El episodio de "Acorralada" ha acabado ya hace un rato y tú, perdida en tus pensamientos, no te has enterado de nada. Para culebrón, el que tienes en tu cabeza. Tendrás que volver a verlo por tu cuenta mañana si quieres ponerte al día para el siguiente.
Tanto Venom como Eddie llevan un buen rato callados, ni siquiera les has oído comentar nada tras el final del episodio, algo bastante inusual. Y tú has estado en las nubes todo el tiempo, de modo que para cuando te quieres dar cuenta, en la tele ya llevan un buen rato del programa de entrevistas que ponían después de la novela.
Vuelves la cabeza hacia ellos:
—Chicos, es tarde. Creo que me voy a casa... —No ves a Venom, debe haberse retraído dentro del cuerpo de Eddie. Y este se encuentra escorado en su lado del sofá, con los brazos cruzados, los ojos cerrados y respirando pesadamente. Vamos, dormido como un tronco.
Tampoco te extraña, sabes que lleva varios días trabajando casi día y noche en su capítulo de libro. Cuando le atacan esas crisis de actividad, su cerebro no para tranquilo; así que es normal que tras acabar y relajarse, le haya dado el bajón.
Te acercas un poco a él y lo sacudes suavemente por el hombro para despertarle. Resistes como puedes la tentación de hacerlo por su musculoso bíceps, porque seguramente el tacto de su piel desnuda sea demasiado para ti.
—Eddie, despierta —le llamas, sin éxito: está más profundamente dormido de lo que creías—. Venom, ¿estás ahí? —preguntas después. Aunque Eddie esté dormido, Venom podría tomar el control de su cuerpo y llevarlo a la cama.
Pero el simbionte tampoco responde, quizás se haya dormido también. Por lo que sabes, los simbiontes no tienen tanta necesidad biológica de dormir como sí tienen los humanos (o cualquier animal de la Tierra); pero Venom se ha acostumbrado a sestear solo por hobby, por influencia de su anfitrión. Ha adoptado tantos hábitos humanos que, si no fuera por su apariencia y su naturaleza monstruosa, podría pasar por uno perfectamente.
Sacudes la cabeza, con un suspiro cansado. Lo mejor será que les dejes dormir.
Te diriges a la parte de la cocina y, lo más silenciosamente que puedes, acabas de ordenar un poco los cacharros y los platos de la cena, dejándolos en remojo: ya te pasarás a recogerlos al día siguiente.
Vas a marcharte, pero antes echas un último vistazo a Eddie, que sigue retorcido en su parte del sofá, roncando suavemente. Si sigue con el cuello así de torcido, se despertará con una buena tortícolis. O tal vez no, Venom le protege de absolutamente todo, pero te da lástima dejarle así. Además, el termostato de la calefacción ha pasado al estado opuesto al que estabais hace un rato, con lo que la habitación está empezando a enfriarse rápidamente.
Tratas de superar tu vergüenza al entrar en su dormitorio a buscar una manta. No te gusta estar ahí porque se te pasan por la cabeza todo tipo de pensamientos impuros sobre lo que los dos podríais hacer en esa cama, si no te diesen tanto miedo las consecuencias.
Vuelves a la sala de estar, y tras asegurarte de que tanto el humano como el simbionte siguen profundamente dormidos, le quitas las deportivas a Eddie y le subes las piernas al sofá. A continuación, haces un esfuerzo (es bastante más pesado que tú) para tirar de él y colocarlo en posición tumbada. Mientras haces todo eso, repasas mentalmente tu próxima lista de la compra para no pensar en cosas indebidas mientras manipulas su cuerpo.
Mente limpia, mente sana, como la de una manzana... No pienses en acariciar sus brazos descubiertos, no le mires a ninguna zona que pueda excitarte. Eso quiere decir que no deberías mirarle directamente a ninguna parte. Pero tampoco puedes no mirarle, no vayas a tocarle por accidente en algún sitio que no debas.
Acabas por cubrirlo con la manta, en parte para que no se enfríe y en parte para eliminar tentaciones. Ya está. Ahora podrá dormir relativamente cómodo aunque sea en el sofá.
Más que su simp, ahora pareces su madre, te dices. Pero es tu amigo y no tiene a nadie más que cuide de él. O sea, nadie humano.
"Que descanses, brillante reportero" piensas mientras le arropas, contemplándolo cariñosamente. Ronca un poco, pero te da igual. Está guapísimo dormido: su expresión relajada le hace parecer más joven de lo que es, pese a que en su barbita ya se pueden apreciar las primeras canas. Ahora entiendes la fascinación del príncipe Philip al contemplar a Aurora en la peli de "La bella durmiente".
Darías cualquier cosa por poder ver ese rostro junto a ti al despertarte por las mañanas.
Cedes al impulso de inclinarte sobre él y besarle con ternura en la mejilla, como hiciste antes con la frente de Venom. Y, al igual que con Venom, te demoras unos segundos, disfrutando del contraste entre la suavidad de su piel y los levísimos pinchazos que su barba de tres días deja en tus labios. Es un beso casto, sin el menor propósito lascivo; solo intenta dar salida al afecto que no te permites manifestar de otra manera.
Un beso en la mejilla no puede hacer mucho daño, ¿verdad?
Sin embargo, aunque tu intención es apartarte y marcharte como si no hubiera pasado nada, tu cuerpo parece pensar por sí solo. Antes de que te des cuenta, tu boca ha abandonado su mejilla y le estás besando en los labios.
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Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)
Fiksi PenggemarFantasía romántica (y picante) con Eddie Brock / lectora, perfumada con el dulce aroma de unos cupcakes de chocolate y ambientada al ritmo de clásicos de los ochenta. Eddie Brock es tu vecinito buenorro del apartamento de enfrente. Te atrae una barb...