IMPERIO 11.

209 14 0
                                    

Antes de que Rachel entre a mi casa vuelta una furia la tomó del brazo para detenerla. Lo que menos necesito en estos momentos es que se le noten los celos por cada parte de su cuerpo.

— Respira o todos van a darse cuenta de que te estas muriendo de los celos y que estás pensando en cómo asesinar a Hats en cuanto ponga un pie en Nueva York. — La dejo con la boca abierta y entro a mi casa.

Definitivamente necesito que Hats esté aquí para quitarme la puta tentación de seguir follandome a Rachel. Prometí no volver a hacerlo y se fue al carajo la noche que llegué. Lo hice cuando era virgen y estaba nerviosa, ahora lo hice cuando prácticamente me suplicó que lo hiciera. Vaya que las cosas cambian en tres años.

— Hola mi amor. — Mamá me da un beso en la mejilla.

— ¿Qué tal te fue peleando con papá? — Alzo una ceja.

— Tu padre es como estar doce horas con tacones de quince centímetros. — La miro confundido. — Agotador mi amor. — Suelto una carcajada y luego la puerta se abre. — ¿Con quién vienes?

— Rachel. — Respondo con indiferencia.

— Hola tía. — Que la llame así me revuelve el estómago.

Las ganas de Rachel de asesinarme son más que notorias, pero mamá está muy emocionada porque haya regresado como para darse cuenta. Nos quedamos con ella en la estancia hasta que su celular suena con una emergencia en el Corporativo.

— Mamá, ya no soy un niño, te puedes ir tranquila. — Le doy un beso en la mejilla.

— Ángelo y Ella tuvieron que salir. — Asiento y se va después de despedirse.

Aarón salió, las gemelas están con mi abuela así que...

— Prácticamente estamos solos. — En un rápido movimiento se sienta encima de mí.

— Eso parece. — Me besa y ya me importa un carajo.

Le subo el vestido hasta la cintura y suelta un gemido mientras mueve desesperada las caderas.

— Te dejaron a mitad de un orgasmo, ¿Verdad? — Se muerde el labio inferior.

Tomo eso como un sí y me la llevo a mi habitación. Tampoco soy tan cínico como para hacerlo en el sofá de la estancia. Así que Alex aparte de no saber nadar no sabe cómo darle placer a una mujer. Lo cual es estúpido, Rach es bastante sensible sobre todo cuando la tocas.

— ¡Joder! — Su cuerpo tiembla y cierra los ojos con fuerza antes de soltar un gemido.

No me cuesta absolutamente nada hacer que se corra teniendo en cuenta que la dejaron a mitad de un orgasmo. Aunque la verdad pase del sexo oral, no pensaba poner mis labios en donde estuvo el pene de alguien más hace poco tiempo. Estuve a punto de hacer que entrara a la ducha, pero quizá se ofendía así que lo evite y esta vez no olvide el condón.

●●●

— ¿Otra vez? — Me reclama Aarón mientras jugamos tenis en la cancha del jardín.

— ¡No lo puedo evitar, joder! Me encanta. — Le doy un golpe fuerte a la pelota y mi hermano se tiene que agachar o de lo contrario le hubiera roto la cabeza.

— ¡Pero no me mates! No seas idiota. — Lanza otra pelota con más calma. — ¡Aidan, lo estás haciendo en casa de mis papás! No me jodas.

— ¿Y qué carajo quieres que haga? Por más que lo intento no puedo y ella no me ayuda.

— Ya no somos niños Aidan. Puedes follárte a quién se te dé la puta gana, ¿Por qué precisamente a Rachel?

— ¡Me gusta, joder! — Esquiva otra pelota. — Y no te atrevas a decirle nada a mis papás o en serio estaré muerto y sin herencia.

AIDAN. (Imperio #3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora