E X T R A. 6

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Harry Thomas Green

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Harry Thomas Green

Es un gran progreso.

Normalmente era yo el que se acercaba a ella, esperando y ansiado que estuviera de buen humor y no escapara de mi maldiciendome porque sí. Muchas veces dependía de cómo se levantaba por la mañana, porque es así de extraña, pero la mayoría de las veces, solo me daba unos minutos para sacarla de quicio antes de escaparse de mi lado, como si quisiera nuevamente recordarse a sí misma que yo era el enemigo.

Ahora es ella la que está parada en el campus, esperándome después de mi clase.

Y juro que no le pedí ni le obligue a hacerlo. Pero ahí está, con su cabello volando con el viento, su mandíbula apretada y las mejillas sonrojadas por la vergüenza, apartando los ojos cuando siente mi mirada a medida que me aproximo.

No puedo evitar mi sonrisa cuando llego a ella. Huele bien, se ve hermosa, y cada átomo de mi cuerpo desea correr a ella y abrazarla, pero me contengo porque sé que, por la forma en que se comporta, es todo lo que ella no quiere ahora mismo. Está luchando contra algo, conteniendose, porque algo la tiene avergonzada y se lo quiere sacar de encima.

Entonces es cuando mis pasos me acercan mas a ella, y cuando me detengo a un puto centimetro, levanta sus manos y hace chocar con suavidad lo que tiene entre ellas contra mi abdomen.

―Tardaste mucho. Me comí la mitad.

Casi me río porque lo dice como si fuera mi culpa. ―¿Qué?

Cuando me atrevo a agarrar la caja de cartón que presionó contra mi abdomen, me da una última mirada antes de apartarla otra vez y deja caer sus manos a los costados.

Sin embargo, no responde, y por primera vez veo a mi pequeña ninfómana con la boca cerrada, sin nada para decir. Me pregunto por qué es; si soy yo, el contenido de esto o es toda la situación.

Pero sea lo que sea, me dan ganas de agarrar su adorable rostro ruborizado y besarla. Es todo lo que quiero ahora mismo, pero está callada, esperando algo de mi que estoy tardando en dárselo.

Así que me apresuro a abrir la tapa de cartón, y cuando veo el pequeño trozo del tostado que hay dentro, no puedo evitar sonreír ampliamente hacia ella con diversión.

―¿La mitad?

Hace un ademán para decir algo, pero ninguna palabra sale y vuelve a cerrar la boca cuando ve mi sonrisa.

Aquí no hay una mitad, apenas me dejó un cuarto de lo que supongo que era un sanguche grande de jamón y queso. Vuelvo a reír por este hermoso regalo. Me da igual el sanguche en sí, pero Gracie se tomó el tiempo para pensar en mi estómago, comprarme algo, esperarme fuera de mi edificio de la universidad y dármelo. Incluso está admitiendo que comió la mitad... bueno, casi todo el sanguche.

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora