C U A R E N T A Y S E I S. No estás sola

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Skyler Snow Thompson

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Skyler Snow Thompson

― Te traje el desayuno. Despierta, ratoncito.

El olor a café inunda mi subconsciente, apartandome lentamente del sueño que estaba teniendo. Cuando abro mis ojos, los profundos iris grises de Donovan y su cabello revuelto son lo primero que veo frente a mí, tan cerca que hasta puedo notar las pequeñas motas de gris más oscuro salpicando ese mar grisáceo tan precioso. Mi corazón se expande por el placer de despertar así, con un hombre tan especial, cada mañana. Y más cuando tiene estos gestos tan lindos.

Me incorporo lentamente, viendo como él retrocede para dejar la bandeja a mi lado en la cama y comenzar a quitarse los zapatos para unirse a mi. Puedo oler el café antes de siquiera verlo y el rico aroma dulce del pastel de chocolate que tanto me gusta.

―¿Qué hora es?

Mi voz sale ronca y tengo que carraspear un poco para liberar un poco mi garganta del sueño residual.

―Las nueve.

―Es demasiado temprano, ¿por qué no te quedaste un rato más conmigo en la cama? ―estirando la mano, noto que el espacio donde duerme está demasiado frío para mi gusto. Creo que otra forma espléndida de despertar es con sus besos y caricias, y creo que hasta lo prefiero antes que un desayuno. ―Dios, esto huele muy bien.

Por el sonido que hace mi estómago, parece estar de acuerdo. Tuve que pedirle que no compre el desayuno todas las mañanas porque la única forma de salir de aquí sería rodando por todo lo que subiré de peso. Intenté decirlo con diversión, pero la forma en la que me miró me hizo saber que no le gustaba una mierda lo que había salido de mis labios.

―¿Por qué te preocupa tanto subir de peso?

Su pregunta me había dejado pasmada. La imagen de mi madre cocinandome puras verduras invadió mi mente como un fugaz recordatorio.

―Uh...

―Eres perfecta, no importa si tienes más o menos peso. Disfrutas la comida, no te prives de ella. ―agregó―Me gusta verte feliz mientras comes algo que te he comprado.

―Mi mamá decía que debía comer saludable. No quería que subiera de peso porque a los hombres no les gustaba.

―Para estar saludable debes entrenar y comer. Cuidar tu alimentación, no dejarla de lado y vivir a base de lechuga. ―su ceño se frunció ―Y al carajo con lo de los hombres, disfrutare comerte incluso aunque tengas ciento treinta kilos más.

¿Cómo podía decirle que no cuando decía esas cosas tan bonitas? Es decir, la enorme bestia quería alimentar a su ratoncito. ¿Por qué no podía? Sus dulces me han hecho subir varios kilos, puedo notarlo cuando la ropa que me he puesto siempre aprieta un poco más, pero a sus ojos... es solo más carne que puede devorar. ¿Sabes lo bien que se siente cuando sus manos recorren mis muslos enormes y dice con gruidos que me desea tanto que no puede controlarse mientras entierra sus dedos en mi carne?

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora