Q U I N C E. Él está loco

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Skyler Snow Thompson

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Skyler Snow Thompson

Es difícil mantener mi atención alejada de Donovan por lo que resta del viaje, así que no lo hago. Noto cada cosa que él hace, incluso las miradas constantes que me lanza cada dos minutos y que veo de reojo. Ni siquiera me muevo, solo pretendo fingir que estoy relajada y que la posición en la que llevo los últimos quince minutos todavía es cómoda.

La única manera en la que podría estar realmente cómoda es envuelta en los brazos de Donovan, en su calidez rodeándome y sus suaves respiraciones chocando contra la piel sensible de mi cuello. Como aquella noche donde todo lo que olía era su masculinidad y el aroma intenso de su anatomía picando en mi nariz. Intoxicante, agria y cargada de intensidad. Me había relajado tanto que fue la primera noche donde no tuve necesidad de ir cada dos por tres al baño ni despertarme para tomar agua. Había palmado, completamente desmayada sobre él sin interrupciones de por medio. Fue asombroso.

Pero no puedo pensar en eso. Debo aprender a recuperar mi libertad, mi independencia. Y suena realmente loco cuando pienso en que solo nos conocemos hace un par de días nada más, pero así lo siento. Ahora lo único que ronda mi cabeza es la agonía de saber que necesito su cuerpo y tener que forzarme a alejarme de él, Volver a dormir sola.

Conciliar el sueño sin su pecho bajo el mío y sus brazos sosteniéndome. Será difícil.

Recién cuando el auto finalmente se detiene y Donovan hace un intento por salir del auto, levanto mi vista, pensando que finalmente llegamos a los dormitorios y podré alejarme de él para poder pensar en solitario y, tal vez, curar mis heridas internas. Sin embargo, me sorprendo al encontrar la enorme fraternidad donde vive Donovan.

¿Realmente pensaste que él te haría caso y te llevaría a tu dormitorio?

―Esta no es mi casa. ―le susurro, sin moverme, a pesar de que mis piernas piquen por querer salir del coche y ser arrastrada hasta su sótano.

―No dormirás sin mi. ―dice bruscamente, pero es solo eso. No hay furia ni molestia, solo curiosidad y timidez brillando en sus ojos cuando se agacha un poco para poder verme. ―Hemos dormido una noche separados y ha sido un infierno. No volverá a pasar.

¿Por qué escucharlo decir esas palabras hace que mi corazón se infle y mi cuerpo tiemble con deseo? Quiero cerrar mis ojos y saborearlo, rogarle que siga diciéndome ese tipo de cosas para recordarlas por el resto de mi vida, pero tengo que ignorarlo. No puedo caer con cada palabra que salga de su tentadora boca.

―Necesito estar sola. ―dejo salir, sabiendo que es pura mentira.

No importa cuanto haya demostrado que es un monstruo, mi cuerpo sigue deseando su cercanía. Cuerpo traidor. Primer hombre con el que tengo contacto y ya te vuelves adicto.

―Puedo dejarte sola unos minutos en mi sillón. Me esconderé en la habitación.

―Eso no será suficiente. ―me distraeré sabiendo que estarás recorriendo la habitación de un lado al otro como león enjaulado, sufriendo porque no estás conmigo. Y eso solo va a hacer que vuelva a dejarte entrar en mi vida como si nada hubiera pasado.

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora