Capítulo 41

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[Último capítulo del año, me tomaré un descanso de unos días debido a las fiestas pero volveré pronto, lo prometo. Les deseo un muy feliz año a todos, muchas gracias por leer mis historias a lo largo de este año y ser tan dulces conmigo siempre, espero que tengan muchas bendiciones en este nuevo año que nos espera. Cuídense mucho ❤️]

—Señorita.

Itsuka sintió un escalofrío. No quería voltearse. Sabía lo que le esperaba, dos pareces de ojos del color del zafiro, mirándolo fijamente.

¿Qué hizo para atraer la atención del líder de la marina mercante? Que alguien se lo dijera, porque no lo entendía.

—Ah, ¿no va a voltear? Que descortés de su parte.

La femenina miro molesta la sonrisa petulante que tenía Neito, aunque, en un breve instante, todo cambio y volvió a sentirse como cuando estuvieron en la reunión.

Observada.

Y algo asustada.

Pese a que tenía uno de los brazos inmovilizados, el rubio no tuvo problemas para agarrarla por el hombro y hacer que su espalda choque contra la pared, sus ojos azul zafiro la clavaron en su lugar, la sonrisa ya no estaba y ella supo que todavía si se defendía, las posibilidades de huir eran bajas.

Además, los pasillos estaban vacíos. No quedaban sirvientes en el castillo, los aristócratas estaban en el hospital ambulatorio junto a sus familiares heridos o haciendo cuentas de sus perdidas en las oficinas que les presto la reina. Kyoka seguía en su habitación, sin comer ni beber desde que Momo desapareció.

Debió haberla seguido más rápido. No quedarse viendo el patio como una idiota, por muy encantador que le pareciera.

—Realmente, eres igualita a unas personas muy desagradables, ¿sabías? —se burlo el rubio.

—...No sé de esta hablando, pero me gustaría que me dejara en paz —gruño la femenina sin querer mostrarse asustada pese a estarlo —No hice nada para merecer ser tratada de esta forma.

Algo breve cambio en la mueca del rubio, como si le diera la razón y para alivio de la femenina, él se alejo un poco, permitiendo que pudiera soltar un suspiro de alivio.

En Ribereta conoció a todo tipo de personas y con los esclavistas de Yuki no okoku su temperamento se volvió lo suficientemente duro como para poder hacer frente a todo. No demostraría miedo ni debilidad a nadie.

Pero aquel hombre le daba miedo. Porque él podía verlo, sin importar que le mantuviera la mirada y su expresión fuera molesta, sabía que le dio miedo su abrupto encuentro, palabras y actitud.

A Itsuka le dio miedo la facilidad con la que al verla solamente descifro todo eso.

Una mirada. Y él parecía saber todo sobre ella. Todo lo que tanto esfuerzo ocultaba.

Tenía razones para considerarlo aterrador.

—Durante la reunión algo me pareció curioso, Kaminari se presentó y dijo que nació en Ribereta pero la señorita no —menciono el de ojos zafiro — ¿Puedo saber el lugar de nacimiento de la señorita y su nombre completo?

—Soy Itsuka. No sé sí nací en Ribereta, por eso, no lo dije.

En síntesis, antes de conocer el desierto, Itsuka tenía recuerdos de un bonito mar y unas flores que nunca volvió a ver. Pero luego, todo lo que había en su memoria era Ribereta, donde siempre estuvo sola hasta que halló un grupo para sobrevivir.

Y luego, al ser una mujer sana y fuerte del desierto, se volvió blanco de los esclavistas.

Por mucho que intentó huir, esconderse, no sirvió. Al menos, estuvo feliz cuando Bakugou Katsuki destruyo el campamento de esclavos dónde la retenían, tuvo suerte de ser libre antes que la comprarán.

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