha que ya tenía preparada en el arco, pero algo increíble pasó cuando fue a dar justo al cuello del dragón... Ni siquiera le hizo el más mínimo rasguño.

La bestia no perdió tiempo y se abalanzó hacia ella con las fauces abiertas, listas para atacar con todo lo que tenía.

La chica se lanzó hacia un lado para esquivarlo y con la misma corrió para saltar hacia el techo de una casa y así intentar dispararle, pero el dragón la embistió y se la pasó llevando, quería devorarla con sus dientes, pero Siu se había aferrado a él, lo cual ocasionó que este se sacudiera para quitársela de encima.

Siu no dudó en buscarle los ojos a ese monstruo y con rapidez introdujo sus dedos en sus cuencas, pero no eran blandos, parecían dos rocas imposibles de dañar de esa manera. La joven saltó a un lado, buscando un punto donde ocultarse, pero no tuvo éxito, el dragón iba detrás de ella con todas sus fuerzas.

«El pendiente... Tu pendiente», Siu había recordado aquellas palabras salidas de la misma voz de sus padres, o de quien estuviera tomando su forma.

No había mucho tiempo, la joven tomó el pendiente y con rapidez lo quitó de su cuello para extender su brazo y así mostrarlo frente al dragón oscuro, que al instante se detuvo y bufó con la nariz, gruñó y se retorcía de ansias por acercarse a ella, pero algo lo repelía, algo no dejaba que le hiciera daño.

La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora