O N C E. Creo que lo golpeé

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Skyler Snow Thompson

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Skyler Snow Thompson

Ha sido una mañana realmente alocada. Tenía planeado distraerme de la depresión por dormir sola con un poco de estudio, pero al momento en que me desperté, comencé mi lectura e intenté pensar en lo que leían mis ojos... supe que no iba a ser fácil. Tenía la cabeza en otro lado, más específicamente en Donovan y el hecho de que no había ido a buscarme para dormir juntos como lo hizo anteriormente. ¿Cómo pasó de necesitarme ahí con él por la noche a simplemente no aparecer?

Me dolió, pero cuando apareció con su fuerte puño aporreando la puerta, mi pecho se infló y no hubo dudas. Había llegado. Tarde, pero lo hizo. Sin embargo, no me había preparado para verlo molesto, menos aún cuando entró a mi dormitorio y lo primero que dijo fue que había un olor asqueroso adentro.

Si no fuera porque Jessica hizo su intromisión con rapidez, me habría largado a llorar mientras corría a la ducha. Por un microsegundo creí que me decía que olía mal, pero cuando se acercó a mí y me olió como si fuera de vida o muerte, no hubo más pensamientos al respecto.

Ese hombre puede alocar mis emociones en tan solo unos instantes.

Sin embargo, ahora estoy en otro estado de duda, sin saber cómo sentirme mientras Donovan se desviste frente a mí, sin siquiera permitirme un momento para dejar mis pertenencias en el sillón, y comienza a envolver sus manos con una cinta blanca. El pantalón largo gris de entrenamiento que se puso hace un segundo me distrae más de lo que nunca pensé. Mis ojos no pueden despegarse de las dos pequeñas cintas que se balancean en la cinturilla del pantalón mientras da pequeños saltos de calentamiento antes de atinarle un golpe al saco.

Ni siquiera he dado un paso más cerca del sillón cuando he entrado pero aquí estoy, sin poder moverme por lo embobada que me tiene todo... él. Su mundo sin sentido o explicaciones coherentes. No hay excusas para justificar lo que hace, dice o piensa, solo es así por naturaleza y no puedo hacer nada más que acoplarme e intentar entenderlo mientras disfruto de la vista. No solo eso, adorar cada maldito segundo que me dé de su atención. Lo atesoraré de por vida si es necesario.

Eso es hasta que el café en mi mano comienza a quemar las almohadillas de mis dedos y tengo que acercarme a la mesa para no dejarlo caer. No puedo quedarme toda la mañana viéndolo entrenar, a pesar de lo mucho que lo quiera mi sistema. Hay mucho estudio en mi calendario, no me gusta quedarme atrás cuando se trata de los exámenes y odio dejar todo para último momento, así que quiera o no, debo arrancar mi atención del hombre inquieto dándole golpes a un saco colgando de una cadena salida del techo y empezar con lo mío.

Por suerte tengo algo de consuelo. El enorme trozo de pastel y café que me ha comprado son una buena compañía además de los suspiros y respiraciones agitadas que escucho de fondo. Si él sigue de esta manera, terminaré rodando a su lado mientras andamos por la calle porque seré una gran bola de demolición mientras que Donovan se mantendrá como el Dios del Olimpo si sigue entrenando así.

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora