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Eddie se queda mirándote atónito:

—Wow... tú no estás cabreada, estás asustada. ¿Por qué estás...? —Se detiene y pone los ojos en blanco, como si por fin cayera en la cuenta—. Oh, joder. Has visto algo, ¿verdad? Le has visto a él.

Tú retrocedes, sacudiendo la cabeza:

—No te me acerques... —susurras con voz trémula, pero él no hace caso y sigue caminando hasta ti. Tiene las manos alzadas para tranquilizarte, como si fueses tú la que estuviera exagerando:

—Lo sé, sé que tendría que habértelo contado, pero ¿cuándo iba a hacerlo? Antes de pedirte salir, durante la cena... antes de besarte... Parece que nunca es el momento adecuado para contar algo así, ¿no crees? —se justifica con tono nervioso y apresurado—. Y ya sé que él se ve bastante impresionante... aterrador incluso, pero no debes tener miedo. Él nunca te haría el menor...

Pero tú ya has metido la mano en tu bolso y has sacado el arma cargada que has comprado, y tras quitarle el seguro le apuntas con ella:

—He dicho que no te acerques —repites con mayor firmeza, aunque tu voz sigue temblando, al igual que tus manos. Eddie se detiene con las suyas algo más levantadas; se le ve impresionado y contrariado, aunque no parece temer por su vida:

—¡Eh, eh! Oye, te aseguro que esto no es necesario.

Pues tú lo ves bastante necesario. Estás decidida a que tu cabeza no acabe en su refrigerador.

—No quiero hacerte daño, pero tampoco voy a dejar que tú me lo hagas a mí.

—¿Hacerte daño, yo? —replica con gesto ofendido.

—Tú o tu "amiguito", me da igual.

—T/n, te prometo que él nunca... —Se detiene y desvía la vista hacia un lado, como si algo ajeno a ti (dentro de él) llamase su atención. Dios, está teniendo otra de sus "conversaciones" de nuevo—. No, no salgas ahora, lo tengo controlado. Si sales solo empeorarás las cosas, ¿no ves que está muerta de miedo?

Pero tú no piensas quedarte a ver cómo se ponen de acuerdo. Agarras el bolso y el arma y sales corriendo, subiendo las escaleras tan rápido como puedes. Nunca has estado tan aterrada en tu vida.

Al llegar a la puerta de tu casa, vuelves a revolver frenéticamente en tu bolso hasta que encuentras las malditas llaves (estabas dispuesta a vaciar el bolso entero si seguían escondiéndose); pero ahora las manos te tiemblan tanto que casi se te caen, como en esas pelis slasher en las que el psicópata alcanza a la chica porque esta es tan torpe que no es capaz de abrir una puerta. Por fin consigues introducir la llave en la cerradura, abrirla y entrar. Después cierras inmediatamente detrás de ti, corriendo los pasadores de los tres candados de seguridad.

Es una suerte, porque al momento oyes los suaves golpes de Eddie al otro lado de la puerta:

—T/n, escúchame. Entiendo que ahora mismo estés asustada, pero no tienes nada que temer. Si me dejas que te explique...

—¡¡No quiero tus explicaciones, lo que quiero es que me dejes en paz!! —gritas, en plena histeria—. ¡¡O juro por Dios que llamaré a la Policía y les diré que me estás acosando!!

—¡¡No!! —exclama él. Por primera vez, percibes alarma en su voz: no le interesa llamar la atención de la Policía—. Eso tampoco será necesario. Yo... tú ganas, t/n. Te prometo que no volveré a molestarte, pero no llames a la Policía. Lo siento —añade con tono derrotado, aunque a estas alturas tú ya no le compadeces. Bastante tienes con compadecerte a ti misma.

Oyes cómo sus pasos se alejan de tu puerta. Las rodillas aún te tiemblan y apoyas la frente en la puerta suspirando, a medias por el alivio y a medias para liberar la tensión de los últimos minutos.

Sin embargo, de repente la hoja de la puerta empieza a retumbar por otros golpes. A diferencia de los de antes, estos son tan fuertes que parece que la puerta está a punto de venirse abajo.

Trastabillas y te caes de culo chillando, mientras observas la puerta estremecerse bajo esos violentos golpes y oyes otra voz conocida al otro lado:

«¡Déjame a mí, Eddie! ¡Yo puedo hacerla salir!»

—¡Para, Venom, estate quieto! ¿No crees que has hecho ya bastante? —Oyes hablar a Eddie con su voz normal, riñendo a su otra personalidad como si fuera un niño que se porta mal. De verdad que está para que le encierren.

Los golpes se detienen.

«Lo dices como si esto fuera culpa mía»

—No me tires de la lengua... —rezonga Eddie amargamente mientras se aleja por el pasillo, hasta que entra de nuevo en su casa y ya no eres capaz de distinguir lo que dice, solo las dos voces discutiendo. En algún momento le oyes lamentándose: "¡Por tu culpa jamás tendré una vida normal!", pero te tapas los oídos, te niegas a seguir escuchando.

Eddie ha llamado a su otra personalidad Venom en lugar de Víctor, pero no te importa demasiado. La verdad, en tu estado actual, no estás para muchas sutilezas lingüísticas.

Sollozas aterrorizada, hecha un ovillo en el suelo del recibidor de tu casa.

Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora