Cosecha, lo que siembras

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El aire estaba tenso. Podía jurar que ni siquiera una mosca se atrevía a volar.

Masticaba el cereal siendo lo más cauteloso posible de no hacer ruido. De pronto, la puerta sonó, alguien tocaba.

-Debe ser Henry -musitó Amber mostrando cierto rastro de alegría. Rápidamente bebió el batido que había preparado y dejó el vaso en el fregadero. Limpiando las comisuras de su boca salió deprisa de la cocina. Estábamos desayunando y por primera vez, deseaba que Amber siguiera allí. Christina le sonrió un segundo antes que ella saliera a encontrarse con ese tal Henry. El momento en que nuestras miradas se cruzaron, esa sonrisa se borró. Bajó la mirada e indiferentemente a mi persona se concentró en terminar su ensalada de frutas.

Sentí un nudo en el estómago.

Prácticamente: yo no existía para ella. Había sido una semana, o hasta ese viernes de mañana, muy chocante para nosotros. No hablábamos, ni siquiera podíamos estar en una misma habitación. Había un gran muro entre nosotros, creado por mí. Había sido tan solo una semana, pero... no lo aguantaba.

La había tratado mal, lo admito. Pero me preocupó y...

Había sido un completo imbécil.

¿El teléfono de Christina está bien? La he llamado, pero no contesta.

Harry me había dicho ello hace unos días.

Tenía que admitirlo, Amber tenía razón. No podía tener a Christina encerrada en casa y sin contacto alguno de no ser por Amber y por mí. No podía tratarla así, ella no se lo merecía. Estaba siendo un manipulador y un idiota.

Vi como Christina apartaba las pasas que venían mezcladas con la granola.

La había alejado. Yo le había hecho eso. Ella había perdido tantas cosas, por mi culpa. Ella había salido del club aquella noche y si yo no la hubiera detenido antes de que tomará ese taxi. Ella no estaría sentada en el extremo del desayunador comiendo en silencio y muy probablemente imaginando mi cabeza explotar. Estoy seguro que su vida sería muy diferente. Estaría probablemente en la secundaria, estando con sus amigos, saliendo con chicos.

Había hecho que perdiera tanto. Sus sueños, sus aspiraciones para un futuro, incluso sus padres se habían separado. Le había quitado tanto y lo seguía haciendo.

Ella me había dicho que no quería ser un problema para mí. Yo era un problema para ella.

Vi como terminó de desayunar. Limpió la comisura de sus labios con una servilleta y se levantó de su asiento con los platos en la mano.

No iba a seguir siendo un tonto con ella, no. Si ella quería salir a divertirse, disfrutar. Yo no era nadie para impedírselo.

Aclaré mi garganta.

-Creo que... lo de Amber y Henry va un poco serio. Ayer escuché que la llamó y pues... parece que van enserio -traté de iniciar una conversación con ella. Me llevaba ignorando olímpicamente desde hace unos días y no podía con ello. Ella depositó los platos en el fregadero.

-Eso... parece -dijo sin voltear. Abrió la llave con la intención de restregar los platos. Sin intención alguna de seguir hablando conmigo.

-Si quieres yo lo hago -me ofrecí.

-No, yo puedo -musitó fríamente y sin voltear a mí.

Me lo merecía, me lo merecía.

Bajé la mirada y solté el aire en mis pulmones. Luego de haberla tratado de la manera en como lo venía haciendo, desde hace bastante. ¿Qué podía esperar?

Moví el cereal en mi plato y llevé un poco a mi boca.

Estaba recibiendo lo que merecía. Y yo...

Escuché como un vaso se rompió al mismo tiempo que Christina gimió. Levanté la mirada y vi que ella se encogía de dolor.

-¿Christina? -pregunté con un nudo en la garganta. Volvió a gemir y me percaté que llevó una mano a su abdomen mientras la otra se sostenía en el mesón. Tropecé con mis propios pies al levantarme abruptamente hacía ella, haciéndome caer. Volvió a gemir de dolor mientras se encogía al punto que terminó sentada en el piso. Avancé hacía ella. No sabía que le pasaba. Extendí mi mano tratando de tocarla, pero en ese instante ella se apartó ante el contacto.

La observé sin comprender esa reacción. Ella no dijo nada, solo me observaba. Amber entró corriendo a la cocina, haciendo que me apartara.

-¿Chris? -dijo preocupada mientras se arrodillaba y tomaba su rostro entre sus manos. Ella no respondía y solo hacía una mueca de dolor-. ¿Qué le hiciste? -me reclamó. Yo abrí mi boca sin saber que decir, no sabía que le pasaba.

-¿Qué sucede? -preguntaron detrás de mí. Volteé y me sorprendí al ver a un tipo rubio de ojos azules, corte militar, traje y con pinta de pocos amigos en la cocina.

-Yo... -pestañeé-. Ella... ella... ella estaba bien y de pronto gimió de dolor y... -escuché de nuevo Christina quejarse de dolor.

El tipo se acercó y se inclinó.

-Christina, mírame. Soy yo, Henry -le dijo mientras tomaba su rostro e intentaba calmarla. Ella lentamente abrió los ojos.

-Me duele -musitó señalando con su vista su abdomen. Él, en un parpadeo, la había tomando en sus brazos y sin esfuerzo alguno la cargó hasta la sala. Con cuidado la colocó en el sofá, mientras yo observaba desde un extremo. No podía reaccionar.

-Te voy a examinar, ¿está bien? -le dijo. Sin dejar de hacer esa mueca de dolor asintió. Estaba extendida sobre el sofá. Henry comenzó a tocar su abdomen. Luego a presionar en distintos puntos. A la altura de su ombligo, Christina volvió a gemir.

-¿Qué sucede? -preguntó Amber angustiada. Henry volvió a presionar y ella volvió a gemir. Yo, estaba congelado sin saber qué hacer.

-No lo sé, es... hay muchas razones. Pero... -no me gustó la mirada que le daba a Amber. Sentí un escalofrío en mi ser.

-Lla-lla-llamaré una ambulancia -Amber comenzó a hiperventilarse. Vi como sus manos temblaban mientras se levantaba y tomaba el teléfono.

.

La ambulancia demoró quince minutos. Veía a Henry dar unas indicaciones y Amber comenzando a llorar, estaba sumamente alterada. No podía imaginar lo que estaba pasando, eran demasiadas cosas.

Me asustaba.

Vi como subieron la camilla a la ambulancia.

-¿Usted va con ella? -me preguntó uno de los paramédicos. Estaba parado en medio de ese caos. Torpemente asentí. Él subió y en el instante en que Christina se percató que estaba dispuesto a irme también.

-Quiero a Amber-pidió al verme. Sentí un nudo en el estómago-. Quiero a Amber -repitió sin dejar de observarme. El centro de mi pecho se encogió.

Amber ni corta ni perezosa me empujo hacía un costado. Cerraron las puertas de la ambulancia y arrancaron.

-No te preocupes, yo te llevo -habló Henry a mi costado. Miraba la ambulancia salir de la entrada de la casa.

No solo la había alejado de mí, había hecho que comenzara a odiarme.

La Embarraste Payne, está embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora