Llamado del Fenghuang

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Aquel momento de total atención hacia los dos jóvenes había pasado a segundo plano. Las personas comenzaron a sentir el cansancio tras haberse desvelado, la madrugada en cualquier momento transicionaría hacia un nuevo día. Entre tanta algarabía de personas charlando e incluso yendo a sus casas para descansar, ya prácticamente no quedaba nadie en los alrededores; incluso se habían despedido.

A pesar de que algunas familias habían ofrecido resguardo, Yun y Siu habían decidido pasar la noche en el refugio público del pueblo, por lo mismo la gente se había desentendido de la pareja de jóvenes guerreros y en cuanto a la fogata, solo quedaba un hombre encargado de velar porque el fuego se extinguiera, pero este se quedó cabeceando de sueño.

Mientras tanto, aquel que ya no se consideraba príncipe, se hallaba presenciando el trance que la joven arquera estaba sufriendo. Esa fogata que tenía embelesada a Siu, tanto así, que de repente comenzó a llamarla de una manera inexplicable; desconocía si era producto de su mente o realmente había algo en ese fuego.

«Siu... Siu...», aquella voz como un susurro estaba pronunciando su nombre; la estaba llamando y no sabía si realmente provenía de la fogata o de todo el entorno.

La joven simplemente abrió muy bien los ojos, mientras miraba para todos lados con desesperación, lo cual Yun notó de inmediato y frunció el ceño con preocupación.

—Siu... ¿Qué te ocurre? ¿Acaso has visto algo de lo que debamos alarmarnos? —inquirió mientras intentaba hacer contacto visual con ella.

La joven no parecía prestar atención a lo que él le decía, tanto así que Yun tuvo que sacudirla por los hombros para que despabilara, pero sus intentos no dieron resultado.

De pronto la lumbre parecía más encendida y Siu se sobresaltó, Yun volteó a ver y también le sorprendió ver el estado de las llamas. La figura que se le estaba presentando era muy parecida a la de sus sueños, pero se arremolinaba y distorsionaba, no parecía tener quietud.

—Las llamas parecen más feroces... Mejor vamos a la posada —comentó Yun con el ceño fruncido e intentó retroceder junto con la joven.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó Siu mientras se acercaba un par de pasos.

Yun estaba un tanto descolocado y pronto comprendió que algo inusual estaba aconteciendo para ella, pero no sabía qué tan bueno o malo era aquello.

Estaba en un dilema: ¿Dejaba que se acercara a aquel peligroso fuego? ¿La apartaba para protegerla? No sabía qué debía hacer, pero no tuvo que analizarlo demasiado para darse cuenta de que aquellas llamas abrazaron a Siu, pero parecían no quemarla.

Yun no soportó aquello... El temor a lo desconocido, al daño que sabía bien que el fuego provocaba, desató el impulso en él para tirar del brazo de Siu y atraerla hacia su dirección. Ella pareció volver en sí, pero un mareo la hizo ladearse, por fortuna ahí estaba él para no dejarla caer.

—Siu, contesta —La sacudió un poco mientras ella entreabría los ojos— ¿Me escuchas?

La joven volteó a verlo un tanto confundida.

—Por supuesto que te escucho, Yun —arqueó la ceja mientras se enderezaba por completo— La pregunta es, ¿no escuchaste nada?

—Solo a ti —Yun se encogió de hombros—. Le hablabas al fuego y te acercaste demasiado, podías quemarte viva. Debes tener cuidado con eso, aunque no comprendo por qué lo has hecho.

Ambos jóvenes comenzaron a caminar en dirección hacia el refugio.

—Las llamas... Me estaban hablando, Yun. Decían mi nombre y lo repetían tantas veces. Estoy segura de que es la señora del palacio... La emperatriz —Siu volteó a ver la reacción del joven, quien tenía un gesto de extrañeza, un tanto sorprendido, pero manteniendo el escepticismo.

—¿Estás totalmente segura? Bueno... Es que tú nunca conociste a mi madre, a lo mejor la confundes con alguien más —soltó reafirmando que no se creía aquello.

Siu frunció el ceño, le ofendía que no le creyera.

—Era ella, Yun. Quiere decirme algo y no sé qué es exactamente. Estos días en el palacio he tenido un sueño muy extraño... —Siu se mordió el labio inferior—. Creo que tus hermanos... y también tú, están por enfrentar un peligro mayor. A lo mejor no solo ustedes... todos.

Yun no pudo negar que eso fuera en parte cierto. Con aquellas bestias sueltas por toda China, no cabía duda de que estuvieran amenazando el palacio y a su familia.

—De eso no hay duda... Creo que debemos apresurarnos a derrotar a los dragones que sean necesarios para evitar que ataquen a más personas, incluyendo a... —Yun tragó grueso—, mi familia.

—El fuego me ha hablado, Yun —reafirmó con seguridad—. Ví el rostro de quien casi juro es tu madre, que me llamaba hacia el fuego y ahora no sé cual era el mensaje que deseaba darme —Siu esbozó un puchero de frustración.

Yun se arrepintió de haberla interrumpido, pero, ¿cómo iba a adivinar lo que pasaba en la mente de ella? La preocupación había podido más.

—¿Podrías intentar recordar si viste algo más? No se... algo que pueda darnos una pauta de lo que quería tu visión —intentó decir Yun, para enmendar la interrupción.

Siu se detuvo y cerró sus ojos para intentar recordar. Tras unos largos segundos, el esfuerzo de Siu por recuperar algo más, dio un resultado.

—Lo último que vi al adentrarme en el fuego fue... El monumento de la montaña de Yumai —Siu abrió los ojos y volteó a ver a Yun, quien esbozó una mueca de sorpresa y disgusto a la vez.

—Ese será un viaje muy largo, Siu, tú misma sabes que es toda una odisea subir ese monte —Se quejó el joven, mientras recordaba esa montaña tan difícil de escalar y las penas que pasaron en el trayecto de regreso, con las heridas haciendo estragos en sus cuerpos.

—Eso fue porque te fuiste sin mí, aquella vez... —dijo casi en un reclamo y Yun se rascó la mejilla con nerviosismo—. Yo conozco esa montaña como la palma de mi mano. Sé atajos que nos harán llegar en menos tiempo de lo que crees —aseguró mientras lo veía con determinación.

—Entonces no hay tiempo que perder —respondió Yun—. Debemos irnos cuanto antes o Ciudad Prohibida perecerá en garras de esos dragones malignos.

Siu asintió, pero en ese instante, mientras el hombre intentaba apaciguar las llamas, aquella pila de madera se encendió nuevamente. El sobresalto lo hizo soltar un pequeño grito alarmante que hizo voltear a la pareja de guerreros.

Ahí ante los ojos de los dos, se podía observar una silueta perfecta del ave colosal que desde hacía tiempo ya era dueña de sus desvelos.

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Continuará...

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La guerrera del Príncipe DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora