Capítulo 5

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Quedarse solo a custodiar la casa era algo aburrido para Eijirou.

O lo era hasta que empezó a sentir ciertos olores viendo desde el bosque que rodeaba la residencia.

Al ser metamorfago, sus sentidos estaban muy desarrollados y eran altamente sensibles, además que sus instintos de dragón lo alertaban acerca de los peligros que pudiera haber cerca suyo.

A lo largo del día, no sintió nada. Katsuki e Izuku se habían ido por la mañana a la academia, mientras que él siguió durmiendo dentro de la casa hasta pasado el mediodía y después, fue a un mercado cercano y no demasiado concurrido, a comprar provisiones. Luego, salió al patio a entrenar con su espada y su lanza. Estuvo tranquilo la mayoría del tiempo, hasta que sus oídos percibieron sonidos acercándose del bosque y un olor agrio, casi asqueroso, llegó a su sensible nariz.

De inmediato, se puso en guardia, pero sus instintos se sentían resentidos a atacar al individuo y no entendía porque. Por algún motivo, en vez de proteger el hogar, sintió una necesidad de ayudar a aquel que lo estaba invadiendo.

Él nunca había sentido lástima por otra persona. Mucho menos sin verla, ni estar seguro que había realmente alguien acechando el lugar pero así se sintió.

Por supuesto, pese a sus emociones, se mantuvo en guardia y camino lentamente en la dirección de donde venia ese aroma y el sonido pero apenas se movió, desapareció.

Literalmente, todo desapareció. Ya no percibía el suave ruido de alguien pisando las hojas o el aroma putrefacto. Estaba convencido que se había quedado, nuevamente, solo en la casa.

El pelirrojo se quedó admirando los perímetros del bosque, intentando percibir cualquier cosa que le dijera que aquella persona seguía todavía por ahí y que podía acercarse. Pero no halló el mínimo rastro de nada.

No pudo volver a entrenar después de eso y unos diez minutos después, Midoriya y Bakugou llegaron a la casa.

Kirishima les sonrió, pregunto cómo le había ido a la femenina en la academia y qué estuvo haciendo el cenizo pero no pudo quitarse aquella extraña sensación erizando su piel, haciendo cosquillas en sus sentidos e instalándose en su mente.

Una persona había venido a investigar la casa. Una persona que debía saber los horarios de la femenina, porque justos diez minutos después, ella y el monarca aparecieron. Las intenciones de esta persona no estaba al alcance de su mano pero sus instintos le insistían en que no era un peligro y que, en realidad, necesitaba su ayuda.

Olía a algo muerto. Sin vida. Pero era alguien vivo, ¿cómo era eso posible?

El metamorfago no lo sabía pero tenia en claro que, ante todo, su prioridad era la seguridad de los otros dos.

Protegerlos a ambos iba por encima de todo lo que sus instintos pudieran decirle.

Protegerlos a ambos iba por encima de todo lo que sus instintos pudieran decirle

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