—¡Dios, qué susto me has dado!
«¿Tanto como la primera vez que me viste?»
Te ríes un poco, recordando el terrible miedo que pasaste aquel día.
—No, nada supera aquel susto. ¿Qué haces aquí, sin Eddie?
«Ahora viene ese tardón. ¿Qué hay de cena?», insiste. «¡Me muero de hambre!»
En fin, cada loco con su tema.
—Carne asada con puré de patatas y ensalada —le respondes. El simbionte aproxima su cabeza al horno y tú te tienes que apartar para hacerle sitio.
«Mmm, me encanta la carne asada»
—Creí que no te gustaba la comida cocinada.
«Los cerebros cocinados, no. Pero la comida humana... es interesante. No es muy nutritiva para mí, pero tiene muchos sabores diferentes. Los humanos sois de las pocas especies que conozco que necesitan variar en el sabor de su comida»
Sigues sin tener muy clara la dieta de Venom. Al parecer, puede comer todo lo que comen los humanos, y rápidamente ha adquirido gusto por los platos favoritos de Eddie. Por lo que parece, la comida de humanos que no lleva feniletilamina no es nutritiva para Venom, pero la come igualmente; y solo manifiesta debilidad o malestar cuando tiene bajo el nivel de esa sustancia.
De todas formas, habéis conseguido estabilizar eso, gracias a que sigues manteniendo la dosis habitual de chocolate que necesita Venom con tus cupcakes y tus tartas. Durante un tiempo trataste de añadir más feniletilamina a su dieta con suplemento en polvo de esos que consumen los deportistas, pero a Venom le dio aún más asco que la guarrada del cerebro cocinado, ya que, al parecer, esos suplementos tienen un sabor bastante amargo.
Nada, a este simbionte solo le va lo clásico: chocolate y cerebros (crudos). Tenéis suerte que se conforme con sesos de gallina.
Y que no le importe llenarse la barriga con "comida para humanos", aunque no sea nutritiva para él, siempre que sea gustosa. Supones que es parecido a cuando los humanos os atiborráis de chuches que no alimentan pero que están muy ricas. A lo mejor la carne asada es como los ganchitos para él, o un simple aperitivo. Su auténtico plato fuerte (a falta de cerebros) es la tarta de chocolate que vosotros vais a tomar como postre.
«Sé que estabas mintiendo», habla de nuevo, y esta vez tu sobresalto se debe más a las implicaciones de lo que dice, que a la sorpresa. «Has oído lo que estábamos hablando»
Te quedas mirándole, no sabes bien cómo reaccionar.
—¿Y qué? —contestas con precaución.
«¿Qué es lo que piensas de ello?»
—Pienso que... no me gusta que me uséis como excusa para pelearos.
«¡Bah!», exclama, sin darle importancia. «Eddie y yo nos peleamos por mil cosas»
—Pues que sean novecientas noventa y nueve, a mí dejadme fuera de vuestros líos de pareja. —Has empleado el término "pareja" como broma, pero extrañamente Venom no te corrige. En lugar de eso, sonríe y te mira de esa forma rara con que te contempla a veces.
«Ah, dulzura... ojalá fuera tan fácil»
—¿Qué quieres dec...? —empiezas a preguntar, extrañada, pero de repente oyes la voz de Eddie gritando desde el baño:
—¡Venom! ¡No sé de qué estaréis hablando, pero no se te ocurra llenarle la cabeza a t/n de tonterías, ¿eh?! ¡Que te conozco!
«¡Que sí, peñazo!» responde él en el mismo tono. Después gruñe hacia ti más bajo, y con expresión rencorosa: «Siempre me está controlando y dando órdenes». Sabes que no solo se refiere a ahora, sino a las múltiples normas que le ha impuesto Eddie para mantener su existencia en secreto. La mayoría, relativas a su alimentación.
—No te enfades con él, sabes que lo hace por protegerte. —Siempre pasa lo mismo: cuando uno de los dos se enfada, acabas defendiendo al otro. No puedes evitarlo—. En toda convivencia hay que cumplir algunas reglas. Seguro que en tu planeta natal también tenías reglas que cumplir con tus congéneres.
«Pero allí podía comer todo lo que quisiera»
—Pero allí seguro que solo eras un individuo más, un simple soldado de su ejército. —Venom te ha contado por encima la organización y las costumbres de los Klyntar—. Mientras que aquí estás en familia, eres importante, eres querido. ¿No vale eso la pena de adaptarse un poquito?
De lo que conoces a Venom, crees saber lo que responderá ahora: que se adapta mucho más que un poquito, y que no le merece la pena estar ahí escondido y pasar hambre, blablabla. Has oído ese discurso decenas de veces.
Por lo que te sorprendes cuando él se queda callado, mirándote con una expresión muy cercana a la confusión (para un simbionte).
«¿Querido?»
—Ya sabes que aquí te queremos mucho. Eddie te adora.
«Sí, eso ya lo sé», replica con suficiencia, «pero has hablado en plural. ¿Tú también... me quieres?». La expectación que percibes en su voz bronca te hace gracia.
—Por supuesto, siempre quise tener una mascota exótica. ¡Es broma, es broma! —añades riendo, al ver que su expresión se oscurece y gruñe ligeramente.
«No soy una mascota». Más que molesto, parece dolido. A veces se te olvida lo sensible que es con esas cosas.
Y ahora te sientes fatal por haber herido sus sentimientos.
—Ya sé que no lo eres, solo era una broma —dices, arrepentida—. Una broma estúpida, por favor perdóname.
Él no contesta, solo gira la cabeza en un gesto de dignidad ofendida. Claro que tiene derecho a sentirse ofendido.
—Por supuesto que te quiero —insistes—. Eres mi alienígena favorito; de hecho, para mí estás por encima del 99,9999% de los humanos.
Eso parece ablandarle un poco. Su debilidad, aparte del fuego y el sonido, y de su necesidad de feniletilamina, son los halagos.
«Hum. ¿En serio?»
—Palabra de honor. —Alzas tu mano en un gesto de promesa.
Además, no estás mintiendo en absoluto: tras todo este tiempo, has llegado a tomarle auténtico cariño a este ser de otro planeta. Aunque su aspecto sigue siendo aterrador, tú ya no lo ves de esa forma, ni siquiera durante sus mayores crisis de ira.
Tu familiaridad con ellos ha modificado tu percepción de Venom, y ahora le ves como el roomie de Eddie, excéntrico y algo caprichoso pero pese a todo confiable, y en ciertas ocasiones hasta entrañable.
Como ahora. Siendo el depredador enorme e imparable que es, que podría despedazar a medio San Francisco si se le antojara y convertirse en un asesino peor que Carnage, su profunda relación con su huésped y su constante necesidad de afecto y validación por parte de otros te produce mucha ternura. Realmente lamentas haberle hecho daño.
—De verdad que te quiero, eres un ser muy especial. Me siento agradecida de que estéis en mi vida, no solo por Eddie, sino por ti también.
Quieres demostrarle que hablas en serio, así que te acercas a la negra cabeza serpenteante (despacio, no lo vaya a interpretar como un ataque), la sujetas entre tus manos y dejas caer un ligero beso sobre su frente. O lo que te parece que es su frente, dos o tres dedos más arriba del espacio que hay entre sus ojos blanquecinos.
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Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)
Fiksi PenggemarFantasía romántica (y picante) con Eddie Brock / lectora, perfumada con el dulce aroma de unos cupcakes de chocolate y ambientada al ritmo de clásicos de los ochenta. Eddie Brock es tu vecinito buenorro del apartamento de enfrente. Te atrae una barb...