Libros de arena.

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Tal vez no fue tan buena idea salir ese día como lo habían planeado.

Kaminari podía sentir su corazón agitado, asustado y ver el cuerpo de Shinsou herido a unos metros no le ayudaba.

— ¡Toshi! ¡Toshi! ¡Toshi!

¿Qué salió mal? ¿En donde se equivocaron?

¿Fue en el momento en que los alfiles los encontraron robando en el mercado? ¿O cuando uno lo lastimó a él e hizo que Shinsou usará sus poderes sin darse cuenta? ¿Por qué su desesperación los cegó de lo más importante de todo?

Que nadie debía saber que eran metamorfagos. Nunca.

Pero cuando el rubio fue herido, cuando un alfil hizo un corte profundo en su pecho, el de ojos amatistas no dudo en transformarse y atacarlos a todos en medio de su furia. Sin creer nunca que tal escándalo que estaban causando traería a el emperador al lugar y que esté mismo, lo detendría.

El de ojos dorados solo pudo ver a su querido amigo siendo derribado del cielo por el emperador, comprender que aún con sus poderes, las órdenes no tenían sentido contra una persona como Shigaraki. No tenían efecto, así que, solo le quedó pelear y cómo era de esperarse, perdió.

¿Por qué un día que se sentía tan común y cotidiano, tuvo que terminar de aquella forma?

¿Por qué, por qué, por qué?

El rubio lloraba desconsolado por el dragón tirado en el suelo y cuando tuvo los fríos ojos rojos del emperador sobre su persona, lo primero que hizo hacer fue matarlo con su electricidad por haberlo lastimado. Pero la lanza empuñada por el alfil en su cuello le recordaba que no debía hacer ninguna tontería.

Porque tenía el presentimiento que él no sería quien pagaría las consecuencias.

—Que interesante lo que tenemos aquí. Dos ciudadanos que al parecer han ignorado las leyes de Ribereta —dijo el emperador en un tono serio —Alfiles llevarlos al castillo. Preparen también la sala de ceremonias.

Denki grito desesperado cuando vio a Hitoshi volver a su forma humana, con el cabello purpura despeinado e intentando alcanzarlo a él. Le gritó que volvería a su forma de dragón y que lo dejara ahí, que se fuera, que lo abandonará.

Porque sentía que lo estaba por ocurrir sería horrible para el de ojos amatistas.

La forma en que el emperador sonreía no era un buen presagio.

La forma en que el emperador sonreía no era un buen presagio

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Dolor, dolor y dolor. Los gritos de Kaminari eran terribles, el olor era asqueroso y aquellas manos tocando su cuello, solo hacían que Shinsou quisiera vomitar.

Y aún así, creía que había tomado la decisión correcta al elegir ser él quien se convertiría en alfil y pedir a cambio que el rubio fuera nombrado su pareja, porque así nadie le haría daño.

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