IMPERIO 10.

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Cuando mi nana comenzó a olvidar cosas la verdad nadie le tomo mucha importancia pues comenzaron siendo cosas muy pequeñas. En dónde estaban algunas cosas de la cocina, sus llaves, el código del sistema de seguridad. Además, ella decía que se sentía perfectamente bien. Luego fue mayor, se le olvidaban cosas que hacía a diario y todos nos comenzamos a asustar, ya no era normal, no estaba bien.

Llego a olvidar ir por las gemelas al colegio, como llegar al supermercado, se confundía demasiado. Hasta que mamá prácticamente la obligó a ir al médico — ella se negaba — y el resultado no nos gustó. Alzheimer.

Mi mamá se negaba a querer ingresarla a un centro, de hecho, nadie quería. Nos encargábamos de cuidarla lo mejor que podíamos hasta que una tarde salió de la casa sin que nadie se diera cuenta y pasamos horas buscándola por toda la ciudad hasta que la mamá de una compañera del colegio de las gemelas la vio en Central Park y la llevó a su casa hasta que fuimos por ella.

Mi nana estaba muy confundida y entonces llegó esa dolorosa pregunta: ¿Te conozco? Fue muy difícil para todos. Intentamos mantenerla en casa aún a pesar de eso, pero llegó a un punto en que al no reconocernos se asustaba y se ponía bastante agresiva. Para mamá fue muy difícil aceptar que nosotros no podíamos cuidarla como se debía. Mi nana nos cuidó a todos y no podíamos hacer nada por ella. Fue doloroso y difícil de asimilar.

También sabíamos que fue lo mejor para ella o en este punto no sabíamos que tanto habría avanzado su enfermedad. Desde que está aquí solo ha tenido un ataque de agresividad. Los medicamentos y actividades la mantienen estable. No ha olvidado toda su vida, lo cual es bastante bueno considerando su enfermedad, sabe quién es.

Me quedo casi dos horas con ella hasta que comienza a sentirse cansada y la acompañó de nuevo a su habitación con el mismo nudo en la garganta como cada vez que debo irme.

— ¿Te conozco? — Ignoró la sensación que recorre mi cuerpo.

— Soy Aidan, hijo de Aisley. — La ayudo a sentarse en su cama.

— No me acuerdo. — Se recuesta con lágrimas en los ojos y aprieto los labios para no hacer lo mismo.

— No te preocupes nana. Solo descansa. — Pongo una manta hasta la altura de su cintura.

Puede que ella no lo recuerde, pero no le gusta dormir con las mantas en los brazos, siempre nos decía que sentía que no podía moverse y por eso nunca dormía de esa forma, es algo que a mí jamás se me va a olvidar.

Hablo un par de minutos con la enfermera y me explica lo de la pérdida de memoria a corto plazo. Probablemente cuando despierte no vaya a recordar que estuve con ella o no del todo.

— ¡Llevo dos horas llamándote! No me ignores idiota. — Suelto una carcajada al escuchar el audio de Hats. Conecto el manos libres del auto para llamarla.

— ¿Hats? — Sé que va a estar enojada.

— ¡No, la Reina Isabel! — Suelto una carcajada. — ¿Por qué no me contestabas? — Y aquí vamos...

De hecho, siento que le mentí a Aarón. Le dije que ni siquiera le permitía a Hats hacerme escenas de celos, pero la realidad es que ella no necesita mi permiso.

— Estaba con mi nana, sabes que siempre vengo a visitarla cuando llego a Nueva York. — Siento que todo se relaja y sé que acabo de evitarme un drama de su parte.

— Vale, ¿Para qué quieres que vaya a Nueva York?

— Vas a venir conmigo a la fiesta de aniversario del Corporativo.

— Así que vas a dejar que nos vean juntos. — Afirma y suspiro.

— Sí. Más vale que compres un puto vestido que dejé a todos con la boca abierta. — Ahora ella se ríe.

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora