IMPERIO 9.

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A la mañana siguiente me voy al gimnasio con mi hermano y de verdad me encanta estar de regresó en casa. Ni Canadá, Italia, Suiza, Austria, ni ninguna otra ciudad en los que he estado es mi hogar. Son impresionantes, costosas e irradian lujo, pero me falta ese enorme punto amoroso de mi familia.

Durante la noche no logré dormir mucho que digamos. Me sentía mal por no arrepentirme de una vez más haberme metido en el interior de Rachel. Está mal, pero se siente tan bien.

Le llamé a Hats en cuanto desperté, pero la conozco lo suficiente como para saber que sigue dormida, ni siquiera sé para qué me moleste en llamarla. Está lejos como para follarmela enojada y eso también me jode.

— Extrañaba correr en Central Park. — Admito y Aarón pone los ojos en blanco.

Él no lo entiende porque sigue viviendo aquí. Solo fue un año y medio a Los Ángeles, pero aun así el vuelo es mucho más corto. No casi veinte horas como es mi caso. Además, que Los Ángeles también lo sentimos como nuestro hogar, ya que viajamos relativamente seguido pues nuestros abuelos viven ahí.

— ¿Y a dónde se supone que vamos? — Frunzo el ceño.

— A perseguir a Christian. — El papá de Keysi y sé que no somos los únicos que lo perseguimos. Es un increíble entrenador.

— Es nuevo, ¿Verdad? — Le pregunto cuando el hombre de la entrada nos pidió la tarjeta de socios.

— Sí, no lo había visto, pero de hecho este gimnasio también es nuevo papá lo inauguró hace como tres meses. — Asiento.

— El hijo pródigo ha regresado. — Suelto una carcajada al escuchar a Christian.

— ¿Ya me extrañabas? — Me da una fuerte palmada en el hombro cuando estrecho su mano.

— Yo no, pero mi hija sí. — Se burla.

Para Christian hacer cardio antes de venir a entrenar es llegar corriendo al gimnasio. No ir a correr y luego subir al auto para venir. Pero sería imposible correr por las calles de Manhattan. Mientras estamos de nuevo en las cintas para correr Aarón me golpea en el hombro y me quitó los auriculares.

— ¿Te acuerdas de él? — Sigo su mirada hasta un hombre que está en la bicicleta.

— No. ¿Quién es? — Suelta una leve carcajada.

— Es Alex Wilson. — Detengo la cinta y él también lo hace. Ambos soltamos una carcajada.

— No lo puedo creer. Hace años no lo veía.

— Obvio no. Su mamá lo cambió de colegio al siguiente ciclo escolar después de que lo golpearas. — Suelto una fuerte carcajada.

— ¿Crees que ya sepa nadar?

Cuando yo tenía seis años y Aarón cinco lo golpeé y lo empujé a la piscina por haberle dicho raro a mi hermano. El profesor tuvo que sacarlo porque no sabía nadar y me suspendieron algunos días. Es algo que no se me va a olvidar jamás. Desde ese momento comenzaron las peleas por defender a Aarón hasta que él supo hacerlo solo.

La psicóloga del colegio me odiaba, se atrevió a decirle a mis papás que era un niño manipulador. No lo tomaron en cuenta e incluso papá básicamente amenazó a la psicóloga con cambiarnos de colegio.

A los seis años todos somos un poco manipuladores, somos niños y en especial con nosotros mamá nunca nos decía que no a nada — sigue sin hacerlo — pero también tuvimos a la mejor maestra — mamá — que es una mujer muy consentida. Así como ella no nos dice que no a nada a nosotros, papá tampoco le dice que no a nada a ella. ¿Qué esperaba esa psicóloga estúpida? ¿Qué yo tuviera que rogar o ponerme a limpiar mi habitación para que me dieran algo que quería?

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora