CAPÍTULO V

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POV Alfred

Creo que nunca en la vida había pasado tanta vergüenza y precisamente tenía que ser con ella. El ataque de risa que le dio al verme no fue lo peor si no escucharle decir que hubiera sido el blanco de las miradas de sus fans. Aunque me quedaba con la ternura que vi reflejada en su cara y con el consejo que nuevamente me volvió a dar, que saliera actuar cómodo sin importar lo que llevara puesto, así podría disfrutar tranquilo del concierto.

Lo peor fue cuando regresé a mi camerino y Aleix me vio, lo hubiera matado si con eso pudiera borrar la vergüenza que acababa de pasar. Y seguramente el enfado que llevaba encima hizo que con mis respuestas aún le dejara más claro lo que me pasaba con ella. Pero es que no podía dejar que siguiera haciendo bromas sobre mi paquete y sobre lo que Amaia necesitaba o no saber para poder tener algo conmigo.

Como si tener un buen paquete fuera lo único interesante que yo tenía y que a ella le atrajese de mí.

Quería pensar que precisamente Amaia era de las que se fijaba en otras cosas antes que en eso, una persona tan sensible como ella nunca lo haría. Ni la ducha rápida que me volví a dar me había relajado mínimamente y así no podía enfrentarme al concierto. Le pedí un cigarro a Aleix para templar los nervios mientras tomaba un poco el aire y desconectaba por unos minutos de todo, pero el muy cabrón aún siguió jugando un rato conmigo menos mal que Pedramistu también fumaba y me dio él un cigarro.

Encontré una pequeña terraza ajena al mundanal ruido donde además de respirar tranquilidad y aire puro se podía ver una magnífica puesta de sol. Encendí el cigarro y me apoyé sobre la barandilla a mirar tranquilamente el maravilloso espectáculo de la naturaleza cuando me sorprendió otro espectáculo de la naturaleza, la voz más bonita del mundo.

Cuando me giré para mirarla mientras le hacía hueco a mi lado, aún estaba más bonita bañada por los rayos del sol de tarde. Esos rayos parecían haberse concentrado en su camisa blanca y el reflejo de esta sobre su preciosa cara. Lo normal hubiera sido que siguiera mirando sus facciones, pero no pude evitar descender mi mirada al resto de su cuerpo, y ver lo bella que era y lo sexy que estaba con una preciosa minifalda estampada en tonos azules.

No sé cómo pude observar que en la mano llevaba un cigarro con los sentidos prácticamente noqueados por su belleza, pero el caso es que me di cuenta y rápidamente me ofrecí a darle fuego. Seguramente ella no sabía lo sexy que era, pero lo cierto es que lo era y fumando aún más.

Cuando llegué esa tarde al ensayo nunca imaginé que hubiese elogiado mi trabajo pero también me pilló de improvisto el piropo que me echó en esa terraza. Pero si ella no se iba a cortar, mucho menos lo iba a hacer yo. Porque si ella se había fijado en mi outfit, mucho más lo había hecho yo que no podía controlar que mi vista se distrajera cada poco hacia su escote para ver si veía algo más de lo que podía intuir a través de la tela.

Si eso ya era una situación inaudita mucho más fue toda la conversación que dio lugar ante mi comentario, sobre "los cuadros" y su falda. Jamás hubiera sospechado que ella se pudiera sentir tan incómoda y enfadada por no haber caído en algunos pequeños detalles que quizás me hubieran hecho sentirme más a gusto. Y por más que intenté restarle importancia al final me vi obligado a traspasar las barreras de su intimidad varias veces. Creo que pocas personas me despertaban tanta ternura como ella, seguramente la única que recordaba en ese momento era Vinyet.

He de reconocer que aún así me contuve en las dos ocasiones que entré en contacto con ella, cuando quité las manos de su cara estaba tan cerca de ella, de su boca que lo único que me pedía el cuerpo era acercarme a sus labios y probarlos. Y la segunda vez cuando le cogí la mano para tratar de frenar sus pasos, me hubiera gustado cogerla de la cintura y pegarla a mi cuerpo para tranquilizarla y dejarle claro que no me importaba la ropa, ni las entradas, que lo que me preocupaba era ella y su estabilidad emocional para enfrentarse al show.

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