Capítulo 29

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Mitsuki tenía cortes superficiales en el brazo derecho y en la pierna izquierda, Tetsu y Awase un serie de moretones formándose en sus caras. Inko tenía una mirada fría y oscura, su mano derecha sosteniendo el cuchillo contra la garganta de Keigo temblaba.

Rei y Enji contuvieron la respiración, luego, en sincronización usaron hielo y fuego para detener y apartar a aquellos dos.

Una vez estuvieron en puntas distintas de la habitación, todos pudieron respirar más tranquilos, en especial los más jóvenes que estaban en el lugar debido a las circunstancias y no por su propio deseo.

—Hagamos un repaso —sugirió la reina de los dragones pasando un pañuelo por sus cortes —Tu nombre es Keigo Takami.

—Así es —asintió el mencionado.

—Eres parte del reino de Ribereta —continuó el único rey en la sala con un tono oscuro en su voz —El verdugo del aquel que osa llamarse el emperador.

—Correcto —sonrió cínicamente el rubio.

—Pero te volviste, por voluntad propia, el mensajero del conde Shigaraki —dijo la reina de cabello albino —Quién te mando aquí con una misión en especial.

—...Sí —suspiró el de alas rojas —Pero supongo que mí error fue confiarme en que la reina Mitsuki no se daría cuenta de los pequeños detalles en mí ropa.

Hawks pocas veces fallaba, desde niño, todo lo que hacía para sobrevivir no podía tener error ni reintentos. Por eso, cuando se encontró con los monarcas de Hinokoku en las puertas de la corte de Endveador, un movimiento inteligente hubiera sido ocultarse detrás del pequeño hijo de los Todoroki o darse la vuelta y alegar que esperaría en el patio. Pero se confío, se quedó ahí ante los ojos rojos de madre e hijo y la primera de ellos no tardó en descubrir los objetos curiosos de su ropa.

Los botones en su chaqueta, las inscripciones en una de sus dagas y un collar tejido con una piedra azul. Eran las cosas que debía darles a la reina y el rey de Endveador pero que la rubia identificó como de Hinokoku.

Por ende, se acercó él, lo tomo del brazo con fuerza y fingió sonrisas ante los jóvenes, pero él pudo ver que si no le seguía la corriente, estaría metido en problemas más graves de los que ya tenía.

Se dejó llevar por ella hasta las habitaciones de la sacerdotisa Inko Midoriya y cuando los ojos esmeralda de aquella mujer vieron los botones de su chaqueta, supo que tenía que escapar. Y lo intento con todas sus fuerzas, los guardias y la reina heridos eran pruebas de eso, pero al final no lo logro.

Era casi una suerte que los reyes de Endveador estuvieran presentes en aquel cuarto. Después de escuchar tal escándalo, de lo contrario, estaría muerto.

Keigo soltó otro largo suspiro y dirigió una mirada la sacerdotisa, sus ojos esmeralda miraban la chaqueta con odio.

—Su hija está bien, señora —intento asegurarle —En serio.

—Mí hija nunca usaría un collar sagrado como botones de una simple chaqueta —apretó los puños la sacerdotisa —Dime, ¿cómo los obtuviste?

—Ella misma me los dio, lo juro. Dijo que los usará como una prueba de que estaba viva y bien —le aseguro el de alas rojas.

— ¿Viva y bien dónde? —exigió saber la sacerdotisa — ¡Llevo cinco meses sin saber nada de su existencia! ¡Darme esas respuestas no me sirve de nada!

Mitsuki dio un paso al frente antes que Inko, en pleno estado de alteración, decidiría usar el cuchillo contra el rubio y la abrazo para calmarla. Rei se sentía igual con ella, desesperada por saber de su hijo mayor, pero no lo demostraba tanto al tener un carácter algo más frío y serio. La única prueba de que estaba inquieta, era el leve aire frío que se formaba a su alrededor.

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