IMPERIO 79.

291 12 0
                                    

Las horas en la sala de espera son eternas, siento que llevo aquí solo unos cuantos minutos, pero de hecho ya casi es de noche. Siento que el tiempo pasa cada vez más lento, y el estar en una sala privada, ayuda a mi ansiedad; pues así no tengo que ver a un sinfín de médicos y enfermeras entrar y salir pensando que se van a acercar a mí a darme algún tipo de noticia.

Apoyo mis codos en mis rodillas y cubro mi rostro con mis manos. Alguien frota mi espalda, pero no me muevo, la verdad no me interesa saber quién es.

— Las niñas están bien, puedes estar tranquilo. — Es Yami.

Solo asiento suspirando. Creo que hablo con mamá, la verdad no tengo idea. Además, que no dudo ni un poco que mis hijas no estén bien con su abuela, es por eso que ni siquiera me he molestado en llamarla.

— Acompáñame a un lugar Ojitos. — Levanto la mirada y frunzo el ceño.

— Yami, no me pienso mover de este hospital mientras mi esposa sigue en cirugía.

— No vamos a salir del hospital, no seas idiota. Ven conmigo.

— ¿A dónde? — La miro con fastidio.

— Vamos. — Resoplo y cuando pasa por el lado de Max le da un beso.

— ¿Ya me quieres decir a dónde vamos?

— Estamos en los Emiratos, pero también en un hospital internacional que no le importa la religión de ninguno de sus pacientes.

Se me revuelve el estómago cuando me doy cuenta que estamos entrando a una capilla. No entiendo por qué me hizo salir de la sala de espera para esto.

— Sabes que yo no creo en esto Yami. — Suspiro.

— No Aidan, tú no crees en la iglesia y está bien, sé que no eres religioso, pero también sé que crees en Dios, al menos un poco.

— ¿Y qué quieres que haga? ¿Qué me arrodille a pedirle a una estatua que no se lleve a mi esposa? No sé si Dios exista o no, pero los que están haciendo algo por ella son esos médicos.

— Ojitos, no pierdas las esperanzas en estos momentos. Créeme que te hará sentir mucho mejor, no tienes que arrodillarte.

— Ni siquiera sé si todo esto es real. — Señalo el lugar. — Y me siento muy hipócrita estando aquí después de todo lo que he hecho.

Regreso a la sala de espera a seguir caminando en medio de la desesperación. Necesito que alguien me diga cómo está.

— ¿Familiares de Hatsumi Casttelot - Ivanova? — Supongo que solo lo pregunta para confirmar que está en la sala privada correcta.

— Es mi esposa. — Me cuesta trabajo respirar.

— Señor Ivanova, el doctor Alakuum extirpó el tumor del seno de su esposa. Sin embargo, hubo una complicación.

— ¿Qué? — Todo el lugar da vueltas.

— Se presentó una hemorragia y la presión de su esposa se deterioró, en estos momentos el doctor Alakuum está deteniendo la hemorragia.

Veo a la enfermera salir por la misma puerta y papá me detiene antes de que pueda seguirla.

— Aidan, mírame. — Sujeta mi rostro con ambas manos. — Solo respira y cálmate. No vas a solucionar nada perdiendo el control.

— ¡No vine hasta aquí para perder a mi esposa!

— No sabes lo que va a pasar, tienes que estar tranquilo.

Me quito de encima a todos y camino hasta el ascensor regresando al lugar del que hace unos minutos salí huyendo.

— Jamás he creído en esto. Creo que es una manera de aferrarte a algo que ni siquiera sabes si es real pues no estuviste ahí para verlo. No creo que hayas regresado de la muerte como un maldito zombie, es lo más estúpido que he escuchado en mi vida entera.

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora