Capítulo 38

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¿Por qué a Bakugou le darían miedo los fuegos artificiales?

No es a los fuegos artificiales a lo que le tiene miedo.

Todoroki ya ni se asustó cuando aquella voz tan similar a la suya hablo después de que pensara aquello. Se quedó quieto, sintiendo aquel escalofrío familiar recorriendo su espalda y se giro, para ver hacía los patios donde los sirvientes ya debían estar preparando el espectáculo.

— ¿A qué le tiene miedo entonces? —cuestiono en voz alta al viento.

—Al ruido.

El bicolor frunció el ceño en confusión pero supo que ya la voz no el iba a responder. Y aunque pensaba que Monoma solo estaba jugando con él, se sentiría mejor si podía ver a Bakugou antes que empezarán los fuegos artificiales.

Volviendo a la fiesta, busco entre los invitados al cenizo, lo cual fue sencillo considerando que se acercaba hacía el rincón aislado dónde estaban las personas de Kyodaina Jigoku.

Al parecer, no podía ver a Midoriya de lejos por más tiempo. No podría culparlo, él también quería estar junto con su hermano. Por lo tanto, cuando se acercó hasta el cenizo, aparte de recibir una ceja alzada como saludo, obtuvo una pequeña sonrisa de su parte y su mano derecha rozó la suya, una señal para que lo acompañará.

Queriendo controlar las emociones que sentía y las preguntas que tenía sobre el cortejo, el cuarto príncipe se puso hombro con hombro junto con el heredero de Hinokoku para caminar a la par hasta el conde Shigaraki.

El cual ni pudo ocultar su cara de irritación cuando los vio llegar. Y, sin embargo, la mujer encapuchada a su lado se movió de lado a lado, como si estuviera ansiosa porque se dieran prisa.

El bicolor no hizo hincapié en que la persona a su lado debía estar igual o más inquieta.

Al estar finalmente de pie delante del conde Shigaraki, ambos menores hicieron una leve reverencia y el cenizo alzó una mano, hacía la dama encapuchada que usaba un bonito vestido blanco con negro cuyo lazo azul marcaba su cintura y portaba unos lindos guantes de color blanco.

—Conde Shigaraki, me gustaría saber si me dejaría alejar a la alquimista de usted por unos momentos —dijo el monarca —Para poder bailar una pieza junto con ella.

Por la forma en que el conde frunció el ceño, el cuarto príncipe y el cenizo casi pensaron que no aceptaría, pero al final miro hacía la femenina y puso una mano sobre su cabeza, dándole una palmadita.

—...Ella es libre de hacer lo que quiera —expresó aunque había algo de resistencia detrás de sus palabras —Si quieres bailar con él, adelante Hoseki.

La mencionada asintió y acepto la mano extendida del monarca, dándole un apretón que debía ser lo más cercano al abrazo que deseaba darle y dejando a el bicolor junto con el conde, fueron camino a la pista de baile.

Shoto no tardó en elevar la cabeza hacía la persona al lado de Tomura, vestido en colores negros pero con detalles de llamas azules en sus mangas y un cinturón blanco de dónde colgaba una espada.

—Dabi —nombró el cuarto príncipe en un tono cálido pero con el ceño fruncido —Es un nombre bastante curioso, ¿puedo saber a qué se debe exactamente?

—Pues, mí viejo padre no tenía mucha imaginación que digamos —suspiro el encapuchado con pesar y levanto la manga de su brazo derecho, dejando a la vista la piel marcada de color morado —Aunque, mayormente, me llaman de esa forma debido a estás marcas, cuarto príncipe.

El bicolor miro hacía las quemaduras con sincero dolor y pesar. Touya había tenido innumerables marcas de quemaduras desde que sufría de sus desequilibrios mágicos pero ninguna, ni siquiera las últimas, llegaron a cubrir gran parte de su piel como aquellas que parecían ir desde su muñeca hasta perderse debajo de la tela de su ropa.

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