Tu estómago da un vuelco cuando notas sus labios reclamando ansiosamente los tuyos, y su abrazo posesivo, frenético, como si algo salvaje se hubiese desatado dentro de él.
──¡V-Venom! ──exclamas temblorosa e intentas apartarte, creyendo que el simbionte ha tomado de nuevo el control sobre el cuerpo de su anfitrión—. ¡Para ahora mismo!
Eddie se detiene por un segundo y se separa unos centímetros de ti, pero ves que Venom emerge de su espalda con gesto ofendido:
«¡Eh, que esta vez no soy yo!»
—Lo siento —murmura Eddie—. Ya no puedo aguantar más... y ya que me has dado una excusa, pues...
Sin querer seguir hablando (tal vez no sabe qué decir, o es que no hay nada que decir en esta situación) vuelve a unir sus labios a los tuyos, y sus manos se deslizan por tu cuello y tu espalda, para estrechar tu cuerpo contra el suyo.
Y tú no puedes más que rendirte a su pasión y devolverle el abrazo y los besos con la misma intensidad.
La ilusión de amistad puramente platónica que habías creído estar manteniendo durante estos meses estalla a tu alrededor, quebrándose en mil pedazos como un cristal. Pero te da igual. Tampoco te importa saber que Venom está ahí, observándolo todo y feliz, seguramente, por haber logrado salirse con la suya.
Los labios de Eddie abandonan los tuyos y se posan sobre tu cuello, y desde ahí provocan deliciosos escalofríos que descienden por todo tu cuerpo. Poco a poco van erizando tu piel y endureciendo tus pezones, y acabando por concentrarse en la zona, caliente y deseosa, de entre tus piernas. Jadeas cuando notas sus manos deslizarse sobre tus pechos, oprimiéndolos con suavidad, y a continuación comienzan a desabrochar apresuradamente los botones de tu blusa.
Esta vez no hay jugueteo provocativo, no se complace torturándote con su lentitud: ahora su urgencia es pareja a la tuya. Te das cuenta cuando, tras bajar las manos por su espalda, le agarras por su precioso trasero y atraes con fuerza su pelvis hacia la tuya. Sí, muy atrevido de tu parte, chica, ¿pero cuánto tiempo llevas deseando hacer algo así? Con un hombre como Eddie Brock, eso es poco para lo que querrías hacerle. Para lo que tienes intención de hacerle.
El intenso contacto le hace gemir, y a ti te quita el aliento cuando notas su dureza contra tu sexo. Ya está empezando a empalmarse, apenas tras un par de besos y alguna caricia, como un adolescente. Pero no puedes culparle: demasiado control ha mostrado todo este tiempo.
Y además, tú no eres quién para juzgar, porque estás mojada casi desde el primer momento que él ha comenzado a besarte en el cuello y a tocarte.
Los dos habéis esperado tanto, demasiado.
Sin apenas daros cuenta, habéis estado moviéndoos de vuestro sitio, atravesando la sala y dirigiéndoos de forma casi inconsciente hacia el pasillo. Sabes hacia dónde conduce ese camino: hacia su dormitorio, a su cama.
Tampoco te importa. Ni siquiera te importa lo que pase después. Lo que vais a hacer lo cambiará todo: después de esto, Eddie y tú ya no podréis volver a ser amigos, no como antes. Tampoco puedes ser su novia, porque él ya está en una relación con Venom. Es probable que el calentón te cueste la amistad más dulce y significativa que has tenido en años, te dice tu "Pepito Grillo".
Pero apartas esos pensamientos de tu mente, aplastando con el pie a ese inoportuno bichejo (en tu imaginación, claro).
Ya todo te da igual. Solo quieres estar con él. Y cuando todo acabe... que sea lo que Dios quiera.
Acabáis, como habías sospechado, en su habitación; y te dejas caer sobre su cama. Sí, la misma cama que apenas un rato antes no querías mirar para evitar pensamientos lascivos, y mira cómo estáis ahora.
Estás tumbada de espaldas sobre el colchón, con la blusa abierta dejando ver el sostén; y desearías haberte puesto algo más bonito, más seductor. No llevas lencería de encaje rojo como aquella primera vez; sino uno de tus viejos conjuntos de algodón orgánico, cómodos y funcionales, debajo de tu blusa y tus jeans, tampoco nuevos ni fashion. Solo ibas a cenar con tus dos amigos, eso era todo.
Y aun así, Eddie te contempla en silencio, con la misma lujuria en sus ojos de la primera vez, y que si estuvieras de pie haría que las rodillas no pudiesen sostenerte.
Aparta tu blusa abierta para descubrir tu pecho, aún cubierto por el sujetador, y tu vientre. Posa su mano sobre este, sin apretarla ni moverla, solo disfrutando de la sedosa piel de esa zona. Notas su mano muy caliente en contraste con tu piel, más fresca por la baja temperatura de la habitación. Cierras los ojos, sintiéndote derretir por su tacto, como si fueras chocolate como el que usas para tus recetas. Necesitas que te toque por todo el cuerpo, sentir su calor. Tienes frío contra su piel ardiente, te da la impresión de que toda tú estás helada... exceptuando el incendio que hay entre tus piernas.
A Venom hace rato que no le ves ni le oyes, debe de haberse replegado dentro del cuerpo de su anfitrión. Esperas que por lo menos no le esté dando instrucciones a Eddie, pero te parece que no; porque tu vecino parece relajado y concentrado en lo que hace, y cuando Venom le hostiga desde dentro suele ponerse más nervioso. Seguramente habrá decidido estar en silencio para no estropearos el ambiente, y hace bien. De lo que no te cabe la menor duda, es de que está atento, observando hasta el último gesto que efectuáis Eddie y tú.
"Espero que disfrutes del espectáculo, bicho pervertido", piensas.
ESTÁS LEYENDO
Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)
FanfictionFantasía romántica (y picante) con Eddie Brock / lectora, perfumada con el dulce aroma de unos cupcakes de chocolate y ambientada al ritmo de clásicos de los ochenta. Eddie Brock es tu vecinito buenorro del apartamento de enfrente. Te atrae una barb...