Ultimátum

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Dos semanas.

Dos jodidas semanas sin una noticia. Sin nada.

Se fue. Se había ido.

De la misma manera en que llego. Dejo todo. Se marchó.

Nadie sabía nada.

Desapareció.

Como si la tierra se la hubiera tragado.

No podíamos hacer nada.

Fue su decisión.

Ya era mayor de edad.

 -No podemos hacer nada para ayudarles. –Esa había sido la respuesta de la policía.

Quizás se pregunten si la policía la buscaba antes. Cuando todo ocurrió. La razón que sus padres se divorciaran se debía a que su madre le había dicho a su padre que ella había huido, conmigo. No, no sabían que era yo. Ella había dicho que por poco era un delincuente de lo peor que había “manipulado” a su hija para aprovecharme de ella. Ella se había embarazado y decidimos huir. Esa fue la mentira que dio para no decir que la había echado de casa. La policía no le había dado importancia a ello. Al parecer aquello es muy común estos días, solo quedo como otra “locura de una adolescente”. Por eso no la buscaron.

Ahora, después de todo lo que paso… tampoco iban a ver por ella.

Estaba sola, ella decidió eso.

La puerta del ascensor se abrió. Caminé por el pasillo de paredes blancas y alfombra vino. Mi cuerpo y todo, parecía ir en piloto automático. Escuché que alguien tecleaba en el computador. Me acerqué a su escritorio y levantó la vista.

 -Hola Samantha. –Saludé sin pisca de emoción en mi voz. Ella desvió la mirada.

 -Liam. –Podía jurar que tenía un nudo en la garganta. Salió de su escritorio colocándose en frente mío. Ni siquiera desvió a verme mientras que me dirigía por el pequeño pasillo hacía la oficina de Paul.

Me abrió la puerta sin dejar de ver hacía la alfombra.

Ni siquiera tenía cabeza para pensar en que le pasaba.

Respiré hondo antes de entrar.              

Su oficina no había cambiado. Bueno, ¿cómo iba a cambiar de la noche a la mañana? Durante los últimos días había ido a la misma hora sin faltar un solo día.  Piso pulido. Paredes color crema con marcos de reconocimientos y premios. Estaba de pie con las manos en los bolsillos observando uno de nuestros premios. El marco de reconocimiento de nuestra primer single como éxito en el Reino Unido. El primero de tantos.

 -¿Quieres una taza de café? –Sonreí de medio lado, divertido. Su tono era amable, era… comprensivo.

 -¿Van a despedirme? –Para que darle vueltas al asunto.

 Volteó por primera vez desde que entré. Con la cabeza le dijo a Samantha que se fuera dejándonos solos. Soltó un suspiro y se acercó a su escritorio.

Me senté ya que noté que no iba a hablar hasta que lo hiciera. Me senté frente a su escritorio. En la única silla frente a este. Él seguía de pie. Con el dedo índice deslizo un papel hasta dejarlo a mi alcance. Soltó un suspiro. Un suspiro melancólico.

 -¿Acaso me vas a extrañar cuando me vaya? –Me burlé. Levantó su mirada y lo único que dijo fue…

 -Lo siento. –Me reí, sínico de mi parte. Tomé el papel en mis manos y me levanté.

 -Fue un placer trabajar contigo. –Me di vuelta.

 -¿Adónde vas? –Me preguntó mientras caminaba hacía la puerta.

 -Tengo que ir a buscar a alguien. Y cómo ahora tengo todo el tiempo del mundo para hacerlo yo…

 -No te han despedido, Liam –Mis pies se clavaron en el piso y mano se detuvo de girar el pomo de la puerta en esta-. No hay como. –Volteé incrédulo.

 -Pero… todas las amenazas y… los problemas de los últimos meses. Yo no… -Paul se sentó en el asiento de cuero y lo hizo rechinar. Soltó todo el aire en sus pulmones.

 -Todos o nada.

 -¿Cómo? -Señaló el papel en mis manos.

 -Es tú ultimátum, Liam. El de la banda –sentí un cosquilleo por todo el cuerpo-. O callas a los medios al casarte con Sophia Smith, o One Direction llega a su fin –sentí que algo se clavaba en mi pecho-. Lo que hace uno, lo asumen todos.

La Embarraste Payne, está embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora