V E I N T I S I E T E. Vulnerable

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Skyler Snow Thompson

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Skyler Snow Thompson

Nos toma media hora realmente levantarnos de la cama para limpiarnos y resignarnos a salir de la habitación. No fue tanto por el hecho de que tuve que bañarme para sacarme todo su semen de la cara, las tetas y el cabello, sino más bien porque él... estuvo juguetón. Y sí, suena endemoniadamente loco, pero es la verdad. Sus labios me tentaban a la par de sus palabras, y si no fuera porque lo he visto y escuchado, creería que es solo un mito.

Donovan me entretuvo con un carisma que jamás había visto, y borró cada parte mala de la noche, y ese episodio devastador en la cosita. Lo que me hace preguntar ¿qué cambió para que de repente fuera carismático, me sonriera y coqueteara como si lo hubiera hecho toda su vida? Y si bien sé que no ha hecho nada con nadie más que conmigo, es nueva su faceta. Como si nuestros toqueteos le estuvieran enseñando y él se sintiera cómodo conmigo para hacer estas cosas.

Mierda, mi corazón aun se derrite mientras recuerdo sus risas. Y por Dios ¡han pasado unos pocos minutos desde su última carcajada y el beso intenso y dulce que plantó en mis labios antes de ayudarme a salir del baño e insistirme en que me ponga más de sus camisetas.

Nunca había sido muy fan de las camisetas de mangas cortas, pero es lo único que Donovan usa, y me encanta vestirme con sus prendas.

―¿Estás lista? ―lo escucho preguntar mientras el vapor sigue desprendiéndose de su cuerpo. Extendiéndose, termina de ponerse otro par de pantalones largos de deporte y va por una de esas camisetas sin mangas con la abertura hasta la cintura. Jamás pensé que verlo con una me dejaría sin aliento, pero por supuesto... jamás imaginé que alguien podría quitarme el aliento tanto como lo hace Donovan con simples actos como sonreírme.

―Si. Tengo mucha hambre.

―Tu estómago está haciéndomelo saber, ratoncito.

Ruborizandome, aparto la mirada, porque si bien nuestra "relacion" ha pasado al punto donde es tonto sentir verguenza, no puedo evitar que mi naturaleza timida resurja de la cueva donde se esconde mientras mis inibiciones toman el mando. Está en mi sangre.

―¿Por qué te estás ruborizando esta vez? ―pregunta divertido, acercándose con una ligera sonrisa. Sus músculos destacan con ese pequeño trozo de tela que envuelve su torso, y me distraigo tanto que no noto cuando detiene sus pasos y se para frente a mi, a solo unos pocos centímetros.

Tiro la cabeza hacia atrás para ver sus casi dos metros de altura alzándose sobre mi, intimidante y relajado a la vez. Su postura siempre me desconcierta.

Parpadeando, muerdo mi labio inferior por lo endemoniadamente sexy que se ve, y dejo que mi respuesta se deslice de mi boca.

―No sé cuando fue la última comida que tuve. ―mis mejillas vuelven a pintarse ante el siguiente pensamiento que dejo salir ―Bueno... excepto el enorme chorizo que apenas pudo entrar en mi boca hace unos minutos.

Furia ilegalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora