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Parte 2:
"The lady in red"
(La dama de rojo)

Ya está. Caíste. Estás jodida. La puta compasión.

No tendrías que haber aceptado. Ahora ya no hay vuelta atrás.

Seguramente Eddie ya le haya dicho a su ex que va a ir a la boda acompañado, y si tú te rajas ahora, quedará aún peor que si hubiera acudido solo desde el principio.

Vale, respira. No es una cita, es lo primero que debes tener claro. Solo le vas a hacer un favor a un amigo... bueno, no es exactamente un amigo, sino un vecino con el que te llevas bien y que te ha dado lástima. No es la gran cosa.

Que el vecino sea un papucho con una cara que parece tallada por los mismos ángeles, y que te caliente más que el sol del verano (viva Shrek), no es algo relevante en esta situación. Lo habrías hecho por cualquiera. Por lo menos, intentas convencerte de eso.

Con esos pensamientos en mente, te acercas al armario y sacas el único vestido de fiesta que tienes. Es el único por culpa de un conflicto que tuviste con otro novio anterior: él te puso los cuernos, tú en venganza le tiraste su videoconsola por la ventana de un quinto piso; y él respondió incendiando tu armario, con lo que casi el ochenta por ciento de tu ropa quedó inservible.

De verdad que, mirando tu historial, tienes una puntería nefasta para los hombres.

Examinas el vestido con ojo crítico, intentando evaluar si será apropiado para la ocasión. Es ajustado por arriba y amplio en la zona de la falda, de encaje color granate (lo bastante rojo para resultar sexy y lo bastante oscuro para resultar elegante). Por arriba queda hasta recatado, ya que tiene manga larga y apenas escote; pero compensa lo puritano de esa forma con una abertura en un lateral de la falda que enseña bastante pierna. Una de cal y otra de arena.

Crees que servirá. Obviamente ese vestido te gusta, de otro modo no te lo habrías comprado, pero además esperas que sea adecuado. Da el aspecto justo para brillar un poco, pero tampoco te hace quedar como un putón verbenero. No se trata de opacar a la novia en su gran día, sino de que, cuando el resto de invitados vean a la novia casándose con el gran doctor, y después se fijen en el ex abandonado, te vean a ti a su lado y se digan: "Eh, pues parece que a él tampoco le ha ido tan mal después de todo".

O al menos, esa es la idea.

De cualquier forma, tendrá que valer: no tienes dinero extra para gastar en un vestido nuevo.

Al llegar el "día D", te arreglas a conciencia. No para impresionar a Eddie (te dices), sino para dar esa buena imagen de acompañante que se supone que hará que la gente que le vea contigo sienta menos lástima por él. Maquillaje sofisticado pero no excesivo, un favorecedor semirrecogido con aire romántico y tacones a juego con el vestido: es super difícil encontrar ese equilibrio entre sensualidad y elegancia que te propones, pero haces tu mejor esfuerzo.

Estás nerviosa como una adolescente en su primera cita, y de nuevo te recuerdas que esto no es una cita.

Te sobresaltas cuando suena el timbre de tu puerta, indicándote que Eddie ya está allí para recogerte. Por suerte empezaste a arreglarte hace horas y ya casi estás lista, solo te queda subirte la cremallera del vestido y retocarte el pintalabios. Con el corazón latiéndote a mil por hora, corres a abrirle.

***

NA: Adjunto foto del vestido que he tenido en mente todo el tiempo para la historia (es de una influencer española, que no sigo ni nada, pero el vestido me gustó. Aun así le he "quitado" la cabeza a la imagen para que podáis imaginaros con él, se supone que vosotras sois las protas jaja).

Si no os gusta el vestido lo lamento, podéis imaginaros con cualquier otro que os guste más; pero tanto el color como la forma de este vestido serán mencionados más adelante.

Si no os gusta el vestido lo lamento, podéis imaginaros con cualquier otro que os guste más; pero tanto el color como la forma de este vestido serán mencionados más adelante

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Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora