C I N C O. Escapando de los recuerdos

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Skyler Snow Thompson

Cuando el mesero se acerca a nuestra mesa con los enormes platos, mi estómago ruge de hambre. No tengo noción del tiempo que pasé sin comer algo tan sustancioso, lo único que recuerdo haber comido el último mes son sopas y fideos instantáneos, algunos sándwiches y barras de cereales.

El chico deja todo en la mesa y casi me río cuando noto que apenas entra todo lo que pidió Donovan. Es un chico grande, no puedo culparlo por comer de esta manera. ¿Cómo sino podría conseguir esos músculos? Debe comer demasiado para compensar el ejercicio.

―¿Podrás con todo eso?

Pregunto divertida, más relajada de lo que había estado momentos atrás cuando llegamos. Ya no temo tanto abrir la boca para hablarle. Siento que debo compensar su falta de habla, siendo la que abre la boca. Es algo nuevo y me gusta. Puedo decirle cualquier cosa y Donovan estaría feliz de escucharme. No entiendo como, por supuesto, pero eso es lo que veo.

―¿Quieres un poco?

Donovan toma su tenedor, y sin dudarlo corta una enorme porción para tendermelo. Él ni siquiera había empezado a comer y ya me está ofreciendo un poco.

Mi corazón tiembla y el movimiento de algunas mariposas revoloteando en mi estómago se hacen presentes. El movimiento de su brazo hace que todo mi cuerpo tiemble con interés. Me fascina encontrar más cosas de su anatomía que me emboban. Es imposible que alguien tan rudo a la vista sea un pan dulce lleno de sorpresas por dentro.

Me río por la cantidad de comida que puso en el tenedor.

―Donovan, eso es demasiado. No va a entrarme en la boca.

Vuelve a fruncir el ceño como si no se hubiera dado cuenta y vuelve a poner la comida en el plato. Lo corta con sumo cuidado, le pone el acompañamiento al pedazo de carne y nuevamente me tiende la comida.

No quiero decirle que no, es una buena intención la que tiene así que tímidamente abro mi boca, me inclino hacia adelante y dejo que lo meta como pueda. Si bien había cortado un poco de lo sobrante, aún es demasiado para mi. Río mientras mastico y límpio las comisuras de mis labios.

Gimo. El placer que me causa el sabor de la carne sabrosamente sazonada hace que mi mundo de vueltas. Maldita sea, podría comerme todo el plato de Donovan si me lo permite.

No me doy cuenta de que por un milisegundo mis ojos se cierran y cuando los abro veo que el hombre frente a mi no puede despegar sus ojos hermosamente claros de mi. Parece confundido, un poco tenso pero el brillo en sus ojos dice todo lo contrario a su postura. Tampoco lo entiendo bien, lo cual no es raro, y la única manera en la que puedo describirlo es comparándolo con un león que tiene un pedazo de carne frente a él y se encontrara listo para atacar. ¿Entonces por qué se ve molesto además de hambriento?

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora