Capítulo 45

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Fue una corazonada, un instinto, el que llevo a Bakugou a lanzar las primeras explosiones antes de lo planeado.

— ¡Bakugou-kun! ¡¿Por qué?!

Togata estaba a su lado, viendo en todas las direcciones debido al polvo que levanto las explosiones en el viejo castillo. Deshacerse de los alfiles en la entrada para pasar no fue un problema pero atacar de esa forma daría una alerta a todos y el plan se vendría abajo.

Además, no sirvió que Sero y Ashido empezarán con su parte del plan, incendiando las partes del castillo que le correspondían a la señal de las primeras explosiones. A lo sumo, los alfiles se dividirán e irán por ellos igualmente.

— ¡Agacharte! —grito el monarca en contestación — ¡Ella está aquí!

Lo cual, era bueno y malo para su plan. Estaban en una sala cerrada, la explosión había derribado la puerta donde el cenizo sintió un escalofrío que le heló la sangre y ahora no tenían oportunidad de huir.

Así como tampoco la tenía Eri, que estaba de pie en medio de la sala, dos espadas en sus manos y los ojos rojos muertos viéndolos a ambos fijamente.

Parecía una linda muñeca. Un títere más del emperador.

—Eri-chan —llamó el rubio con dolor en sus voz —Pronto todo terminara, te lo prometo.

La pequeña albina no contesto, en cambio, se lanzó al ataque a una velocidad que no debería ser humanamente posible y clavo una de sus espadas en la pierna derecha del mayor, arrancándole un grito de dolor en el proceso.

— ¡Togata! ¡Mierda! —corrió el cenizo, preparando una explosión en su mano izquierda — ¡Aléjate, mocosa!

El monarca no llego a darle con su explosión a la niña, ya que repentinamente el piso se levantó en picos que se interpusieron en su camino y tuvo que usar su explosión para evitar un ataque del lado frontal.

—Apreciaría que dejaras a mí Eri jugar con su antiguo amigo. Será la última vez que lo vea y eso la tiene triste.

El cenizo miro con irritación hacía la persona que se interpuso en su ataque, Chisaki Kei, que lo miraba de pies a cabeza como si fuera menor a una hormiga a la cual debía aplastar.

— ¡Bakugou-kun, estoy bien! —le aseguro el rubio que peleaba como podía contra la albina — ¡Mata a esa basura! ¡Por hacerle esto a Eri-chan!

— ¡Ni tenías que decírmelo! —gruño el monarca — ¡Muere!

Las explosiones iban y venían, derrumbando el palacio del emperador, lo cual era el plan en primer lugar, Katsuki intentaba causar el mayor daño posible a nivel estructural y Kei ni se daba cuenta que lo estaba ayudando en su propósito al usar magia para cambiar los materiales del suelo y las paredes a su antojo.

Antes que se dieran cuenta, los escombros los rodeaban y faltaba una pared que daba con un pasillo, Chisaki quedó mal herido debido a las explosiones y Mirio tenía múltiples rasguños debido a las espadas dobles de la albina pero el problema principal seguía siendo Eri, que ni sudaba después de estar tanto tiempo en combate.

Katsuki jadeo con cansancio y miro hacía la albina, moviéndose con rapidez y eficacia, haciendo de cada corte en el cuerpo del líder de la resistencia una herida mortal.

—Increíble, ¿no? —llamó su atención el castaño que había quedado sin su brazo derecho —Eri es perfecta, no siente dolor ni pena ni alegría, trabaja de forma diligente como una niña buena. Una creación perfecta que servirá a los propósitos nobles de nuestro emperador.

— ¿Y qué nobles propósitos serían esos? —cuestiono burlesco el monarca — ¿Extender su pudrición por el resto del mundo? ¿Acabar con todos para conquistar sus territorios?

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