A medida que maduras y que vas saliendo con hombres (y cagándola con todos), vas aprendiendo a identificar las diferentes señales que te predicen que un tío no es buena idea y que tienes que salir de ahí pitando. Son las banderas rojas.
Una bandera roja como "Tiene que tomarse cuatro copas para estar contento" significa que es un borracho, la bandera de "Siempre se deja olvidada la cartera en casa" quiere decir que es un tacaño; y la de "Se pone de mal humor si te ve ser amable con cualquier espécimen masculino" indica que, en cuanto pueda, te tendrá encerrada en casa y hasta te pondrá un burka si le dejas.
La "bandera roja" de Eddie Brock la tienes ahí mismo, viéndole observar con ojos cristalinos esa cartulina con festones dorados. Esa bandera roja significa que aún no ha superado a su ex. No es un defecto tan funesto como los mencionados antes, pero aun así es peligroso. Es del tipo que te rompe el corazón sin darse cuenta siquiera, porque él mismo ya tiene el corazón roto.
—Así que tu ex... —comentas. No deberías insistir con el tema, pero no puedes evitarlo—. ¿Quién dejó a quién?
—Eh... fue de mutuo acuerdo.
Claro que sí, Eddie. Y ahora, cuéntame una de indios.
—¿Y te invita a su boda? Qué... desconsiderada. —Ibas a decir "zorra", pero te contienes, sabiendo que él aún la quiere. De todas formas, te parece un poco sádico invitar a una expareja a tu boda. Es como si quisieras restregarle tu felicidad por las narices.
—No, tenemos buena relación. Seguimos siendo bastante amigos, y... su prometido, el doctor Dan, es un buen tipo.
—Oh... el "doctor Dan" —repites con aspavientos burlones. Él sonríe por un momento, pero no dura mucho.
—Él cuida de ella, es estable. Es bueno para ella. —"Más de lo que nunca podría serlo yo": no lo dice pero está implícito. Por Dios, te está partiendo el corazón.
—Si solo va a amargarte, es mejor que no vayas —le aconsejas—. Mándale una felicitación por escrito y un buen regalo, y ya con eso quedas bien. Seguro que ella te ha invitado solo por compromiso.
—No la conoces. Tengo que ir para que se convenza de que yo también he pasado página. Si no asisto, pensará que no me alegro por ella.
Te quedas observándole unos instantes: sigue estando igual de buenorro que siempre, pero ahora le rodea un aura melancólica que lo hace todavía más atractivo si cabe. Es un asco.
—Pero qué dices, si yo te veo super feliz.
Ante tu sarcasmo facilón, él vuelve a reírse, y esta vez la risa le dura un poquito más.
—Pues entonces apechuga y ve —añades—. Pones buena cara y aguantas como un campeón, y en cuanto la boda acabe, te metes en un bar y te pillas la borrachera de tu vida. —Te encoges de hombros—. Es lo que yo haría en tu lugar.
Él asiente con gesto resignado:
—Supongo que ese es el plan.
—No te envidio en absoluto —le dices, mirándole con compasión—. Pero si lo prefieres, ese día en vez de emborracharte, pásate por mi casa: te tendré preparada otra tarta. No es un gran premio de consolación, pero menos es nada.
—Gracias.
Reúnes toda tu correspondencia y te preparas para subir a casa, pero mientras le das la espalda, le oyes mascullar algo como "Sí, yo también lo había pensado". Te giras de nuevo hacia él:
—Perdona, ¿decías algo?
—Oh, no, nada —asegura rápidamente, pero tras un momento, vuelve a llamar tu atención—. Eh... ¿t/n?
—¿Sí?
—¿Querrías acompañarme?
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Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)
Fiksi PenggemarFantasía romántica (y picante) con Eddie Brock / lectora, perfumada con el dulce aroma de unos cupcakes de chocolate y ambientada al ritmo de clásicos de los ochenta. Eddie Brock es tu vecinito buenorro del apartamento de enfrente. Te atrae una barb...