El caballero y la duquesa.

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Aquel era un día importante. Al menos, para el joven capitán de los caballeros imperiales lo era.

Habían pasado unos cuatro años desde esos días en Ribereta, donde su vida estuvo en un verdadero peligro y fue cuidado por un hermoso ángel. Al volver a Endveador, estuvo un tiempo en recuperación, después tuvo que ocupar el puesto de su hermano mayor en la guardia imperial. Ya que, cuando Tensei se casó con la princesa Fuyumi, pese a que seguiría siendo un caballero, deseo dedicarse a ella y su familia.

Y Tenya, por supuesto, lo entendió. Habría pasado poco tiempo sirviendo al en aquel entonces, cuarto príncipe Shoto, pero era fácil darse cuenta lo codicioso que podían ser los nobles y lo dispuestos que estaban a causar daño a la familia Todoroki, con tal de conseguir lo que querían.

Así que, para él, estuvo bien que su hermano se quedará al lado de su cuñada.

El guardia se distrajo un momento y observó el camino de nieve que estaba transitando, tan familiar y hermoso. Yuki no okoku había cambiado bastante y en sus constantes visitas al ducado de Yaoyarozou, podía notar más los avances en la vida del reino. Los caminos por las montañas se volvieron más sencillos, facilitando el comercio y el viaje a todos los que quisieran visitar el reino de la nieve. La calidad de vida de los ciudadanos era mucho mejor desde que confiaban en las brujas para sus cuidados médicos y los hostiles del sur no pasaban del reino fronterizo, gracias a la ardua tarea de la recién coronada reina Jiro Kyoka.

Un maravilloso avance. Un hermoso lugar. Cuando su caballo se abrió paso hasta la enorme mansión de la duquesa, se dio un momento para admirar las ventanas negras, los detalles de flores en los marcos y las risas de las jóvenes que vivían ahí. Porque aparte de ser la casa de la mujer que amaba, también era un tipo de internado para las brujas que decidieron confiar en ella y estudiar ahí.

Para demostrar que su magia era para ayudar.

— ¡Iida! ¡Hoy llegas temprano!

Una fuerte palmada en su espalda le saco de su ensoñación y le hizo encontrarse con un par de ojos amarillos, seguido de cabello rosado.

—Hatsune-kun, eso dolió —se quejo el guardia.

Hatsune Mei, una alquimista con una gran curiosidad respecto a la magia, era amiga de la duquesa desde hacía tiempo y recientemente se había instalado en Yuki no okoku con propósitos de investigación.

Iida recuerda perfectamente como durante una cena Jiro menciono que hizo que toda una mina se viniera abajo con un invento suyo.

— ¿De qué sirve esa enorme armadura si un golpecito mío te duele? —se llevo una mano al mentón la alquimista — ¡Ya sé! ¿No quieres que te haga una mejora?

— ¡No gracias!

La última vez que Hatsune le hizo una mejora a su armadura, no sabe cómo, el metal casi termino desfigurando su columna vertebral.

Ignorando el puchero que hizo la alquimista, el guardián se metió dentro de la mansión, siendo saludado por un par de sirvientes que estaban más que acostumbrados a verlo por ahí y guiado por la costumbre, ya sin el maldito nerviosismo de las primeras veces, fue hasta el estudio de la duquesa.

Pero sin importar lo preparado que se sintiera, cuando estuvo delante de la puerta doble de madera, su corazón empezó a traicionarlo al acelerarse de la nada y tuvo que calmarse unos segundos, cuando finalmente alzó el puño derecho para tocar la puerta. La misma se abrió, revelando un rostro amable y una ceja alzada.

Tenya se sonrojo sin poder evitarlo.

—Tenya-san estaba demorando mucho en tocar, quise ver porqué —se explicó la duquesa con una sonrisa — ¿Estás bien? Te ves muy rojo.

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