La cereza del pastel

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-¿Te gusta?

-¿Qué? -nunca me esperé que ella lo preguntará. No creo que alguna chica alguna vez preguntará si te gusta otra. Sin contar con que nunca en la vida la chica que está embarazada de ti, te preguntaría si te gusta otra chica, nunca.

Bueno... seamos honestos, a nadie nunca le pasa lo que a mí.

Y ya me estaba acostumbrando.

-Si crees que ella es la indicada -sentí que mi corazón comenzó a bombear rápidamente.

-¿La indicada? -repetí sin unir esa frase de manera idónea en mi cabeza. No entendía lo que trataba de decir. Christina mostró una pequeña sonrisa que hizo que su hoyuelo en la mejilla izquierda apareciera.

-La indicada -repitió dando un suspiro. Bajó la mirada a sus zapatos-. ¿Tenías miedo de decírmelo? -por aproximadamente tres semanas si hacia bien la cuenta.

-Tú estás embarazada -sentí un vacío en mi estómago-. Y no... yo no debería...yo no... -mi lengua pesaba. Revolví mi cabello que estaba un poco más largo, sin saber cómo continuar-. No debería de hacerlo -noté que tomó aire.

-Liam, tú sabes bien la razón por la cual pasó -no levantó la mirada-. Siendo honestos... tú yo sabemos que fue un... algo que no debía de pasar-su voz era trémula hasta que volvió a tomar aire. Levantó la mirada-. Pero pasó y... tenemos que asumir las consecuencias. Ninguno de los dos espero que fuera así, ni siquiera conversamos, ni siquiera sabías mi nombre. Te lo dije, no quiero que me veas como una obligación. Es verdad que voy a tener un hijo tuyo pero... -desvió la mirada-. Eso no significa que tengas que verte obligado a... a verme como algo más que la madre de tú hijo. Eso es... -respiro hondo-. Si ella es quien crees que es la indicada. A quien escogiste para estar, nada te impide que no lo hagas. Si ella acepta al bebé que va a nacer... lo que pasó y... si te quiere. Sé feliz con ella.

-¿Tú la aceptarías? -levantó la mirada. Sus ojos estaban más brillantes de lo normal.

-Sé feliz Liam -me dijo. Mostró una corta sonrisa-. Pero se honesto con ella, por favor -le sonreí de medio lado. No podía creerlo. Pensar que tuve tanto miedo de como reaccionara. Me adelante en conclusiones, las cosas no serían así.

-Lo seré, quiero que la conozcas -su boca ligeramente se abrió y su entrecejo se frunció. Pero enseguida disipó esa expresión.

-Cuando quieras, me gustaría hacerlo -mi sonrisa se ensanchó. Al parecer las cosas comenzaban a estar bien para mí.

-Entonces ven -su sonrisa desapareció.

-¿Ahora? -dijo sorprendida. Asentí.

-Ella está en la sala, esperándonos -Christina abrió su boca intentando formular algo que decir. Pero la volvió a cerrar, asintió y volvió a sonreír de medio lado.

Las cosas no podían ir mejor.

Cerré la puerta antes de encaminarnos en la sala. No podía creer que Christina fuese así. No debía de porque tener miedo.

Mi corazón estaba acelerado, no sabía si era emoción, alegría o incertidumbre. Nos detuvimos unos pocos metros antes de entrar a la sala.

-Ve tú primero ¿sí? -me dijo Christina que estaba caminando adelante mío. La miré extrañado-. Es mejor que tú nos presentes- Le sonreí y asentí.

Tomé aire en el momento que puse un pie en la sala. La primera imagen que tuve fue a Sophia. Le sonreí al notar que estaba un poco tensa.

Fue su idea de venir.

En la tarde, decidí contarle sobre Christina. Sobre lo que pasó. No podía perder a Sophia por ocultarle la verdad. Sophia me interesaba, en muchas maneras. Y algo me decía que podía confiar en ella. Que ella po...

La Embarraste Payne, está embarazadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora