Capítulo 17

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¿Acaso es tonto?

Es lo primero que piensa el rubio al despertar, pasando una mano por su cabello desordenado y bostezando. Es mucho más temprano de lo que debería despertarse y no le gusta la idea de despertar a los pequeños niños con él todavía, pero cuando volviera podría ser demasiado tarde.

No se arriesgaría con los niños.

—Hey, pequeños, hora de despertar —susurra moviendo los cuerpos de los niños de a uno —Deben volver con sus papás y mamás. Despierten.

Los dos niños y la niña asienten medio dormidos. Están muy delgados y uno de ellos tiene varios golpes, cortesía de un maldito que no toleró la mirada desafiante del menor.

A el rubio se le parte el corazón cada vez que los ve. Compartir con ellos su cama para que tuvieran más calor que en las otras tiendas y tratar sus heridas como puede, es lo máximo que puede hacer por ellos y sus padres.

Los niños están lo bastante despiertos para saber que no es la hora en la cual salen de la pequeña tienda pero no protestan, los tres se toman de las manos y el de ojos dorados es el primero en salir.

No hay nadie afuera. Exceptuando el "supuesto vigilante" que duerme desde lo alto de una torre. Realmente, si no fuera por las alarmas del campo mágico, hacía tiempo que hubiera intentando escapar con unos cuantos esclavos y los niños.

El rubio dio un suspiro dándose cuenta de su error en el plan imaginario. Bien, ellos hubieran escapado, él habría tenido que quedarse y seguramente Shinsou tendría un paro cardíaco cuando lo supiera.

Este no es un lugar turístico, ¿ese chico no lo entendió o qué?

El joven que pasó el campo mágico del otro día tenía ojos rojos y cabello cenizo, no parecía un mercader perdido, ni alguien que formará parte de los esclavistas —estos eran del reino de la nieve y sus pieles eran muy blancas junto con cabello negro, una de sus características principales— ya que lucía desconfiado de dónde estaba.

Bien, a lo mejor era una buena persona y quería saber qué pasaba ahí, tal vez ayudar. Pero eso no serviría de nada, no era el primero que vendría con esas intenciones y el de ojos dorados se negaba a condenar a un alma noble e inocente a la muerte en Yuki no okoku por hablar de los campamentos de esclavos.

Ah, extrañaba a Hitoshi. Con su habilidad podría alterar la memoria de aquel joven.

Una vez los niños se metieron en las carpas pertenecientes a sus padres, el rubio camino silenciosamente, como solo él lo sabía hacer hasta la zona de dónde sentía la perturbación en el campo mágico, el árbol alto y frondoso de la otra noche le dio la bienvenida, junto con el joven cenizo.

—No entiendes la frase de "vete lo más rápido posible", ¿o qué? —bufo el rubio cruzado de brazos y molesto —Este es un lugar peligroso. Si los guardias te ven, te matarán.

—Entonces, ¿por qué saliste de tu tienda si existe esa posibilidad? —cuestiono el cenizo con una ceja alzada.

—Porque a mí no me van a matar —respondió encogiéndose de hombros el rubio —Pero sí pueden torturarme y antes de llegar a eso, agradecería que te fueras.

El de ojos rojos se mantuvo en silencio y le dio una mirada de arriba a abajo, analizándolo.

— ¿Eres de Hinokoku?

A el rubio se le hizo conocido aquel nombre, de algunos de los libros que había robado en una biblioteca de la ciudad, cuando era un niño. Hinokoku, la conocida tierra del fuego, donde habitaban los dragones y sus descendientes.

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