CAPÍTULO XLI

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POV Alfred

Tenía tantas ganas acumuladas que no fue suficiente que nos fundiéramos una sola vez. Bueno ni una, ni dos, hasta que no ardimos tres veces seguidas no dejamos de prender nuestra piel.

_ Titi, ¿qué vas hacer mañana todas esas horas sola?

_ Descansar, recuperarme y volver a generar muchas ganas para volver a amarte. - me dijo aún jadeante sobre mi pecho.

No le insistí más porque conociéndola no me lo iba a decir, además que el cansancio ya se notaba y en unas horas debía levantarme.

Me dormí acariciando su piel y me desperté sintiendo el roce de sus labios recorriendo mi cara.

_ Ruru, son casi las siete y media. No te puedo dejar dormir más. - me dijo abandonando mi cuerpo.

_ ¿Dónde vas tan pronto, titi?

_ A preparar el desayuno si me quedo en la cama aún te costará más salir de ella e irte a trabajar. - me dijo volviéndose desde el quicio de la puerta para darme un pico.

_ Te amo Amaia, mucho.

_ Anda ve a la ducha prometo que mañana estaré a tú lado todo el tiempo que quieras.

Le hice caso, eso sí antes de que se volviera a escapar le cogí de la cintura para darle un abrazo, un dulce beso y susurrarle sobre su boca un - Te quiero que la estremeció. Apoyó su cabeza un segundo en su lugar favorito e inspiró mi olor antes de correr a la cocina. Miré su rastro unos segundos antes de hacer lo mismo yo y correr al baño.

_ No te puedo querer más niña!! - le grite antes de meterme a la ducha.

No sé qué me contestó porque el ruido del agua cayendo me lo impidió pero nada más que me vio salir con una toalla anudada a la cintura vino corriendo a darme un pico.

_ Yo también te quiero mucho. Corre a vestirte antes de que me coma toda la tarta de queso.

_ Ya decía yo que hoy tus besos sabían más ricos.

_ Oye!!!

_ Es broma Campanilla, no hay besos que me alimenten más que los tuyos. - le dije volviendo a probar su boca antes de salir corriendo a la habitación para vestirme.

Cuando regresé mi niña estaba café en mano mirando a través de su ventana preferida.

_ Titi, ¿está todo bien? - le dije pegándome a su espalda y rodeando su cintura con mis brazos.

_ Creo que sí, aunque con esa gente nunca puedes bajar la guardia.

_ Algún día sucederá. - le susurré temeroso a su respuesta.

_ Lo sé. - me dijo girándose entre mis brazos. Pero espero que eso suceda en España, cuando te acompañe en el camino al éxito.

_ El camino del éxito lo empecé de tu mano, amor. Pero si quieres que nuestra relación se haga pública en ese momento me parecerá perfecto.

Está vez quién buscó mi boca después de acariciarme la mejilla de un modo tan bonito y de unir nuestras frentes fue ella.

_ Te amo, Alfred. No sé si te lo digo suficientemente, pero es así.

_ Cómo sigas así no me voy a querer ir a trabajar. Yo si que Te amo, Campanilla.

No me dejó ponerme triste y tiró de mí para que me sentara a desayunar y así poder hacerlo ella sobre mi regazo.

Esa mañana la que me dio de desayunar fue ella, tan pronto me daba un trozo de esa tarta de queso que había hecho ella, y que por cierto estaba deliciosa, como tan pronto me daba un pico, como me acercaba el café o se acurrucaba unos segundos en su sitio preferido.

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