Culpabilidad

2.6K 104 5
                                    

Lancé el teléfono contra la cama y este rebotó hasta caer en el piso. Me abstuve de soltar una maldición. Me sorprendí de ello, pero eso ayudo a que me tranquilizara.

Las, cerca de veinte, llamadas que había hecho me habían mandado al buzón.

Y estaba por completo irritable. Sin contar con que no había comido nada.

Eran las dos de la tarde y si no ponía algo en mi estómago lo más probable era que me diera una úlcera.

Salí de mi habitación camino a la cocina. La casa estaba en silencio, lo cual era raro al vivir con otras dos personas. Entré a la cocina y respiré hondo. Froté mi rostro.

-Solo a mí -musité. El día en que estaba seguro que si mi estómago no tenía algo devoraría a mi hígado, Amber no cocinaría. Ni siquiera cocinaba bien, pero eso no significaba que no necesitará comer. Conté hasta diez y luego respiré-. Debería de acostumbrarme -me dije metiendo la cabeza en la refrigeradora para sacar algo que prepararme.

Tenía un sándwich, fruta, una funda de papas fritas, un chocolate y una soda. Si, lo sé. Debería de comer mejor pero que más querían, tenía fruta y tenía hambre. Traté de disimular el sabor seco del pan con la soda. Pero lo hizo más insípido. Dejé el sándwich a medias y tomé la funda de papas. Ni siquiera sabía cuándo las compré, pero tenía hambre.

Todo el día de anterior, sábado. Había tratado de romper aquel muro que había entre Christina y yo. ¿Lo conseguí? Claro que no. Ni siquiera me sostenía la mirada, ni siquiera quería comer conmigo. Lo había estado haciendo solo. Evitaba arduamente estar conmigo. Estaba comenzando a odiar eso.

Mi estómago se cerró. Estuve a punto de desenvolver el chocolate pero me detuve. Lo baje y lo coloqué de nuevo sobre la mesa. Tomé un sorbo de soda y coloqué mi rostro sobre la mano derecha.

Sabiendo que no iba a degustar algo más. Tomé el plato y me dispuse a dejarlo en el lavavajillas. Cuando estuve a punto de hacerlo algo llamó mi atención. Me detuve frente a aquel vitral que daba a la piscina. Mi expresión cambio. De frustración a preocupación.

Su cabeza estaba recostada sobre sus rodillas. Sus brazos abrazaban sus piernas. Su mirada fija en el agua. Su cabello caía cubriéndole la espalda. Era bastante largo, en esa posición quedaba a unos centímetros del piso. Su expresión era vacía. Mi mandíbula me dolía al estar apretándola. Allí estaba Christina.

-¿Seguro que no le hiciste nada? -fruncí el ceño al escuchar su aclaración. Dando un pequeño saltó al no sentir en qué momento se había colocado a mi costado o siquiera entrado a la cocina.

-Sería incapaz de hacerle algo -gruñí. Moví mi cabeza a un costado-. Y créeme que yo... -me quedé callado-. ¿A dónde vas? -pregunté al notar el atuendo que llevaba.

Usualmente sabía que se arreglaba a su manera. Nunca tenía un cabello fuera de sitio, la ropa pegada al cuerpo, maquillada y con su <<poco notorio>> aroma que desprendía a metros de distancia.

Su cabello estaba igual, sus tacones altos como siempre, solo que un vestido corto estaba ceñido en su cuerpo.

-Entonces no entiendo porque está así -repitió Amber ignorando mi pregunta. Volteé a ver a Christina ocultando su cabeza entre sus piernas. Bajé la mirada.

-Yo tampoco -pensé que le había emocionado al igual que a mí el hecho de escuchar esos latidos. Pero no, desde ese día había estado así. Lejana, triste, incluso... hasta diré que infeliz.

-Intentaré regresar lo más temprano. No quiero dejarla sola -volteé de nuevo a verla.

-No va a estar sola, estará conmigo -ella musitó algo entre los labios y tornó los ojos al cielo. Respiré de nuevo hondo-. ¿A dónde vas? -repetí tratando de no perder el control.

La Embarraste Payne, está embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora