Mis ojos estaban fijos en el marco de la puerta. Algunas de las luces colgaban por encima de mi cabeza, claro que no estaban encendidas ya que era cerca de las dos de la tarde.
El momento en que todo el aire en mis pulmones salió, formó un vaho. Podía asegurar que mis mejillas poseían un tono carmín causado por la baja temperatura en el ambiente. Sin contar con que ayudaba el hecho que llevaba aproximadamente cinco minutos en la intemperie.
Sabía bien que no podía quedarme allí por siempre. Sabía que aquel ligero temblor en mis dedos no se debía al frío. Temeroso, vi como mi mano lentamente se acercaba hacía el timbre. Un escalofrío me recorrió el momento en que la yema de mi dedo índice rozó la superficie del timbre. Tome aire tratando de reunir la fuerza suficiente para poder presionarlo.
-Liam -mi cabeza giró rápidamente hacía un costado el momento en que escuché mi nombre salir de sus labios.
Sus ojos chocolate oscuro tirando a negro me veían fijamente. Las ondas de su cabello alrededor de su rostro le daban cierto toque angelical. O quizás era causado por el tono crema del abrigo abotonado hasta el cuello. O simplemente era ella, sus facciones eran suaves y delicadas. Su pequeño mentón, la punta redonda de su nariz, sus largas pestañas que...
Parpadeé varias veces desconcentrando mi atención de mis pensamientos hacía la realidad. Remojó sus labios mientras bajaba la mirada hacía sus zapatos. Me percaté que su mano derecha cubría su codo izquierdo. Lo que solía hacer cada vez que algo no estaba bien.
-Christina -su nombre se escapó de mis labios tratando de que dijera que sucedía. Lo cual hizo.
-Tengo miedo -musitó entre dientes, casi en un susurro inaudible. Sonreí de medio lado mientras mi mano, la otra, soltaba la manija de la maleta, la cual había estado llevando, para dirigirla hacía su brazo. Lo acaricie ligeramente mientras veía que tomaba un poco de aire.
-Yo también -confesé. Levantó su rostro y una corta sonrisa se formó en este. Su hoyuelo se hizo más profundo cuando me acerqué y cuidadosamente coloqué su cabeza sobre mi hombro, entre la curva de mi cuello y este. La abracé mientras pasaba mi mano por su espalda, reconfortándola. Tanto a ella como a mí, más a mí. Sus manos se cernieron en mi cintura, rodeándola.
-Liam, yo sé que... adentro... ellos... lo que puede pasar y... -frases entrecortadas salían de sus boca a causa del nerviosismo. Antes que siguiera con ello, la callé al colocar mis labios en su frente.
-Sea, lo que sea que suceda allí dentro... no te dejaré sola. Siempre me tendrás -le dije. Su sonrisa se agrandó. Coloqué un mechón de su cabello detrás de su oreja y acaricie su mejilla.
Sonreí tratando de calmarla, lo que menos quería era que ella estuviera mal. Ella me devolvió otra dulce sonrisa. Subió sus brazos hasta mi cuello donde los enlazó.
-Tú tampoco estarás solo -musitó en mi oído. Sonreí no solo por el gesto sino también por el cosquilleo que me causó. Lentamente se separó-. Estamos juntos en esto, ¿no? -la sonrisa en mi rostro no podía ser mayor.
-Juntos -musité dos segundos antes de que mi vista bajará hasta la altura de su abdomen. Solté un suspiro involuntario cuando noté como su abdomen sobresalía del abrigo. Cada día parecía crecer más-. Juntos -repetí en un susurro.
Volví a sus ojos y sentí calma cuando se conectaron con los míos. Besé su frente antes de soltarla, ya que había estado abrazándola, para acercarme al timbre.
Mi corazón palpitaba rápidamente mientras me acercaba a este. Una fracción antes de que apretara el botón, me detuve. Ligeramente volteé a mi costado. Christina me observaba, una pequeña sonrisa salió de mi parte. Mi otra mano se acercó a ella y agarró su mano. Sentí la calidez y suavidad a los pocos segundos de que se enlazaron. Le di otra corta sonrisa antes de voltear hacía la puerta. Mi estómago se encogió cuando escuché el timbre sonar al otro lado de la puerta.
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La Embarraste Payne, está embarazada
FanfictionÉl, una estrella. Un adolescente que comenzaba a ser hombre. En la cima de su carrera. Con el mundo a sus pies. A veces la vida te tiene sorpresas. Sorpresas que nunca esperas. Para bien, para mal todas son sorpresas. Nadie nace preparado. Ni siqu...