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Inspiras hondo y te concentras en terminar tu lectura mientras él, sentado a tu derecha, aguarda (no tan) pacientemente tu veredicto.

—Bueno, ¿qué te parece? —te interroga, un tanto ansioso.

—Pues... es brillante, como todo lo que escribes.

—Venga, no me hagas la pelota. Quiero tu opinión sincera.

Para ser justos, no estás haciéndole la pelota a Eddie, realmente te encanta todo lo que escribe. No solo sus análisis de denuncia social son de lo más interesantes, sino que, además, su visión es intuitiva y su estilo directo y a la vez emotivo. Desde que le conoces, te parece que, excepto olvidar a su exnovia y cocinar, todo lo que hace se le da de maravilla.

Aunque seguramente no seas demasiado objetiva en nada que se refiera a él.

—Tal vez podrías mejorar un par de detallitos —comentas, y él muestra las palmas de las manos y alza las cejas, en una expresión que podría significar "soy todo oídos"—. Este párrafo de contexto que pones en la página 3 deberías ponerlo en la 2, donde está ahora rompe la línea de tu argumentación.

—¿Cuál?

—Este de aquí. —Te inclinas para señalar el párrafo en cuestión en la pantalla de su portátil, acercándote a él sin darte cuenta; y Eddie gira un poco el rostro hacia ti y te observa. Al sentir su mirada abrasadora sobre ti, tú desvías la vista de la pantalla para fijarla en él y os quedáis contemplándoos mutuamente, cada uno perdido en los ojos del otro. Estáis separados por muy pocos centímetros, tan pocos que vuestros alientos se entremezclan.

Apenas dura un par de segundos. Ambos apartáis la vista enseguida: tú con el corazón latiéndote a toda prisa, y él con cierta culpabilidad en el semblante. Aparte de eso, hacéis como si no hubiera pasado nada.

—Y... y... deberías suavizar un poco el tono al atacar a los funcionarios públicos que autorizan las transacciones, sobre todo en la primera mitad del capítulo —añades, intentando mantener la calma.

—¡T/n, esa gentuza son corruptos! —replica, indignado.

—Lo sé, nadie lo discute, pero debes mantener el equilibrio entre el tono argumentativo y el expositivo —razonas—. Está bien que seas apasionado, pero si no te moderas, das sensación de poca imparcialidad. Tienes los datos para demostrar tu razonamiento, pero si además intentas forzar una reacción negativa en los lectores, eso restará seriedad a tu trabajo y le dará un tono amarillista que no creo que te interese.

(Espera: ¿acabas de decirle "Está bien que seas apasionado"? ¡Ah, cómo te traiciona el subconsciente!)

Por suerte, Eddie no parece darse cuenta de tu desliz. Desliza el cursor a lo largo del documento, repasándolo rápidamente mientras se acaricia el mentón con gesto reflexivo. Tú estás preocupada por si le has ofendido, hay tíos que no aguantan las críticas, ni siquiera constructivas. Pero unos segundos después asiente sonriendo, se le ve impresionado:

—Tienes toda la razón. Eres muy perspicaz.

—Que no pudiera ir a la universidad y que me líe con conceptos de empresariales no significa que sea una inculta —declaras, elevando la barbilla en un gesto orgulloso—. Leo mucho en mi tiempo libre, y en secundaria estaba entre los primeros de la clase en literatura y el resto de asignaturas de letras.

—Nunca he creído que fueras inculta; de hecho, tienes más visión que la mayoría de editores con los que he trabajado. Gracias por las sugerencias, le daré una vuelta a esto. ¿Ves algo más?

—No sé, vuelve a pasar el documento entero a ver si se me ha escapado algo.

Eddie obedece y empieza a manejar el ratón de su ordenador para hacer un repaso rápido sobre el documento, mientras los dos os concentráis en detectar posibles errores o cosas que mejorar, tratando de perfeccionar aún más lo que ya es casi perfecto. Pero después de lo de antes, te cuesta mucho concentrarte en el texto, y no puedes evitar volver a mirarle de reojo.

Está tan guapo cuando está volcado en su trabajo... tiene la expresión intensa y a la vez entusiasta de las personas que aman su profesión. La ropa que lleva tampoco ayuda a tus buenos propósitos de castidad: el regulador de la calefacción en ese edificio siempre está estropeado, por lo que o bien hace un frío que pela, u os asáis de calor. Esta noche toca lo segundo y Eddie lleva una camiseta de manga corta y un pantalón deportivo. A ti te da igual la calefacción; aunque no existiera, tú sentirías calor solo al mirar sus brazos musculosos y tatuados. Desearías poder abrazarle por la espalda y besar su cuello, poder cerrar ese portátil que lo tiene tan ensimismado y apartarlo de esa mesa, y a continuación enfrascaros en otras actividades más físicas... y placenteras.

¡Dios, no pienses esas cosas!

Sacudes la cabeza, en un esfuerzo para reprimir esos pensamientos intrusivos que te asaltan a veces cuando estás con él. Ahora sois amigos y te has hecho el propósito de no fantasear con él de esa forma... al menos, durante el día. 

Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora