De vuelta otra vez en tu casa, la criatura te deja en el suelo y retira los tentáculos de tu cuerpo. Tú te arrastras al otro lado de la salita para alejarte lo más posible, pero ya no tratas de escapar. Sabes que si lo intentas, él no necesitará esforzarse para traerte de vuelta; y estás muy cansada.
Por un lado, esperas que sea rápido; pero por otro tu instinto de supervivencia aún coletea dentro de ti. Si fueras una superheroína, lucharías. Si fueras uno de esos personajes de las pelis de acción que te gustan, le mirarías con desafío, sin suplicar, y morirías con dignidad.
Pero solo eres una chica normal y no quieres morir, de modo que suplicas. Sabes que no servirá de nada, pero no puedes evitarlo:
—Por favor... —susurras, intentando no llorar—, haré lo que quieras, pero no me mates.
Aun así, crees que te las estás arreglando para mantener una relativa dignidad, solo porque no te has hecho pis encima. Al menos, por el momento.
Entonces, la criatura desaparece. Es como si toda esa musculatura negra y monstruosa fuera absorbida en un fenómeno inverso al que habías visto antes, cuando brotó del cuerpo de Eddie; como si revirtiera de nuevo a su original forma humana. Ahora, de nuevo solo está Eddie, el cual se agacha frente a ti con la consternación reflejada en su rostro:
—Sssh, tranquila... Por favor, no tengas miedo. Te prometo que nadie va a hacerte daño —trata de calmarte, pero tú sigues retrocediendo ante él.
—Tú, quizás no... ¿pero y esa cosa?
—No es una "cosa". Se llama Venom, y tampoco te va a hacer nada. —Ve la desconfianza en tus ojos llorosos, y alza la voz para añadir—. Anda, sal y díselo tú, que a mí no me cree.
Pegas un respingo cuando ves de nuevo la cabeza de la "serpiente" negra brotar de la espalda de Eddie, colocándose junto a él:
«Claro que no, dulzura», sisea.
—¡Mentira! —exclamas, apuntándole con tu índice en un gesto acusador—. En la boda de Anne, fuiste tú quien habló... ¡diciendo que olía tan apetitosa como para comerme!
«Olías a chocolate», se justifica. «Y lo de "para comerte" es una forma de hablar, no significa que quisiera comerte de verdad. ¿Acaso los humanos no usáis frases hechas todo el tiempo?»
—¡Pero te oí en mi baño! —insistes—. Le dijiste a Eddie que querías darme una probadita.
Venom te contesta con una sonrisa extraña, que casi podrías calificar de lasciva:
«No me refería a ese tipo de probadita, sino a...».
—¡Vale, es suficiente! —Avergonzado, Eddie le interrumpe—. No tienes que ser tan explícito, creo que se hace una idea.
No, no te haces ninguna idea (en realidad sí, pero es tan perturbadora que no quieres creer que estén insinuando eso); y te da algo de miedo preguntar.
«Eddie tiene razón. No debes temernos, no voy a matarte» promete la criatura. «Ya ves que este aguafiestas no me deja comer gente aquí, y aunque pudiera, tú serías la última persona que elegiría. Matarte sería como matar la gallina de los huevos de chocolate». Después, añade con tono jocoso: «¿Lo has pillado, Eddie? ¡La gallina de los huevos de chocolate!»
Este emite un suspiro de cansancio.
—Sí, lo he pillado, pero es un chiste malísimo.
«¿Acaso crees que tú eres más gracioso que yo?»
—No, pero yo no voy por ahí dándomelas de rey de la comedia.
Tú no haces más que mirar a uno y a otro, alternando la vista entre ambos a medida que hablan, como si estuvieras contemplando un partido de tenis. Reconoces la cadencia de la conversación, esas discusiones como de viejo matrimonio que oías de pasada a través de la pared.
Poco a poco (muy poco a poco), empiezas a perder el miedo; pero todo esto te sigue pareciendo lo más surrealista que hayas vivido jamás.
—Lo sé, cuesta acostumbrarse —te dice Eddie, viendo tu cara de pasmo al mirar a Venom—. Solo quiero que te convenzas de que con nosotros estás segura.
No puedes apartar la vista de ese ser. Empiezas a alzar la mano hacia él, para retirarla al momento siguiente, indecisa.
—¿Quieres tocarle? —pregunta tu vecino, divertido.
Tú no contestas, te muerdes el labio inferior en una mueca de vacilación. Por una parte, sigues teniendo miedo: podría arrancarte la mano de un mordisco. Qué coño, con esas fauces, podría arrancarte la cabeza antes de que te dieses cuenta; un momento estás entera, y al momento siguiente eres "Nick totalmente decapitado".
Y sin embargo... tu curiosidad es más fuerte. Si quisiera matarte, ya lo habría hecho, ¿o no? Empiezas a comprender que tanto Eddie como él dicen la verdad. Su interés no es devorarte: no sabes exactamente cómo te está mirando esa criatura, pero desde luego no te ve como comida.
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Cupcakes de chocolate (Eddie Brock y tú)
Fiksi PenggemarFantasía romántica (y picante) con Eddie Brock / lectora, perfumada con el dulce aroma de unos cupcakes de chocolate y ambientada al ritmo de clásicos de los ochenta. Eddie Brock es tu vecinito buenorro del apartamento de enfrente. Te atrae una barb...