Skyler Snow Thompson
Es difícil despertar por la mañana cuando todo lo que siento es tristeza y el mundo frente a mí está pintado de tonos oscuros y tenebrosos.
No veo colores. No existe ese brillo que le he visto a la vida cuando emprendí mi rumbo hacia mi libertad, yéndome de casa.
Era una chica esperanzada, ansiosa por aprender. Hoy todo está ensombrecido.
Es loco que todo haya cambiado tan rápido en tan poco tiempo, y que mi felicidad dependiera de un pequeño cigoto que iba creciendo con el pasar de los días y que aún no conocía.
Pero en eso se convirtió. Hubo dudas, hubo llanto y temor, pero cuando todo eso desapareció... Hubo mucha alegría.
Mi casa estaba llena de cosas para nuestra cerdita. Cada rincón estaba pintado de los regalos que Donovan impulsivamente le había comprado. Lo vi y pensé que a Cerdita le gustaría, había dicho una vez, cargando un enorme oso de peluche en su hombro, que fácilmente podría competir con él por lo grande que era, y una caja con un auto rosa que se veía para niños de tres años.
Compras jodidamente innecesarias pero que por unos instantes nos hicieron inmensamente felices.
Hasta que nuestro cielo se pintó de rojo y toda esa fantasía se evaporó en cuestión de segundos.
No quiero volver ahí. No estoy lista para pisar lo que una vez fue mi refugio, solo para encerrarme en los recuerdos y que el dolor sangrante que sigue abierto se haga más grande. Es demasiado para mi débil corazón, o al menos lo poco de él que aún sigue vivo.
Donovan nunca mencionó que volveríamos allí. En realidad, nadie me dijo nada sobre salir del hospital todavía, y aunque una parte frágil de mi ansía ver y abrazar sus juguetes para acurrucarme y llorar por mi pérdida, sé que no es lo mejor.
Temo que mi mente no lo resista y no pueda salir.
Pero duele.
Oh, duele jodidamente tanto que cada mañana me despierto con lágrimas en los ojos y mis uñas enterradas en mis palmas.
Mi primer instinto es acariciar mi estomago, como todas esas mañanas desde que hemos decidido que nuestro embarazo seguiría su curso, pero sentir las grietas manchando mi carne me devuelve a la realidad de toda esta puta situación.
El resto del día solo lloro o miro por la ventana. Ver la nieve en los días más frios, escuchar el sonido del viento chocar contra los grandes ventanales, me reconforta, porque es la forma en la que me siento.
Congelada, dura y petrificada.
Aunque tengo una calidez que no deja de intentar derretirme, mi interior sigue ahogándose.
Me da pena que Donovan se esfuerce tanto por mí y yo no poder hacer nada por ninguno de los dos. No puedo ayudarlo. Todo me consume, carcome mi cerebro, y la mayor parte del día me encuentro encerrada en el limbo, sin darme cuenta de nada.
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Furia ilegal
Romance~ESTE LIBRO CONTIENE ADVERTENCIAS DE CONTENIDO~ Intenso, feroz y jodidamente adictivo. "Un enorme luchador clandestino, el rey del hielo más temido de la universidad y el tipo más terrorífico del campus" Hay muchas palabras para describirlo. Es una...