A Katsuki le provocaba más curiosidad ver el festival gastronómico de invierno que la fiesta y aparentemente, Neito compartía su sentir porque seguía frunciendo el ceño hacía afuera de la ventana de su habitación asignada para su estancia, como si así pudiera ver los precios de los productos en Endveador.
—Bakugou, ¿y si nos vamos después de una hora? —interrogó con la vista clavada hacía afuera —Estar entre la muchedumbre parece más divertido.
—Si quieres tus malditas conexiones te sirve más estar en la fiesta —bufó el de ojos rojos —No seas infantil, idiota.
—No es mí culpa que la comida de allí abajo se vea tan buena y a un precio accesible —suspiró el rubio —Además, posiblemente, la mayoría me ignoré por ser tan joven.
—Como si eso fuera a detenerte.
Estar con el líder de la marina mercante resultó ser menos agobiante de lo que el monarca hubiera creído, los dos hablaban el mismo idioma cuando se trataba de comercio —aunque el de ojos claros era más arriesgado de lo que le gustaría— no toleraban las críticas por parte de los mayores que no los conocían ni hacían el esfuerzo de hacerlo y podían estar juntos en una misma habitación sin que ninguno acabará muerto, lo que el cenizo creía imposible.
Ya fuera porque él era muy distinto a su yo adolescente o debido a que el rubio quería alargar el cortejo lo más posible para obtener lo que quería, se agradecía la paz en el ambiente.
Un ruido fuerte hizo que el de ojos rojos se asustara, se pusiera de pie y viera hacía la ventana, un destello de algo colorido estuvo a la vista pero no ayudo a calmarlo. Sonó muy fuerte para su gusto, parecido a los disparos de las armas de los alquimistas durante la guerra y la magia de combate por parte de los magos.
— ¿Estás bien, Bakugou?
Neito también había oído el ruido, sería imposible no hacerlo considerando lo alto que fue y como estuvo más cerca de la ventana, llego a ver más destellos de colores que el monarca y noto que eran personas del castillo —de la servidumbre por sus ropas— probando algo desde el piso.
Había escuchado hablar de la pirotecnia pero nunca vio su función para el entretenimiento —los dragones y metamorfagos eran muy sensibles a ciertos ruidos, los fuegos artificiales no eran rentables en su tierra— y estaba intrigado por ello, aunque el ver el semblante pálido de Katsuki le hizo cambiar de opinión.
—Sí...—asintió vacilante —No es nada.
El rubio acepto aquellas palabras y se alejo de la ventana, sentándose frente al monarca que se volvió a poner en su lugar, un sillón blanco que hacía destacar la vestimenta de color azul mar que llevaba puesta.
Para la fiesta en honor a la Diosa de la Luna era obligatorio usar tres colores en las vestimentas de los invitados, azul, blanco y negro. No es como si tuvieran que usar prendas de esos colores precisamente, mientras estuvieran en algún lugar de la ropa, se consideraría apropiado.
Eran colores algo fríos para las vestimentas tradicionales de Hinokoku pero todos los usaban para respetar las costumbres de Endveador.
Bakugou llevaba puesto una túnica color azul hasta un poco más abajo de las rodillas, un pantalón negro pegado al cuerpo y una cinta blanca ajustada en su cintura, con un patrón de dragones en negro, rojo y dorado. No podía llevar su capa roja al evento ya que le sería incómodo usarla toda la noche, por lo tanto, la túnica que dejaba parte de su pecho y collares expuesto estaba a la vista. Se veía como todo el príncipe que era y no necesitaba más joyas de las que ya tenía ni prendas que parecieran más finas.
Un equilibrio entre atractivo y poderoso.
Monoma no quiso desentonar con él al ser su pareja debido al cortejo, así que eligió una remera de color negro lisa y arriba una túnica abierta en colores degradados de azul con verde junto un pantalón blanco con cadenas en la cintura. También llevaba un solo collar, familiar, en su cuello. Una señal de su estatus y que era el único en su familia que llevaba el manto de líder.
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Reiniciar [TodoBaku]
FanfictionKatsuki Bakugou se mezcló con el color rojo de su capa, su corazón murió años atrás con aquel primer evento que marcó su vida y su mente torturada no dio espacio a la misericordia. Peleó, peleó y peleó, lo apodaron el príncipe en busca de la sangre...