Capítulo 6

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Touya y Fuyumi sabían que su hermano menor no era precisamente una persona paciente pero nunca lo habían visto perder el control de aquella forma.

¿Quien logro esto? ¡Merecía un premio!

— ¡Sho, Sho, hermanito! ¡Piedad! —gritaba aterrado Natsuo — ¡Madreeeee! ¡Sho me va a matar! ¡Ayuda! ¡Socorro!

— ¡Deja de chillar como doncella y defiende tu postura, Natsuo! —regaño Enji — ¡Separas mucho los pies! ¡En guardia!

— ¡Madreee!

La reina de cabello albino y ojos grises, con todo su elegante porte, soltó un suspiro mientras miraba a su tercer hijo y cuarto hijo peleando con sus espadas en el patio.

Natsuo era un hábil espadachín, muy competente y con una resistencia en batalla envidiable, que preferiría trabajar haciendo Obras Públicas desde detrás de un escritorio, no quitaba el hecho de que el rey lo crío como todo un guerrero. A diferencia de él, Shoto sabía usar la espada como una extensión de su cuerpo, ya que tenía un talento innato para ella, venciendo a oponentes mucho más grandes y experimentados que él desde que tenía diez años en segundos.

Aunque todavía no podía vencer a su hermano mayor, por falta de experiencia. Pero lo que era tan espectacular aquel día se trataba de su expresión llena de molestía e irritación junto con sus movimientos salvajes y poco controlados que asustaban al mayor.

El cuarto hijo de la familia imperial estaba enojado. Y eso era raro e inusual para todos.

La reina madre vio el combate un poquito más y luego, miro a su esposo, a él le encantaba ver a sus hijos en combate e indicarles que cosas hacían mal para que pudieran vencer a sus oponentes. Era su forma de darles ánimos y apoyo paterno.

Muy dulce, ¿no?

Pero si Shoto estaba molesto, podía herir gravemente a Natsuo y ya había muchos chismes en la corte como para que ella tolerará uno que dijera que "el príncipe menor intento matar al tercer príncipe para ascender al trono más fácilmente".

Dioses, a veces se preguntaba si esos nobles tenían una apuesta por ver a cuánto llegaría su paciente antes que les congelará la lengua.

—Enji, has que paren —le indicó, en voz suave pero firme, a su marido.

El pelirrojo rey hizo un puchero por unos segundos, sus ojos claros se lamentaron de perderse tal batalla —sus hijos eran los mejores guerreros que hubiera visto— pero no iba a ir contra su esposa y quizás, su hijo menor necesitaba descansar después de gastar tanta energía.

— ¡Shoto, Natsuo, suficiente!

Los príncipes mencionados bajaron sus espadas, el albino se sintió aliviado porque pensó que está seria su primera derrota a manos de su hermanito y, por otro lado, el bicolor solo exhaló aire de forma profunda, como si el ejercicio hubiera ayudado a aclarar su mente.

—Sho, ¿estás bien? —le pregunto el albino al notar que se veía más tranquilo — ¿Se te pasó el enojo?

—Un poco, gracias —hizo una leve reverencia hacia el mayor.

—Hey, no es necesario que hagas eso, somos hermanos, ¿no?

—No se sabe quién puede estar mirando —murmuró el menor y la expresión del contrario se vio un poco afectada —Lo lamento. Estoy siendo paranoico.

—Con las personas que han entrado en el palacio, no es para menos —se lamento la princesa, acercándose a sus hermanos menores y dándoles un par de pañuelos para que se limpiaran el sudor —Ni darme un baño tranquila he podido.

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