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Abres desmesuradamente los ojos, sin poder creer lo que te están haciendo ver. Eddie, al parecer, sigue atento a la pantalla de su ordenador, a localizar el más mínimo error en su capítulo de libro; y su mano derecha está manejando el ratón, comportándose como una niña buena.

Pero su mano izquierda... está sobre tu rodilla derecha. Y no posada con descuido, qué va: la está oprimiendo con suavidad. El pulgar sube y baja, acariciando la rodilla de forma casual, casi inocente, como si no supiera cómo te afecta su contacto. Esa mano tan preciosa que tiene (al igual que la derecha), fuerte y nervuda, pero a la vez de piel suave y casi delicada, con ese anillo plateado que le gusta llevar en el dedo índice. Muchas noches fantaseas con tener esas manos sobre ti, pero habías perdido las esperanzas de que ocurriera en la vida real.

Tragas saliva: notas tu garganta seca. Incluso con la gruesa tela de tus jeans de por medio, puedes sentir el peso, el calor y la electricidad que brota indefectiblemente de tu cuerpo siempre que Eddie te toca. No quieres que deje de hacerlo, no querrías que dejara de tocarte nunca, pero no sabes a qué viene esto. No es algo que él haría sin más.

Vuelves a mirar su rostro, su hermoso perfil. Sigue atento a la pantalla del ordenador, como si no se diera cuenta de lo que está haciendo con su mano izquierda. O es cojonudo disimulando, o...

Realmente no sabe que lo está haciendo.

Entrecierras los párpados, lanzándole una fría mirada.

"Venom..."

La mano ya no se limita solo a tu rodilla, empieza a subir a lo largo de tu muslo. Sin prisa, pero sin pausa. Una parte de ti quiere dejarle seguir, te preguntas hasta dónde puede llegar antes de que Eddie se entere; pero por otro lado te molesta que te tome por tonta. Y, aún más, te molesta por él, por Eddie. Es como si Venom le estuviese utilizando para meterte mano.

—Eddie —murmuras, pero él, concentrado en tu escrito, apenas te escucha—. Eddie —repites algo más alto, un poco apenada, hasta que finalmente llamas su atención.

—¿Mmh? —Gira la cabeza hacia ti, interrogante, y tú señalas tu rodilla con la barbilla.

—¡¡Joder, Venom!! —Se levanta, apartándose (y arrancando su mano de ti) como si fueses un bicho o algo así. Está claro que quien escribió aquello de "si tu mano te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti", no era un anfitrión de simbionte—. Lo siento t/n, no me estaba dando cuenta.

—Ya lo sé, no importa.

Pero está claro que para Eddie, sí que importa. Parece asustado, y también enojado, pero no es contigo. Alza su índice frente a ti:

—¿Nos disculpas un segundo? Tengo que echarle una bronca a cierto alienígena salido.

Y, sin más, se mete por el pasillo hasta su dormitorio, o puede que su baño, dejándote (como en otras muchas ocasiones) en el diáfano salón, sola y con cara de tonta. Debe de creer que desde ahí no puedes oírles, pero se equivoca, porque cuando discuten no mantienen un tono precisamente bajo:

—¿Se puede saber qué coño estabas haciendo? —Le oyes reñir a Venom, al otro lado del pasillo, y pronto oyes al simbionte justificarse en el tono agresivo que le caracteriza cuando se pone a la defensiva:

«Justo lo que estabas pensando»

—¡¿Qué?! Yo no estaba pensando en nada, ¡estaba intentando trabajar! Además, ¿qué parte de "no tocarla sin su consentimiento" no entendiste?

«Pues deberías pedirle su consentimiento. Para mí que te sorprende»

Mierda, piensas. ¿Es que no solo lee el pensamiento de Eddie, sino también el tuyo?

—¿Otra vez con eso? ¡Venga, no te montes películas!

Para película, la que te estás montando tú oyendo su conversación. Ganaría el Oscar a la mejor rayada.

«Ha dejado pasar sus buenos quince segundos mientras la manoseábamos antes de avisarte. Eso significa algo»

—Significa que no sabía cómo reaccionar. ¡Es nuestra amiga, joder, la única que tenemos ahora mismo! ¿Quieres espantarla y que salga corriendo, como cuando pensaba que yo era un chiflado? ¡Todo porque no eres capaz de controlar tu lujuria!

«¿Mi lujuria?» El simbionte emite una rasposa risotada sarcástica. «¿Olvidas que puedo acceder a todos tus pensamientos? Puede que conscientemente intentaras enfocarte en ese peñazo de libro, pero tu inconsciente estaba deseando tocarla... y más cosas».

Ay, Diosito. ¿Realmente estás oyendo lo que crees que estás oyendo o es otra de tus fantasías?

—¿Quieres hablar más bajo? —oyes sisear a Eddie, bastante molesto, pero no puedes evitar fijarte en que no ha negado lo dicho por Venom.

«Estoy hablando bajo»

—Desde luego, estás siendo super discreto. Creo que en Oakland aún no te han oído.

No sabes si en Oakland les están oyendo, pero tú sí. Más que nada, porque te has levantado y estás parada en la puerta que comunica la sala de estar con el pasillo, poniendo la oreja.

Sí, eres una cotilla. Lo habíamos dejado claro ya, ¿no? Además, se supone que eres parte interesada... aunque aún no estás segura de qué forma.

«Y además, ni que fuera la primera vez que te pones cachondo con t/n. Tú y yo sabemos la verdad, ¿no? Llevas demasiado tiempo babeando por ella. Yo solo te estaba haciendo un favor, chaval, intentaba darte el empujoncito que tanta falta te hace»

No te desmayas porque... en realidad, no sabes por qué no te desmayas, pero ganas no te faltan. 

Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora