T R E I N T A Y S I E T E. Abecedario. Maratón 2/2

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Skyler Snow Thompson

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Skyler Snow Thompson

El sonido de las pesas moviéndose es lo primero que escucho cuando entro al sótano, incluso antes de reconocer la enorme figura de Donovan en su zona de entrenamiento, No registra mi llegada, ni siquiera siente mi intensa mirada en su cuerpo cuando mi sistema se paraliza para absorber y deleitarse con su singular belleza oscura. Y por un momento, logro olvidarme de todo el peso que llevo en mis manos porque ¿cómo no hacerlo si lo encuentro semi desnudo como un hermoso "Buenos Días" en plena mañana? Es algo que no se puede ignorar. Nadie en este mundo podría ignorar una escultura como la de Donovan.

Hace frío afuera, pero lo único que siento es calor cuando mis ojos siguen el recorrido de las gotas del sudor pintando su piel y el movimiento de su pecho al respirar con agitación. Su frente está fruncida, como siempre cuando intenta concentrarse en liberar su ansiedad y energía luego de una larga noche llena de pesadillas. No se si se dio cuenta, pero he tenido que abrazarlo toda la noche y acariciar su cabello mientras dormía para calmarlo lo suficiente. Me desgarró el corazón y temo que seguirá siendo así por un largo tiempo hasta sanar.

Pero me he decidido. Donovan debe avanzar, progresar y abrirle los brazos al mundo. Así que espero que aprecie lo que hice esta mañana porque me he levantado temprano solo por él.

Mordiéndome el labio, sin despegar mis ojos de él e intentando que mis piernas no tiemblen por el deseo, bajo las escaleras y me acerco. Ni siquiera mis pasos lo desconcentran porque sigue subiendo y bajando las pesas en cada una de sus manos como si yo no estuviera.

Definitivamente está pensando en cosas que no le gustan porque últimamente cada pequeño sonido que provenía de mi, llamaba su atención. Y hoy que hago ruido a propósito ni siquiera le mueve un pelo.

―¿Imaginas que estas levantándome a mi?

Se voltea como si lo hubiera sorprendido. Como si no esperara que apareciera de golpe a su lado. Y cuando sus ojos viajan a la pila de libros sobre mis brazos, esa pequeña alegría que vislumbré junto a su sorpresa, se evapora.

―Demonios, no. ―gruñe, dejando las pesas en el suelo y dando un paso hacia atrás.

―¿No lo imaginas? ―ignoro su malhumor. Esperaba encontrarme con su negativa a cooperar, así que me prepare mentalmente para esta batalla.

―A ti sobre mí, sí. ―entonces señala la pila de libros en mis brazos ―Eso no. Déjalo.

―Así que los conoces.

No los suelto, más bien los exhibo y estiro mis brazos hacia Donovan para que los vea más de cerca. Debe hacerse amigo de estos bonitos libros para niños con dibujos y colores, porque es lo único que verá hasta que aprenda a leer correctamente. No me importa cuanto dure.

―Mi tío tenía algunos. ―gruñe otra vez, apartándose como si tuviera lepra en vez de libros infantiles en mis brazos.

Le hago un puchero.

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